Tribuna

Domingo Sánchez-Mesa Martínez

Catedrático de la Universidad de Granada

Adiós a Jordi Alberich, un maestro de la comunicación

"Cultura significa solo una cosa: la capacidad crítica y autocrítica que sitúa a cualquiera y a uno mismo en el contexto de la generalidad, sin ser víctimas de la idolatría particular" (Claudio Magris)

Dotado de una gran cultura audiovisual y cinematográfica, al profesor Jordi Alberich, catedrático de la UGR trágicamente fallecido ayer, le gustaba recurrir al llamado 'efecto Rashomon' (surgido del film de Akira Kurosawa, 1950) para ilustrar a sus alumnos sobre la radical modernidad de una forma de relato capaz de representar la pluralidad de puntos de vista, de versiones que pueden existir a la hora de contar una historia y, por tanto, de entender nuestra interacción con los demás y la experiencia de la realidad en el tiempo. Aparte de representar su conciencia sobre la pluralidad de nuestro horizonte cultural y el funcionamiento de los discursos audiovisuales, dicho efecto explica también la circunstancia de que, entre quienes podrían muy bien trazar un perfil del profesor Alberich, en una hora tan triste, me toque a mí compartir con ustedes esta reflexión sobre la importancia de su figura y de su legado, prematuramente truncado.

Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, en BBAA y doctor en Diseño e Imagen por la Universidad de Barcelona, Jordi Alberich (La Bisbal de Falset 1969–Dos Hermanas 2023) llegó a Granada en 2007 para incorporarse a la emergente Área en Comunicación Audiovisual que, con suma inteligencia, elegancia y prudencia, ha liderado a lo largo de década y media. Accedió a la titularidad en 2010, fue coordinador del grado en Comunicación Audiovisual y ocupó varios cargos de gestión tanto en el dpto. de Información y Comunicación como en la Facultad de Comunicación y Documentación, siendo una de las figuras clave en la consolidación del Máster en Nuevos Medios Interactivos y Periodismo Multimedia. Su paso previo por la UOC y antes por la educación secundaria en Barcelona, hicieron de él un universitario muy consciente tanto del valor del magisterio en tanto tutorización del proceso de aprendizaje del alumnado, como del cambio revolucionario que Internet y los nuevos medios traían a la comunicación audiovisual o 'cultura mediática', como él gustaba designarla.

Sus libros Cultura audiovisual digital (2005) y Comprender los media en la sociedad de la información (2012) son imprescindibles para los estudios en comunicación de este siglo en nuestro país. Justo esta semana íbamos a presentar el último volumen coeditado juntos, tras casi 10 años compartidos en proyectos I+D+i, Transmedialización y Crowdsourcing (2002) y lo íbamos a hacer en un escenario y un formato más lúdico de lo habitual, animados a hacer compatible el rigor académico con la necesidad de disfrutar colectivamente de la alegría de pensar, escribir e imaginar junto a colegas, doctorandos y profesionales de distintos ámbitos, disciplinas y países. Hibridación y pluralidad, el placer de la colaboración y el aprendizaje compartido.

Cuando accedió brillantemente a la cátedra en 2021, había enseñado en seis universidades diferentes 20 asignaturas distintas, dirigido más de 100 trabajos académicos, publicado más de 80 textos, muchos de ellos extensamente citados. Pero por encima del altísimo nivel académico alcanzado en sus años como investigador y profesor universitario, lo que va a quedar en nuestra memoria y en nuestro corazón son las enormes dosis de generosidad, calidez humana y caballerosidad que supo compartir e irradiar a su alrededor. En un momento histórico de individualismo y competitividad angustiosa, su compromiso con la filosofía de la cultura abierta y del software libre eran tan solo un síntoma de su filiación consciente y sostenida para con 'los otros', sus alumnos, colegas y compañeros y compañeras de este trabajo tan hermoso que es contribuir a la generación de conocimiento y transmitirlo a las nuevas generaciones. Jordi Alberich conjugaba lo mejor del 'sens' catalán, su eficacia y pragmatismo siempre solidario, con una sensibilidad muy aguda hacia la belleza y las necesidades de los débiles. Tímido y brillante, como muchos buenos artistas, practicaba una humildad sincera, que es la propia de los grandes caracteres, y al mismo tiempo no rehuía la política, la necesidad de intervenir en los asuntos de lo común, sin estridencias ni necesidades de autobombo o visibilidad extrema. Galardonado por la Facultad de Comunicación y Documentación y elegido varias veces padrino de distintas promociones del grado en Comunicación Audiovisual de la UGR, sus discursos fueron siempre piezas de retórica impecable, tan emocionantes como inspiradoras. Ha sido un maestro de la palabra, como también de las pantallas en sus múltiples dimensiones. Polifacético y versátil, estratega y profundamente generoso, particularmente lúcido, sobre todo en esta etapa final que se abría en un momento más tranquilo del último tercio de su carrera profesional.

Por un lado, en el desconcierto del momento, sentimos que no sabemos muy bien cómo vamos a continuar sin él. Por el otro, sabemos que la universidad pública es una carrera de relevos donde los jóvenes se irán subiendo en los hombros de los mayores para continuar avanzando, o evitando que caigamos más, como gustábamos de bromear en inolvidables almuerzos en el Campus de la Cartuja. Pensamos sin remedio en su familia, en su mujer, Encarni y en sus hijos. Nada podrá consolarles ahora, pero sus colegas y compañeros trabajaremos, como siempre lo hicimos con él, para que su magisterio, sus ideas, su modo de estar en el mundo, sean conocidos, se diseminen y sigan posándose en los oídos y en la imaginación de nuestro alumnado y de quienes se acerquen a sus textos con la curiosidad de aprender de un profesor excelente, de un ser humano inolvidable.

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