Vía Augusta
Alberto Grimaldi
¿Hay también una ‘vía extremeña’?
CUANDO se cumplen 50 años de su muerte, un 30% de nuestros jóvenes piensan que “con Franco se vivía mejor”. Es mentira. Porque no hay ningún grupo social que viviera mejor bajo una dictadura. Ninguno. Ni los trabajadores, ni las mujeres, ni los estudiantes, ni los periodistas, ni las personas LGTBI, ni los artistas, ni las familias de las víctimas, ni los enfermos mentales.
Los trabajadores vivían sin derechos reales: sin huelga, sin negociación colectiva, sin sindicatos libres. Su “protección” dependía del paternalismo del régimen y de salarios que siempre iban por detrás de la inflación. Las mujeres, convertidas legalmente en menores de edad, necesitaban permiso marital para trabajar, abrir una cuenta o disponer del patrimonio familiar. Su vida estaba diseñada para la obediencia: no para la libertad.
Los estudiantes sufrían un sistema educativo vigilado y adoctrinado, donde pensar por cuenta propia costaba una ficha policial. Los periodistas trabajaban bajo férrea censura: lo que se escribía, lo que se decía y lo que se callaba lo decidía el Estado. Una prensa sin libertad no era prensa; era propaganda.
Los homosexuales y las lesbianas eran delincuentes a ojos de una Ley de Peligrosidad Social que las enviaba a cárceles especiales, a reformas, a psiquiátricos o a tratamientos humillantes. No vivían “mejor”: vivían escondidas, perseguidas y con miedo. También los artistas vivían en la cuerda floja: obras prohibidas, libros secuestrados, canciones censuradas, carreras rotas por un régimen que le tenía alergia a la imaginación libre.
Las familias de las víctimas del franquismo sobrevivían con un silencio impuesto: no podían reclamar, no podían preguntar, no podían llorar públicamente. Sus muertos eran enterrados dos veces: una por el régimen y otra por el olvido obligatorio.
Y están también los enfermos mentales, recluidos en instituciones donde el abandono, la sobremedicación y la falta de recursos eran la norma. Ninguna persona vulnerable vivía mejor en un país sin derechos, sin control democrático y sin mecanismos de protección.
Decir que “con Franco se vivía mejor” no solo es falso: es una bofetada a quienes sí sufrieron aquello y pagaron el precio. La democracia podrá ser imperfecta, pero es el único sistema donde todos podemos reclamar derechos, exigir justicia, corregir injusticias y vivir sin miedo. Y eso, por suerte, no lo decide ningún dictador: lo decide la ciudadanía.
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