Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
HUBO un tiempo en que la gente corriente podía esperar que su rey estuviera inspirado por la benevolencia divina y no les robara en demasía o simplemente no le hiciera pagar más injustos impuestos. En todo caso siempre les quedaba la esperanza de otra vida mejor. Cuando la humanidad alcanzó cordura, y supimos que ni estábamos en el centro del universo ni en el centro de ninguna creación, llegamos a creer que la razón nos gobernaría. Empero tengo la sensación que en muchos lugares se ha extraviado el seso y se han engendrado alternativas tan absurdas como las antiguas de paraísos y reyes benévolos.
En la patria de las barras y estrellas han de elegir entre una anterior primera dama que deberá ocultar a su consorte o bien a un señor que descalifica a todo lo que no se parezca a un vaquero fundador del oeste. En la tierra de los Incas han tenido que optar por apoyar a un economista, que debería estar jubilado, para no caer en las manos de la hija de un dictador que estando en la cárcel quiere seguir gobernando. En la civilizada tierra de los valses de Strauss por escasos votos no preside un nieto orgulloso de los arios y su oponente ha resultado ser un joven ecologista de 72 años (buen ejemplo de cómo el mismísimo corazón de Europa envejece). En la educada isla, más allá del Canal, cada vez se ve con mayores posibilidades que efectivamente el continente europeo se quede aislado por culpa de la niebla. Y entonces los escoceses podrán ser independientes, no siendo británicos pero siendo europeos. Y podríamos seguir buscando ejemplos de alternativas increíbles pero tan factibles como que los ciudadanos y ciudadanas han tenido o van a tener que optar por ellas.
En España, más chulos que nadie, tenemos el doble de opciones; no dos, sino cuatro. Los que pactan con todos para quedar bien en todas las fotos. Los comunistas de hágalo usted mismo que ahora descubren que la patria es como una gran madre, luego de renegar de ella por medio siglo. Los socialdemócratas, antes socialistas unidos y obreros, que se despellejan entre sí por ser más barones que nadie. Y los del gobierno en funciones que vienen funcionado en dinero negro y cajas sumergidas desde no se sabe cuánto tiempo atrás. Con cuarenta grados en la península y estas opciones, cuéstame trabajo animarles a votar, aunque siempre será mejor introducir un voto que confiar en los hados de los dioses. Vale.
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