Entrevista

Pepe Espinel: pregonero de la Semana Santa de Granada: "Mi pregón es un pregón hecho en familia"

  • La Semana Santa de Granada acoge la celebración del pregón oficial este domingo en el Teatro Isabel la Católica

  • La declamación corre a cargo del cofrade Pepe Espinel, hermano de Jesús Despojado y de María Auxiliadora

"Mi pregón es un pregón hecho en familia"

"Mi pregón es un pregón hecho en familia" / José Velasco / Photographerssports

En apenas unas horas será el momento en el que se desvele el mensaje que el pregonero de la Semana Santa de Granada tiene reservado para los cofrades y para el resto de la ciudad. Un momento grande, en el que José Espinel, desde el Teatro Isabel la Católica, y con el corazón al descubierto invitará a todos a esperar con más ganas si cabe todo cuando está por venir, todo cuanto ha de ocurrir de Domingo de Ramos Ramos a Domingo de Pascua.

Junto la Basílica de la Virgen de las Angustias, el pregonero descuenta horas para iniciar esta jornada. Lo hace dando un paseo, como acostumbra, por la ciudad: tal vez por el Albaicín, quizá llegando hasta la Abadía del Sacromonte o puede que por la Silla del Moro. Aún no lo tiene decidido. Sí sabe, en cambio, que se dispone a vivir "el domingo más bonito de mi vida". 

José Espinel. Pepe, ¿cómo se has vivido las vísperas del pregón?

Han sido unos días muy intensos en el más amplio sentido de la palabra. Si el día, en vez de 24 horas hubiera tenido 28, hubieran sido pocas también. En cualquier caso, son días muy bonitos: por el interés de todos los medios en pensar que tengo algo importante que contar, por el whatsapp de los amigos que preguntan que cómo estás; o la llamada de algún cofrade, que hace mucho que no ves, pero que te llama para ver si necesitas que te echen un mano. Días muy intensos, pero muy felices. Todo ha sido en un abrir y cerrar de ojos. En los últimos cuatro meses han pasado, efectivamente, muchas cosas. Ha ido como meter en un frasco toda la vida de una persona, con sus pros y sus contras; muchas vivencias, presión por no llegar. Y también ilusión. Una montaña rusa de sensaciones donde todo pasa rápido y lento a un mismo tiempo. 

Con toda tu experiencia y bagaje en el mundo de las cofradías, ya de gloria ya de penitencia, ¿en qué momento de tu vida llega?

Llega en el momento que ha tenido que llegar. Si hubiera llegado hace cinco años o dentro de cinco no hubiera sido igual. Pero tampoco hace tres meses o dentro de otros tres. Cuando murió mi padre, hace tan solo unos meses, ya tenía el pregón escrito; ahora hubiera escrito otro distinto. Uno no deja de ser fruto de sus circunstancias. En cualquier caso, han encontrado a un pregonero sereno, maduro y con muchos años de cofradías a sus espaldas; con la vida más o menos hecha. Lo he escrito en familia, porque no me puedo disociar de ellos; no puedo abstraerme y encerrarme en una habitación a escribir. Somos familia numerosa, todos cofrades, y hemos convivido y compartido el pregón. Hay ideas de mis hijos y mi mujer, y entre todos hemos dado forma al pregón. Sí, efectivamente. Es un pregón hecho en familia. 

No sé si alguien, alguna vez, está preparado para recibir una llamada en la que le comunican que es pregonero. 

Cuando estuve en el pregón el año pasado ni se me pasó por la cabeza que algo así fuera a recaer sobre mí. Fue algo, realmente, inesperado. Además la situación fue muy curiosa: el presidente de la Federación no tenía mi número de teléfono y para que se no filtrara quién era el pregonero contactó conmigo a través de Facebook. Cuando ya compartimos el teléfono y me llamó pensé que era para meterme en algún 'fregao' relacionado con la Magna. Pero no. Me pilló trabajando en el despacho y me quedé en estado de shock. Es un sentimiento difícil de explicar y de digerir. Lo primero fue llamar a mi mujer para contárselo y luego esperar a que vinieran mis niños del colegio para contárselo también. Sí puedo decir que lo primero que hice fue salir del trabajo e ir a buscar alguna de las iglesias cercanas adonde trabajo para sentarme y rezar ante alguna imagen. Fui a Los Dolores, poco después de la restauración de la Virgen de la Cridad. Me senté y estuve allí unos quince minutos llenos de regusto cofrade. Es algo que no se me olvidará en la vida. 

Por cierto, qué bonito y qué emotivo eso de ser pregonero y compartirlo con una familia que, desde su origen, ha nacido formando parte de una cofradía. 

Por el contexto de Granada es imposible que hubiera muchas familias con una gran trayectoria cofrade, de varias generaciones. Puedo decir que mis hijos han tenido esa oportunidad, sintiendo su hermandad desde que nacieron y siendo en en la hermandad, en la de Jesús Despojado, donde han echado los dientes. De hecho una de las partes del pregón va en ese sentido: incidiendo en dejar a la juventud que escriba el libro de su vida cofrade, presente y futura; dejándoles que vivan y crezcan en hermandad. Que sea allí donde vayan a misa los domingos, que sea en su hermandad donde se casen y donde nazcan también sus hijos. Tenemos que ser responsables de este tipo de actitudes y tener en cuenta que el futuro está sus manos. 

Y sin desvelar lógicamente nada, ¿cuál ha sido el fundamento sobre el que has querido construir el pregón?

Llevo yendo al pregón de la Semana ininterrumpidamente desde el año 1999 y, a mí, el pregón me gusta que sea como es su pregonero. No me gustan las imitaciones ni las invenciones. Me gusta que cada cual exprese lo que tiene de acuerdo a sus circunstancias; como fue el de Luis Javier López o el de Álvaro Barea, por poner solo un ejemplo. Mi pregón es el pregón de una generación, la que vivió la Semana Santa del principio de los años 80: con la configuración de sus primeros pasos y sus primeros palios, con hermandades cortitas de nazarenos. Pretendo que mi pregón sea el de esa gente que, como yo, hemos vivido esa Semana Santa. 

Sin florituras.

Es un pregón como yo, clásico en el sentido más literal de la palabra. No podía hacer un pregón extravagante ni tampoco reivindicativo. Está pensado para que quien lo escuche esté a gusto y cómodo, sintiendo la necesidad de vivir los días que nos esperan. Es un canto a la Semana Santa, a Granada y sus imágenes. Es un pregón para nuestras hermandades. Es un pregón de fe y de vivencia cristiana. Mezclo prosa y poesía a partes iguales y es aquí, quizá, donde más me he estrujado. 

Y la experiencia del folio en blanco, ¿qué tal?

Tengo la suerte de, en menos de nueve meses, haber pregonado a las glorias y ahora a las hermandades de penitencia. Me ha servido de entrenamiento. No es lo mismo presentar un cartel o pregonar a una hermandad en concreto que dirigirte a tantos cofrades de tantas hermandades. Y más cuando todo ello engloba una liturgia y un protocolo tan grande. Además, nunca he estado en el circuito de los pregones. Ni me he postulado nunca ni tampoco se me pasaba por la cabeza. He querido dar lo mejor de mí, viviendo y sintiendo todo lo que he dejado escrito. Me he conseguido estrujar y había veces que cuando entraban mis niños estaba 'embarracado' llorando, llevándome a recordar momentos que había vivido. De hecho, si tuviera que quedarme con algo, son esos dos meses en los que estuve escribiendo. Fue único. 

Y cuando todo pase, ¿qué impronta pretendes deje el pregón?

Voy al teatro lleno de orgullo y con toda la humildad, con mis vivencias debajo del brazo. No pretendo que sea un pregón diferente del que gusta a un cofrade. Tengo muchas ganas de contar cosas. Además, Granada es tremendamente agradecida con sus pregoneros. El pregón se va a aplaudir, eso no tiene mérito. Me conformo con que la gente, al salir, tenga un poco más de ganas de Semana Santa de con las que entró. El pregonero no tiene que aburrir, tiene que ilusionar al que está al otro lado. La Semana Santa en Andalucía es alegre porque termina con la resurrección. Que la gente salga alegre. Y al que no le haya gustado lo recibiré igualmente con los brazos abiertos.

Las galas del pregonero

No hay alfombra roja ni photocall como en los Goya, pero en el pregón siempre gusta saber, también, qué indumentaria lucirá el pregonero. Aunque hay cosas reservadas para la ocasión, Pepe Espinel explica algunos de los detalles. "He recibido pequeños presentes pero no lo importante no es el regalo sino las manos de que los da". Así, y aunque ha recibido unos gemelos por parte de la alcaldesa, Marifran Carazo, ese día lucirá aquellos que han sido regalo de su mujer e hijos. Igualmente, lucirá un pañuelo bordado a mano por las monjas de San Antón, regalo de su amiga Inmaculada Rodas. Sobre la solapa de la levita, una cruz de San Juan, obsequio de Víctor Vedia; y los labios los refrescará con agua salida de una jarra que le ha regalado la Archicofradía de María Auxiliadora. Tampoco faltará el recuerdo a quienes no están físicamente pero siempre le han de acompañar: su padre, a través de la medalla que lucirá al cuello, y un reloj que perteneció a su abuelo. 

Con todas estas galas irá el pregonero hasta las Comendadoras de Santiago para escuchar misa e iniciar el besapié al Señor de la Oración en el Huerto. Pero siempre rodeado de su gente: "me han dicho que soy el pregonero que más entradas ha pedido, pero es que quiero que mi gente vaya conmigo. Sin ellos, no soy nadie". La indumentaria no es solo lo que uno lleva puesto, sino con lo que se abriga en el día a día. La familia y los amigos, los mismos con los que comparte los momentos previos al Domingo de Ramos para vestirse de nazareno, y también ahora para subirse a las tablas del teatro. Donde hay dos o más en nombre del Señor, ahí está él en medio de todos. Pepe Espinel lo corrobora: "Con mi madre, mi familia y mi gente, ahí yo veo al Señor".

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