josé abad. profesor de la Universidad de Granada

"Cada época tiene las cintas que se merece"

  • El profesor granadino José Abad presenta su último trabajo, 'Mario Bava. El cine de las tinieblas' El libro recorre la vida del desconocido autor y esplendor de las cintas italianas

A José Abad (Granada, 1967) no hay tiniebla que se le resista. Así lo demuestra en su último trabajo, Mario Bava. El cine de tinieblas: un ensayo para todos los públicos que convierte la oscuridad en una oportunidad de conocimiento. Jugando con los dobles sentidos, este profesor y crítico de cine realiza un recorrido por el celuloide italiano de la última mitad del siglo XX: un periodo aún entre tinieblas, de inexplorado. Asimismo, Abad aspira a descubrir al lector las bondades de Mario Bava, un cineasta tan sombrío como fascinante.

-¿De dónde surge su afición por este periodo de la historia del cine?

-De crecer viendo este tipo de películas en programas dobles del Zaidín. Y aunque no viera nada de Mario Bava, sí que vi mucho de sus coetáneos. Como cinéfilo, siempre lamenté la escasa atención que la crítica dedicó al cine fácil de etiquetar, mientras que a autores como Fellini, Visconti o Scorsese se les consideraba intocables porque escapaban a cualquier clasificación. Con mi trabajo he querido romper una lanza a favor de un cine que la crítica siempre ha mirado con altivez.

-¿Qué es lo más fascinante de la figura de Mario Bava?

-Bava fue un cineasta que realizó todo tipo de cine con muy pocos medios, ya fuera western, cine de terror, histórico o de romanos. A todas sus producciones añadió un gusto muy particular por la tenebrosidad: Tim Burton, por ejemplo, se confiesa admirador suyo. Su cine tiene una gran capacidad para conectar con ciertas pulsiones primarias. Posiblemente Bava no fue un maestro del cine pero, ¿acaso solamente podemos hablar de los grandes? ¿Por qué no hablar de los soldados de a pie? 'Maestro del cine' es una etiqueta que se coloca alegremente a muchos cineastas a quienes les viene grande.

-¿La inflexibilidad de la crítica se debe, quizá, a una cuestión de pereza intelectual?

-Para empezar es una cuestión de elitismo. Basta que un autor ruedes tres buenas películas para que le coloquen bajo palio y se convierta en intocable. La historia del cine está plagada de autores que han vivido de las rentas. En cambio, directores que han mantenido una carrera notable pero nunca rozaron lo magistral parecen no significar nada. Además, existe cierta pereza desde algún sector de la crítica que 'no se digna' a ver una película de romanos o ciencia ficción. También hay pereza por parte de los propios cinéfilos: muchos de ellos padecen una 'tortícolis' que les impide mirar hacia atrás, consumiendo únicamente aquello que impone la televisión o la cartelera.

-Como espectadores, ¿nos ha malacostumbrado el lenguaje del cine actual a la hora de consumir cine de otras décadas?

-La narrativa cinematográfica actual está completamente acelerada: sólo consiste en planos cortos, movimientos de cámara cada vez más rápidos y un montaje trepidante. Bien utilizada, la aceleración es un recurso muy eficaz: la escena de la ducha de Psicosis, por ejemplo, es acelerada porque necesita serlo. En el cine de décadas anteriores existía, aún, cierto placer estético en la composición del plano o el tiempo interior de la escena lo que permitía valorar el contenido del encuadre o la interpretación del actor. Gran parte del cine de hoy es una montaña rusa vertiginosa e injustificada. Si el cine es el arte de la mirada, este tipo de narración no permite mirar nada en absoluto. No deja tiempo al placer estético.

-Comienza su libro afirmando que el cine europeo de los años sesenta y setenta es un territorio inexplorado. ¿Qué nos falta por descubrir?

-A muchísimos autores. Dentro del cine italiano, por ejemplo, están Mario Bava, Riccardo Freda, Vittorio Cottafavi o el propio Sergio Leone: cineastas a los que no se les conoce tanto como debería. La narrativa de Leone, por ejemplo, supuso una revolución en su época. A los dos años de su primer rodaje ya copiaban en Hollywood su estilo e iconografía. De hecho, fue él quien descubrió a Clint Eastwood. El cine italiano de esta época fue muy poderoso y merece ser conocido. Fue la única cinematografía capaz de hacerle sombra a Hollywood.

-En su libro se remonta a los inicios de la historia del cine, desde donde habla de "una forma de entender la profesión, hoy extinta". ¿Lo afirma con nostalgia?

-Quizá haya algo de tristeza ante la desaparición de una forma de hacer cine, pero no es una nostalgia llorona. La renovación siempre supone un proceso de descarte: con la llegada del cine sonoro, por ejemplo, muchos cineastas se llevaron las manos a la cabeza y anunciaron que el cine había muerto. Y lo cierto es que el cine no morirá jamás, aunque sí puede convertirse en algo que disguste al cinéfilo de hoy.

-¿Qué ha cambiado en el cine popular de hace unas décadas y las producciones actuales?

-El cine de hace cincuenta años era más imaginativo, en la medida en que trabajar con menos medios potenciaba más la creatividad. También era un cine mucho más temerario, inquieto y sugerente. El cine actual es poco valiente en términos ideológicos, muy prudente: se dirige a una sociedad poco inquieta intelectualmente, acomodada y poco atrevida. El cine de Bava o Leone sí proponía ideas incómodas.

-¿Cómo entiende la espectacularización del cine de hoy?

-A priori no es negativa. De hecho, el arte siempre ha potenciado la idea de espectáculo: el Vaticano, por ejemplo, es todo un espectáculo visual; la Capilla Sixtina también es una 'superproducción' en cinemascope. La cuestión es que se haga un espectáculo 'tontorrón' o un espectáculo inteligente. El cine hegemónico actual está maleducando y empobreciendo al público. Pero no es sólo culpa de la industria sino del propio espectador, que no se exige más a sí mismo. Cada época tiene las cintas que se merece: la posibilidad de ver otro tipo de cine sigue siendo amplísima.

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