El Mediterráneo, la tragedia que crece

Ante la tragedia de los migrantes muertos, una sociedad como la europea no puede seguir mirando para otro lado

Lejos de disminuir, la tragedia del Mediterráneo, un mar en el que anualmente mueren centenares de personas intentando alcanzar una vida mejor, crece día a día. Según los datos del proyecto Missing Migrants de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), en lo que va de año, un total de 587 migrantes murieron o desaparecieron al intentar cruzar el Mediterráneo camino de Europa, 198 de ellos intentando alcanzar España. Esta cifra es casi cuatro veces mayor que la que se registró en el mismo periodo del año pasado, cuando el número de muertes no llegó a 60.

Las migraciones irregulares son uno de los grandes problemas de nuestro tiempo y afectan no sólo a Europa, sino a países de todos los continentes, desde EEUU hasta Jordania, pasando por España o Argentina. Las enormes desigualdades económicas entre los diferentes países (a veces, atravesar una frontera supone la diferencia entre morir de hambre o no), los conflictos bélicos o las tiranías políticas suelen ser las principales causas de estos movimientos que los países receptores intentan evitar invirtiendo millones de euros sin que, hasta la fecha, se hayan podido evitar, entre otras cosas, porque los migrantes suelen ser personas jóvenes y decididas con muy poco que perder. Para muchos, el fracaso puede suponer la muerte o la condena a vivir una existencia en la más absoluta miseria material y moral.

Ante este problema, una sociedad como la europea, que presume de ser depositaria de valores democráticos y humanitarios desarrollados durante siglos, no puede permanecer indiferente. Hay que reaccionar, pero hay que hacerlo sin caer en la demagogia. Una política de fronteras cien por cien abiertas, como hubo de facto en otros tiempos, podría provocar un desastre mayor del que se intentaría evitar. Como para casi todo, la mejor ayuda es incidir en un desarrollo económico que genere puestos de trabajo y que obligue a nuestras empresas a buscar mano de obra extranjera. España, un país con evidentes problemas demográficos que aumentarán con el tiempo, necesita también de sangre nueva que, entre otras cosas, rejuvenezca nuestra población y garantice la continuidad de piezas fundamentales de nuestro Estado de Bienestar, como las pensiones. Aparte, hay que seguir apostando por desarrollar los principales países emisores de migrantes. Un mundo más próspero y libre redundará en una mayor seguridad para todos.

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