Mar adentro

milena Rodríguez / gutiérrez

Hacernos suecos

SUPONGO que algunas noticias demuestran que la expresión "hacerse el sueco" no tiene por qué resultar siempre peyorativa, o insultante. Todo lo contrario. Algunas veces una tiene unos deseos tremendos de "hacerse el sueco", o la sueca.

El gobierno municipal de Gotemburgo, la segunda ciudad más importante de Suecia, ha decidido poner en marcha un curioso y atrevido experimento. Se trata de comprobar si las 8 horas que ahora constituyen la jornada laboral de los trabajadores pueden llegar a resultar excesivas o estresantes y si pudiera ser recomendable reducirlas.

Durante el experimento, la mitad de los trabajadores municipales va a mantener su jornada habitual de cuarenta horas semanales, mientras el resto tendrá una jornada diaria de ¡6 horas! El propósito es conseguir que esos trabajadores con horario reducido tengan menos bajas laborales, menos estrés laboral y, dicen los dirigentes gotemburgueses, "se sientan mejor física y mentalmente después de tener jornadas laborales más cortas". Dentro de un año, los dirigentes de la ciudad de Gotemburgo, del Partido de la Izquierda, evaluarán los resultados del experimento y decidirán entonces si se reduce o no la jornada laboral a 6 horas. Pero, mientras tanto, esa jornada laboral reducida será una realidad gozosa al menos para la mitad de los trabajadores municipales de la ciudad. Una reducción de jornada que no implicará, por supuesto, ninguna reducción de salario.

Mientras en España, y en buena parte de Europa, se aumenta la jornada laboral de 8 horas, o se aumenta el contenido del trabajo fingiendo que se mantiene la misma jornada, los suecos, siempre en lo suyo, estudian si es deseable, o conveniente, reducir la jornada laboral de los trabajadores de a pie a 6 horas.

Ahora que el 1 de mayo nos queda tan cerca, quizás sería una reivindicación necesaria que los trabajadores reclamáramos el derecho a la ciudadanía sueca. Y que pidiéramos todos, en masa, hacernos los suecos. Para beneficiarnos de los derechos laborales que los trabajadores de ese país que va por libre parecen disfrutar en abundancia. O, en todo caso, podríamos hacernos otro regalo primermayino: permutar los vergonzosos dirigentes de nuestras ciudades por los de la moderna ciudad de Gotemburgo, al menos por un año. Aunque me temo que los suecos no aceptarían ese canje: no creo que estén dispuestos a "hacerse los españoles". Ni siquiera durante 6 horas.

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