Surrealismo sanitario

31 de octubre 2025 - 03:08

Si Kafka levantara la cabeza, pediría la nacionalidad andaluza. Porque lo que está ocurriendo en la sanidad pública de esta tierra bajo el gobierno de Juanma Moreno Bonilla supera cualquier distopía literaria. El último episodio digno de una tragicomedia es el despropósito del cribado de cáncer de mama, donde la Junta ha demostrado que la incompetencia no discrimina por género: citaron a hombres para hacerse pruebas de cáncer de útero. Sí, han leído bien. ¿Innovación médica? ¿Revolución en la biología? No, simple y llana chapuza administrativa. Pero no se vayan todavía, que aún hay más. El colmo del surrealismo sanitario se vive a diario en plena A-92, entre Baza y Granada, donde pacientes críticos son trasvasados entre ambulancias a la intemperie, en plena autovía, como si fueran bidones de gasolina en una parada técnica. ¿La excusa? Que no hay espacio en los hospitales. ¿La solución? Convertir el área de servicio en una UCI improvisada. ¿La consecuencia? Un nuevo récord en indignidad institucional. La gestión sanitaria del gobierno de Moreno Bonilla parece inspirada en un sketch de los Morancos, pero sin gracia. Las listas de espera se eternizan, los profesionales sanitarios huyen como si el SAS fuera un barco que se hunde, y los centros de salud se convierten en salas de escape donde el reto es conseguir una cita antes de que te diagnostiquen por Ouija. Lo del cribado de cáncer de mama no es un error puntual, es el síntoma de un sistema que hace aguas por todas partes. ¿Cómo confiar en una administración que no distingue entre cromosomas XX y XY? ¿Cómo no temer por tu salud cuando el protocolo de emergencia incluye una parada en el arcén?

Y mientras tanto, Moreno Bonilla sonríe en las fotos, inaugura centros sin personal y presume de una sanidad “moderna y eficiente” y de triplicar el presupuesto de gobiernos socialistas. Claro, igual de moderna como un fax y de eficiente como un ventilador sin aspas. La propaganda institucional maquilla la realidad, pero no puede esconder que Andalucía se ha convertido en el laboratorio de lo absurdo, donde la salud pública se gestiona con el rigor de una tómbola. Los andaluces merecen una sanidad pública que no sea una ruleta rusa. Porque cuando el sistema te cita para un cáncer que no puedes tener, y te traslada como si fueras equipaje en una autovía, no estamos ante errores: estamos ante una negligencia estructural que clama al cielo.

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