Tribuna

Dr. Guillermo Vázquez Mata

Catedrático de Medicina

Las olas de calor que nos vienen

En la cúspide de la gravedad se sitúa el golpe de calor con una hipertermia que supera los 40 grados y una mortalidad del 80%, si no se actúa rápidamente

Las enfermedades relacionadas con el calor cobran protagonismo creciente en la vida ciudadana. Para visualizarlo basta decir que en el año 2022 fallecieron en España más de 4.700 personas relacionadas con las olas de calor, cifra que año tras año se supera. Detrás está el incremento de la temperatura media ambiental, a lo que se añaden olas de calor extremo, a las que tendremos que acostumbrarnos desde ahora. Esta situación se agrava con actividades físicas, humedad elevada, deshidratación y fallos en la aclimatación. En las ciudades se añade otro factor, las islas de calor, donde el calor se acumula durante el día, liberándolo por la noche y elevando la temperatura local hasta cuatro grados por encima de su entorno. Los más expuestos son trabajadores y deportistas con actividad al aire libre, mayores de 65 años, embarazadas, niños y, muy especialmente, los enfermos crónicos. En las islas de calor, los ancianos que viven solos son especialmente vulnerables.

El peligro se inicia cuando las temperaturas externas igualan o superan los treinta y cinco grados, momento en que los mecanismos fisiológicos de pérdida del calor se hacen ineficaces y el organismo pasa de emisor de calor a receptor pasivo. Esto se traduce en un aumento de la temperatura corporal denominada hipertemia, que no responde a los antitérmicos. El mecanismo fisiológico para adaptarse a estas temperaturas es la aclimatación. Esta adaptación requiere una semana y en personas mayores y enfermos crónicos más tiempo. La aclimatación se pierde cuando las temperaturas vuelven a la normalidad, lo que supone que cuando regrese el calor hay que readaptarse.

Las lesiones frecuentes por calor son el síncope por calor y los calambres musculares. Estas son benignas. Menos frecuente, pero ya grave, es el agotamiento por calor, caracterizado por una debilidad extrema con una hipertemia de 380 C. Y en la cúspide de la gravedad se sitúa el golpe de calor con una hipertermia que supera los 40C y una mortalidad del 80%, si no se actúa rápidamente. Las dos primeras lesiones citadas se recuperan hidratándose adecuadamente. Las dos segundas requieren el enfriamiento rápido del paciente iniciándolo mientras se espera a los equipos de emergencias. Sin embargo, el 95 % de la mortalidad en las olas de calor no es por el golpe de calor, sino por el fallecimiento de personas de edad avanzada o con enfermedades crónicas, que carecen de reservas fisiológicas. Fallecen por su propia situación, actuando el calor como el gatillo que los descompensa.

¿Qué debo hacer en las olas de calor? Tomar medidas preventivas y estar bien informado. Entre las medidas preventivas destacan la bebida abundante de agua, aunque no se tenga sed, llevar ropa holgada y transpirable, usar sombrero, no secarse el sudor, ducharse con agua fría y evitar las horas de insolación máxima, el alcohol y el exceso de café. Así como buscar espacios con temperatura ambiental baja, como jardines, grandes almacenes o incluso iglesias. A esto debería sumarse un seguimiento personalizado en la población anciana o con enfermedades crónicas para aconsejarles cómo actuar o para paliar su aislamiento. Ayuntamientos y diputaciones deberían de cubrir este espacio. La segunda dimensión es la accesibilidad a la información, que debería apoyarse en la Consejería de Salud, a través de sus diversas plataformas donde el ciudadano pudiera informarse. Así mismo los servicios de emergencias, durante las olas de calor, deberían de disponer de un canal monográfico de comunicación para que la población pudiera resolver sus dudas. Es llamativo que ni el Ministerio de Sanidad ni muchas consejerías de salud visibilicen un tema con miles de muertos anuales. Prevenir es ganar.

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