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Relajarse sin dejar la oficina

  • Hacer yoga en el mismo espacio de trabajo ya es posible gracias a la iniciativa de dos emprendedoras afincadas en Granada capital

Varias 'coworkers' trabajan en el espacio Anda, situado en plena Avenida de Andalucía.

Varias 'coworkers' trabajan en el espacio Anda, situado en plena Avenida de Andalucía. / reportaje gráfico: carlos gil

El frenético ritmo de vida de estos tiempos ha posibilitado que en ciudades como Tokio o Nueva York algo tan español como dormir la siesta se haya convertido en un verdadero icono de la cultura esnob. Allí donde se presume de nivel de vida, desarrollo y tecnología punta es fácil encontrar locales en los que un yuppie es capaz de apoquinar veinte dólares por realizar una acción tan primigenia como es echar una 'cabezadita'.

El mundo está en permanente transformación y la vida cada vez corre más deprisa. La abundancia de profesiones liberales está propiciando la aparición de coworkings, espacios de trabajo común en los que, a cambio de una mensualidad, autónomos y emprendedores pueden desarrollar su actividad en una oficina compartida junto a otros similares, con los que intercambiarán ideas y fomentarán una cultura de cooperación creativa.

De la casi veintena de usuarios de Anda, más de media docena ha abrazado ya la iniciativa

Pero ni siquiera en un ambiente independiente y alejado de la cadena de mando se está libre del estrés. Y han tenido que ser precisamente dos emprendedoras quienes se den cuenta de ello. Sus nombres: Linda Westendorp y Victoria Carreras. La primera imparte clases de yoga en Granada Spirit, una escuela que regenta en plena Gran Vía. La segunda dirige Anda Cowork, un coworking enclavado en la bulliciosa Avenida de Andalucía a la altura de Ribera del Beiro. Es en este espacio donde cada miércoles, desde el pasado 19 de septiembre, Linda cruza la puerta para transformar el estrés y los nervios de una jornada entre ordenadores, informes y correos electrónicos en relajación, espiritualidad y equilibrio.

Como el Madison Square Garden en un fin de semana en el que se alternan los Knicks y los Rangers, una de las salas del coworking se transforma en tiempo récord. Los coworkers interesados dicen adiós a las mesas, las sillas y el papeleo para saludar a las alfombrillas y la clásica postura del árbol. Pero eso sí, de manera adaptada, "pues no es lo mismo trabajar aquí que en un espacio donde siempre hay yoga. Aquí entro y soy yoga, y ese también es mi desafío", matiza Linda.

De esta forma, se apagan los ordenadores y comienza la tranquilidad con una fórmula que evidencia la tendencia de la sociedad urbana actual a combinar los quehaceres diarios con el tiempo libre, concentrando ambos en espacios físicos y temporales idénticos o, al menos, parecidos. "El yoga tiene esa parte de equilibrio que combina con un espacio de coworking. Anda lo concebí como un sitio que tuviera siempre vida. Habíamos hecho mindfulness o coaching, y el yoga era algo que me apetecía desarrollar", abunda Victoria, quien encontró la vía ideal para desarrollar su idea tras conocer a Linda.

De los cerca de 20 coworkers de Anda, más de media docena abrazaron la iniciativa nada más echar a andar. Un número que esperan aumentar poco a poco. Pese a que, en principio, la actividad está programada para los miércoles al final de la jornada de trabajo, Victoria Carreras abre la puerta a "otras posibilidades, porque aquí hay mucha flexibilidad y habrá que ir viendo cómo encajarlo con gente que tiene otros biorritmos". Por su parte, Linda Westendorp destaca el hecho de manejar un grupo reducido frente a las cerca de treinta personas que tutela en cada sesión de su escuela. "A veces me llaman empresas y me dicen: 'Linda tenemos estrés, ven'. Y yo pienso que es una pena, porque quiero llegar antes de que aparezca el estrés. Todos queremos ser felices, pero todos tenemos momentos tristes. Y para mí la clave es el equilibrio. Cada vez lo necesitamos más que nunca", insiste la profesora.

Westendorp, que habla cinco idiomas (español, inglés, holandés, alemán y un poco de francés), imparte sus clases en "spanglish" porque, asegura, "hay una mezcla de personas, estilos, trabajos y nacionalidades". "Abrir la mente es también yoga, y cada vez es más común que vengan hombres" a meditar y relajarse con una actividad tradicionalmente practicada por mujeres. Y es que el yoga, como subraya Linda, "no está en una sala, sino que empieza cuando sales de casa; y puede ser un hobby o un ejercicio para hacer en tu tiempo libre. Al trabajar el nivel emocional puede salir una risa o una lágrima. Siempre pregunto a mis alumnos que cómo están y siempre me contestan lo mismo: 'Aquí estamos'", reconoce entre risas.

La sinergia entre estas dos emprendedoras no sólo ha expandido la actividad empresarial de ambas, sino que les permite crecer personalmente. Victoria Carreras reconoce que, hasta la fecha, "no había practicado yoga, pero he empezado y sabía que me iba a gustar". "Tiene la parte de relajación que necesitaba", celebra al tiempo que pronostica que "me va a venir muy bien y espero poder transmitirla poco a poco a los compañeros". "Los coworkers que practican yoga te dicen que necesitan parar y hacer algún tipo de relajación. Vivimos acelerados y yo me he propuesto, por ejemplo, esperar a que los semáforos se pongan en verde. Ese pararte y no cruzar le quita a tu cuerpo la inmediatez de que todo tiene que ser instantáneo", apunta. Lo dicho, el yoga no está en una sala, sino que debe encontrarse en cualquier lugar. Lo de poner el punto de pausa también vale para internet.

Linda (izquierda) y Victoria (derecha) practican la clásica postura del árbol

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