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Prevención y calidad de vida
La salud del cerebro se cultiva solo en la vida diaria: en lo que leemos, en cuánto nos movemos, en cómo dormimos… y en cuántas horas pasamos delante de una pantalla. Esta es la idea central que la Sociedad Española de Neurología (SEN) ha querido lanzar desde su congreso anual, que se ha celebrado estos días en Sevilla, con la presentación de una encuesta poblacional sobre hábitos cerebrosaludables en más de 1.000 adultos.
Los datos dibujan una paradoja. Somos muy conscientes del riesgo, pero actuamos poco en consecuencia. “Las enfermedades neurológicas son la primera causa de discapacidad en el mundo y la segunda causa de mortalidad global”, recordó el presidente de la SEN, Jesús Porta-Etessam. Solo en España, estimó, 23 millones de personas conviven con algún problema neurológico. “Son cifras brutales, pero también sabemos que la prevención funciona; podríamos evitar entre el 80 y el 90% de los ictus y hasta el 40% de las demencias si cambiamos nuestros hábitos”, recalcó.
El estudio, diseñado para que sus resultados sean extrapolables al conjunto de la población, ha permitido radiografiar cómo entrenamos –o descuidamos– nuestro cerebro. El primer bloque de resultados apunta a un déficit claro de estimulación intelectual. “Solo algo más de un tercio de los encuestados dedica tiempo semanal a actividades cognitivas como leer, escribir, jugar a juegos de mesa, aprender un idioma o tocar un instrumento”, explicó Javier Camiña, vocal de Comunicación de la SEN. Más del 51% lee menos de tres libros al año y más de un 20% no lee ninguno. Además, más del 60% reconoce no haber empezado a aprender nada nuevo en los últimos doce meses.
Para Porta-Etessam, este es un punto crítico. “La lectura no solo aporta reserva cognitiva; también es un entrenamiento de la atención en un mundo en el que todos sentimos la necesidad de contestar al móvil de forma inmediata”, advirtió. “Tenemos que transmitir a los jóvenes la importancia de focalizar la atención y de tener objetivos de futuro. Sin ese foco y sin un proyecto vital, el cerebro también se resiente”.
Junto al escaso estímulo intelectual, el estudio señala al tiempo de pantalla como gran enemigo silencioso. Casi dos tercios de los participantes pasan más de dos horas diarias viendo televisión en días laborables, y ese tiempo aumenta los fines de semana, especialmente en mayores de 60 años. Pero entre los jóvenes, el protagonista es otro: el uso intensivo de redes sociales. “Casi un 70% de los encuestados dedica más de media hora al día a redes sociales y muchos jóvenes superan las dos horas diarias”, detalló Camiña. “Si sumamos televisión y redes, una parte muy importante del tiempo de ocio se va en consumo digital, y eso no es inocuo”.
Los neurólogos recuerdan que el uso excesivo de pantallas se asocia a peor atención, menor capacidad de concentración y problemas de aprendizaje, además de empeorar el descanso nocturno. “El uso de pantallas por la noche favorece el insomnio de conciliación y de mantenimiento”, apuntó Camiña. El mensaje es claro: hay que moderar el consumo digital, sobre todo en edades tempranas. En este punto, Porta-Etessam fue especialmente contundente: “Por debajo de los 14 años debería haber una restricción clara del uso de nuevas tecnologías, porque es una etapa clave del desarrollo cerebral”. Esa limitación, defendió, debe ir acompañada de alternativas sólidas: lectura, deporte, juego al aire libre, actividades culturales y sociales.
La encuesta también analiza otros factores clásicos de salud cerebral, como el sedentarismo, la dieta, la calidad del sueño o consumo de tóxicos. Solo un 36,7% realiza al menos tres horas semanales de ejercicio físico, más del 44% pasa sentado más de seis horas al día y más de la mitad duerme menos de las ocho horas recomendadas, con un 56% que admite no descansar bien. En alimentación, aunque casi el 80% cree seguir una dieta “moderadamente saludable”, casi la mitad no toma fruta todos los días, un tercio come menos verdura de la recomendada y una cuarta parte consume bollería a diario, con los jóvenes como grupo con peor patrón dietético.
Pero los expertos insistieron en que el foco del mensaje no es el alarmismo, sino la oportunidad. “El cerebro es un órgano entrenable”, subrayó Camiña. “Cada libro leído, cada idioma que empezamos, cada actividad nueva que aprendemos es una inversión en reserva cognitiva. Igual que hablamos de ir al gimnasio para cuidar el cuerpo, deberíamos hablar de ejercitar el cerebro”.
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