Un toro taladra el cuello a Aparicio

El festejo quedó en un mano a mano entre El Cid, que cortó una oreja al sexto toro, y Morante, quien contó con un mal lote · Saltaron hasta nueve astados, de tres hierros, en una tarde marcada por el drama

Un toro taladra el cuello a Aparicio
Luis Nieto

22 de mayo 2010 - 01:00

GANADERÍA: Se estoquearon cuatro toros de Juan Pedro Domecq, destacando primero y sexto, que fue ovacionado en el arrastre; un sobrero de Gavira, como cuarto bis, noble y sin fuerzas; y otro sobrero, de Mari Carmen Camacho, como quinto tris; de mal juego. TOREROS: Julio Aparicio, de plata y negro. Fue herido en su primero. José Antonio 'Morante de la Puebla', de tabaco y oro. Media en el que mató por Aparicio (silencio). Media (silencio). Dos pinchazos y media (silencio). Manuel Jesús 'El Cid', de verde y oro, que sustituía a Manzanares. Dos pinchazos y media (saludos). Estocada (saludos). Estocada (oreja). INCIDENCIAS: Las Ventas. Viernes 21 de mayo. No hay billetes. Aparicio fue operado de "herida en región submandibular con una trayectoria ascendente que penetra en la cavidad bucal, atraviesa la lengua y alcanza el paladar, produciendo fractura del maxilar superior. Pronóstico muy grave". Fue trasladado al Hospital 12 de Octubre. En banderillas, saludó Otero en el primer toro. Bien la cuadrilla de Aparicio en el sexto toro.

Un cuchillo del jabonero Opíparo entró bajo la mandíbula y salió por la boca de Julio Aparicio, de cuyo cuello comenzó a manar sangre abundantemente. Una blanca toalla taponadora acabó en segundos en roja bandera con tintes trágicos. Las asistencias corrieron en busca de ese faro salvador que es la enfermería... Y la bullanguera plaza venteña se hundió en silencio funerario. Todo eso sucedió en un abrir y cerrar de ojos.

Segundos antes, Aparicio había dibujado un par de bellas verónicas, que abrochó con una media airosa. Había comenzado la faena fuera de cacho, entre las protestas de los mismos espectadores, cuyos semblantes pintaban ahora rictus de horror. Y cuando Aparicio se echó la muleta a la izquierda, el toro le tropezó y zancadilleó. El diestro, desde el suelo, frente a las amenazantes astas, tardó en reaccionar y apostó por hacerse el quite con la muleta. Entonces, el vareado y astifino toro, de fuerzas justas y suma nobleza, le taladró limpiamente y sin piedad la garganta. Morante, erigido en director de lidia, estoqueó al astado. Se corrió turno y todo quedó en un mano a mano entre el diestro de La Puebla y El Cid.

El saltereño, que sustituía a Manzanares, se jugaba muchísimo ayer en Madrid. Salió vivo de la apuesta, cortando la única oreja del festejo al último toro. Sucedió con Disparate, un animal con las puntas mirando al cielo y el hocico por el suelo. El Cid lanceó con buen aire a la verónica y cerró con una media un punto barroca. En la faena, que brindó a su compañero herido, a quien correspondía este toro, hubo intensidad. Con la diestra, logró varias tandas de muletazos mandones y templados, brillando especialmente en un par de ellas. En otra, tras un par de enganchones, engarzó un pase de pecho espléndido. El torero no pudo sacar provecho por el pitón izquierdo, por donde se metía el animal. Tras una estocada certera, premio.

Con anterioridad, tras la cogida de Aparicio, El Cid se hizo el ánimo y se peleó con Hastiado, un negro mulato que le dio un susto cuando le desarmó en los lances de recibo y que en la muleta le propinó un volteretón terrible, rasgándole la taleguilla, sin calarle. El trasteo se saldó con una ovación. Después de una tregua por parte del sector crítico de la plaza, se desataron las protestas ante la falta de trapío e invalidez del siguiente toro, que fue reemplazado por un sobrero de Gavira. El Cid tuvo en suerte un animal bien hecho, muy noble y flojísimo, que perdió las manos en varias ocasiones. El saltereño, en una faena desigual y carente de emoción, destacó en una tanda por cada pitón. Fue ovacionado. Cuando quiso salir del callejón al ruedo para saludar escuchó algunos pitos y se metió entrebarreras.

Morante estuvo por encima de su mal lote. Finiquitó a su primero, un jabonero que no se entregaba. El torero tampoco se dio coba. Saltó su segundo, remiso a la hora de embestir. Y tras grandes protestas, pañuelo verde y al corral. En su lugar saltó el segundo sobrero de Gavira. Tras nuevas protestas, devolución. El personal, ya de muy mal humor, se preguntaba de qué divisa sería el tercer sobrero. Y pisó la arena un feísimo toro de Mari Carmen Camacho, algo ensillado y larguísimo, que de salida destrozó un burladero.

Morante, de manera pasional, arrancó un manojo de mandonas verónicas a un astado que se quedaba cortísimo. Otro quite fue pura miel a la verónica. Pero el toro, a la defensiva, no dio opciones en la muleta. Pese a ello, Morante, que disfruta del momento más dulce de su carrera, ofreció varios muletazos de gran calidad, especialmente al natural.

La corrida fue un fiel reflejo de los valores de la Fiesta, donde al alimón conviven tantas veces la tragedia y el éxito; el drama y el triunfo. Ayer, con un torero, Julio Aparicio, cuyo torrente de sangre se arrojó precipitadamente por el ventanal de su cuello taladrado se abrió al poco la puerta de la verde esperanza para El Cid, quien entró como sustituto y se congració con su plaza de Las Ventas.

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