NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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La Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista) fue una organización terrorista de extrema derecha que actuó en el País Vasco y el País Vasco francés entre 1977 y 1982, lo que se llamó la transición española. Pero yo me refiero a otra Triple A, me refiero a tres tabernas que empiezan por la referida letra y a las que acudo con cierta frecuencia porque tengo confirmado que en ellas se trasiega buen líquido y hay buenas tapas: Albergue, Ávila y Altramuces.
Yo, adicto a las copas y los amigos, y como mi colega el añorado Manuel Alcántara también benefactor de mostradores, encuentro en esos sitios el lugar ideal para ponerme bien conmigo mismo y añorar ese pasado glorioso que nunca deseé y que tampoco tuve. El Albergue está en la calle San Pedro Mártir y es el lugar elegido por los que van a misa de doce en la Virgen de las Angustias y después comulgan con vermú. Lo regentó mi amigo Luis, que después de tantos años detrás de la barra, ahora se entretiene contando bulanicos. Feliz él. Su sucesor, también buen tabernero, sigue con la tradición y la clientela. El Ávila está en Verónica de la Virgen. Lo regentó muchos años mi amigo Miguel y ahora lo regentan sus hijos Juanmi y Fernando. Es fácil reconocer el local porque casi siempre hay cola para entrar (curioso, hay muchos japoneses) y ocupar una mesa. Los amantes de la barra lo tenemos mejor porque casi siempre encontramos un hueco para pedir con la consumición una tapa de jamón asado, asadura o manitas. Y el tercero es el que está en pleno Campo del Príncipe. Se llama Los Altramuces y antes estuvo en otro sitio en la plaza. Conocí a Fernando, el tabernero que lo regentaba. Ahora es su hijo, que también se llama Fernando, el que lleva el timón, con la misma profesionalidad que el padre. Allí lo que suelo pedir es una codorniz frita con ajos. Sus tapas casi siempre van acompañadas por altramuces, también llamados ‘chochos’, que actúan sobre mi conciencia como la magdalena de Proust: nada más probarlos me trasladan a la infancia.
A veces, como le pasó al poeta, quiero sondear el fondo de las cosas, y no encuentro otro fondo que el de mi misma copa. Y si es en uno de estos tres bares, mejor. El día que voy a alguno de ellos no lo doy por perdido: allí encuentro munición para mis sueños.
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