El Cascamorras colorea en Baza una fiesta con pinta de universal
Miles de personas se concentran en la localidad para celebrar una fiesta con más de 500 siglos de historia y desafiar al mal tiempo
El esperado estruendo de cohetes, el brillo de litros de pintura negra y el combustible de la emoción contenida durante un año han calentado este año el Cascamorras, una fiesta de Interés Turístico Internacional que ha reunido en Baza a miles de personas por una tradición centenaria.
La caída de las temperaturas y un chubasco a media tarde no han sido suficientes para diluir la centenaria batalla de pintura del Cascamorras, una fiesta de Interés Turístico Internacional que busca el reconocimiento de la Unesco como patrimonio inmaterial de la humanidad.
La multitud ha vuelto a convertir en fiesta la derrota del encargado de encarnar a Juan Pedernal, el enviado de Guadix que ha perdido su batalla casi antes de empezarla.
Poco antes de las seis de la tarde, la hora a la que el esperado rugir de tres cohetes marca el inicio del Cascamorras, el cielo se ha pintado de gris como si hiciera un guiño a los litros de pintura negra con los que Baza ha marcado, un año más y como siempre, la derrota accitana.
La amenaza de tormenta no ha vencido a la borrasca de sentimientos en un sábado multitudinario en el que han convivido los que pintan de siempre al Cascamorras, los turistas que buscan que la tradición los marque, y los de las primeras veces.
Esta fiesta crece con los que hoy se estrenan en la tradición, esos niños que se aferran a los padres, pero también con los chavales que ya sueltan la mano familiar para agarrarse a los amigos. Porque hay mil formas de sentir el Cascamorras.
Fran Vera, el Cascamorras de este año, ha protagonizado una carrera multitudinaria y lenta, porque mover a miles de personas ha resultado este sábado especialmente complicado.
Esta fiesta comenzó hace más de 530 años cuando Juan Pedernal, un obrero de Guadix, encontró en el vecino municipio de Baza y durante unas obras la imagen de la Virgen de la Piedad, patrona de los bastetanos, y quiso llevarla a su pueblo.
La falta de acuerdo entre los dos municipios vecinos provocó que la justicia de entonces, con un dictamen ideado para no mojarse, estableciera que un representante de Guadix fuera una vez al año a tierras bastetanas y, si llegaba limpio al templo que resguarda a la Virgen de la Piedad, se llevaría la imagen a casa.
Nació así una batalla de pintura en dos tiempos que hoy ha repetido el resultado de siempre, una derrota por la que el Cascamorras volverá a Guadix el próximo martes para rendir cuentas a los suyos, un regreso para escribir con pintura indeleble una tradición que quiere ser eterna.
Según han informado a Efe fuentes de la hermandad que organiza la fiesta, miles de personas han acompañado al Cascamorras en una carrera con un operativo especial de seguridad coordinado por el servicio de emergencias 112 que ha terminado sin incidentes.
Los miles de litros de pintura negra ecológica que reparte el Ayuntamiento de Baza han dibujado el recorrido de una nueva batalla de la que ya escribió Cervantes en El Quijote.
Lenta, con casi tres horas de fiesta que han parecido más un descenso en familia que una carrera, la historia ha terminado con el ya tradicional "Y no se la lleva, y no se la lleva".
Y tras esta nueva derrota, Guadix volverá a castigar a su Cascamorras por haber perdido, de nuevo y como siempre, la batalla, la que se le ha escapado en cuanto ha empezado la fiesta, con el primer abrazo de la tradición centenaria.
Un año más, dos ciudades han coloreado juntas una fiesta que es pasión, fe, historia y tradición, cinco siglos de emociones con pinta de Patrimonio de la Humanidad
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