Crónica | Lunes Santo 2022

Lunes Santo en Granada: del fervor del barrio al silencio del Santo Cristo

  • La amenaza de lluvia y calima respetó a las cofradías, que salieron a la calle para realizar estación de penitencia

  • El Cristo de San Agustín volvió a las calles tras haber celebrado el quinto centenario de su talla

Lunes Santo en Granada: del fervor del barrio al silencio del Santo Cristo

Lunes Santo en Granada: del fervor del barrio al silencio del Santo Cristo / José Velasco / PHOTOGRAPHERSSPORTS

Cuando las cofradías de Lunes Santo abrieron las puertas de sus templos para que fieles, hermanos y curiosos se acercaban a contemplar de cerca los pasos y disfrutar del ambiente previo a la estación de penitencia, la gente aún hablaba de la ensoñación de un Domingo de Ramos tan radiante como perfecto. Tras un inicio radiante, el Lunes Santo se presentaba con un horizonte marcado por el interrogante de la lluvia y la calima que tenía previsto hacer su aparición, nunca deseada, a primeras horas de la noche.

Los pronósticos no se cumplieron y ello permitió que las cinco hermandades que tenían previsto realizar su estación de penitencia pudieran volver a las calles. La participación en los cortejos, se mantuvo; y la ciudad, una vez más, respaldó a las cofradías con su presencia en las aceras. 

El fervor de un barrio

Las ovaciones, los piropos, los vivas y los sentimientos a flor de piel hicieron acto de presencia en el Zaidín en cuanto los primeros centímetros del paso de misterio del Santísimo Cristo de Trabajo tocaron el asfalto de la calle Navarra. El despliegue de nazarenos en el itinerario de ida mostró el tirón de las hermandades de barrio cuando toman la calles. Las costaleras del caído zaidinero anduvieron, tras muchos años, al son de agrupación musical: no cambió su espíritu ni su estilo. Recayendo sobre los costeros, reteniendo su andadura, picando el paso y poniéndose de largo, para no irse, echando la zurda 'alante'.

Los cimbreantes gladiolos de las esquinas anunciaron, a los cuatro vientos, la presencia de la Virgen de la Luz. Desde que las plantas de Nuestra Señora pisaron las calles de su barrio, la exuberancia rutilante de la flor de cerca dejó credenciales de qué debe ser un palio de barrio. Y lo hizo de principio a fin. Sin embargo muchos se preguntaron: ¿por qué La Luz, en su concepto y en su estilo, tuvo que cruzar la mitad de Ganivet a tambor sin marcha con la que ronear y dar cuenta de su acreditada personalidad?

La elegancia comendadora

Cuando Sánchez Mesa compuso el misterio del Señor del Huerto nunca pensó en que terminaría por ejecutar uno de los misterios más acabados de la Semana Santa andaluza. Arrodillado sobre un calvario vegetal, el Señor se paseó por Granada con el izquierdo por delante. Elegante y medido, compaginó la valentía de su andar con el compromiso de ganar calle, permitiendo lucir el trabajo de quienes llevan sobre su cerviz al misterio. Sin plumas, Jesús Despojado puso compás y partitura, un año más y como siempre, al primero de los pasos de la cofradía.

María Santísima de la Amargura encandiló con la dulzura de su rostro en un Lunes Santo que, poco a poco, fue perdiendo la luminosidad natural del sol. Rebosó elegancia en su discurrir por la carrera oficial con un repertorio que dejó momentos estelares, entre ellos el homenaje al maestro López Farfán en el 150 aniversario de su nacimiento, con los sones de La Esperanza de Triana. El cambio de horario de la cofradía, sin embargo, privó a los granadinos de una las recogidas más emblemáticas de toda la Semana Santa, cuando en las primeras horas de la madrugada, la hermandad daba rienda suelta al espíritu más genuino de su carácter de capa.  

Los Dolores de María

Santo y seña de las hermandades de Granada, la cofradía de Los Dolores volvió a las calles tras dos años de ausencia. La calzada se tiñó de blanco al paso de la corporación, con un mar de nazarenos de túnica, antifaz y cíngulo blanco solo roto por la cruz aspada de los Habsburgo hispanos. Bastó la presencia del palio salmón de la Virgen de los Dolores para dibujar la presencia de una de las advocaciones más antiguas de la ciudad, hecha cofradía el Lunes Santo granadino. Exquisito el exorno floral, compuesto por una mezcolanza de flores rosas de distintas tonalidades, que no hizo sino realzar la belleza del paso de la dolorosa de manos juntas.

Especialmente emotiva fue la salida de la hermandad como también la llamá de Antonio Rodríguez. En las palabras que dirigía a sus pupilos, el recuerdo a quienes faltaron este Lunes Santo en San Pedro. Entre ellos, la profesora Pilar Bertos, hija de uno de los fundadores de la cofradía, que murió durante los primeros compases de la pandemia. Y la emoción vino por reencontrar, también, las estampas de siempre, las que nunca cambian: qué sería de la noche de esta jornada sin La Madrugá en las Pasiegas.  

Una estampa distinta

El Señor de la Magdalena trajo a Granada un mar de nazarenos gualda y carmesí. El clasicismo granadino hecho túnica nazarena. El extenso cortejo convirtió, hasta el momento, a la hermandad en unas de la mejor presentadas y armadas de la Semana Santa de Granada. Clásico en su andar, como también clásico el calvario rojo de clavel para alfombrar los pies del Hijo del Hombre. Y sonó Oración en Ganivet, otra señal más de esa música de siempre, la que reconcilia al oído del cofrade con la tradición. Y entre todo eso, surgió la duda y la pregunta: ¿por qué el Señor de blanco?

Maniobra de última hora: era preferible vestir al Señor de liso porque la calima amenazaba y podía perjudicar a los bordados de la túnica persa, como si la lluvia y el barro fueran inocuos para una talla del siglo XVIII. De verdad, ¿era necesario presentar a un icono devocional y estético de la Semana Santa de Granada con una túnica fuera del registro y el color de siempre? Los guardianes de las esencias, al parecer, resultan según humor. 

Muerto en la cruz de plata

Luto, silencio y recogimiento para venerar la muerte de Cristo. Así respondió Granada al paso de la Hermandad del Santo Crucifijo de San Agustín, enmudeciendo al toque del muñidor. Altos capirotes de negra sarga marcaron el contrapunto al clasicismo y al fervor desmedido de los barrios. Música de capilla y voces corales dieron color al andar de los pasos de la cofradía, siempre de largo y ganándole metros a la calle. A pulso, levantó la cruz de plata del Sagrado Protector, que rutilaba con el nuevo tonelete que los jóvenes de la hermandad ofrendaron al primero de los crucificados que procesionan en la Semana Santa de Granada. 

Nuestra Madre y Señora de la Consolación arrolló en cada levantá, con el armónico estruendo de los varales golpeando sobre la mesa. Los pupilos de Pepillo Carvajal llevaron a Granada un misterio bajo palio: en el que San Juan y Santa María Magdalena confortan a la Virgen por la muerte del Mesías.

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