Mar adentro

milena Rodríguez / gutiérrez

Gustos leves

ME gusta el Príncipe de Asturias porque su reinado será leve. Porque mandará mucho menos cuando sea Rey que algunos jefes de Estado que adoptan títulos aparentemente progres y modernos pero conducen sus países como si fueran reinos heredados. Y a sus ciudadanos como si fueran súbditos.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque es discreto y limpio, y tiene buenos modales, no ofende ni grita en público y, al menos hasta ahora, nadie conoce que tenga una cuenta en Suiza o que haya recibido ingresos en negro.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque lleva más tiempo que nadie en España entrenándose para ser Jefe de Estado y eso garantiza, o al menos hace suponer, que el complejo deporte de ser rey se le dará bien.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque aunque tiene derecho a votar, siempre ignoraremos cuál ha sido su voto en las municipales o en las autonómicas, en las nacionales o en las europeas y tampoco sabremos (hay cosas que es mejor no saberlas) con qué partido político simpatiza.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque está casado con una mujer de clase media, periodista y divorciada con la que sale a visitar exposiciones de arte o a ver películas subtituladas.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque me gusta que la forma del Estado español continúe siendo la de una monarquía parlamentaria y siga pareciéndose (¡y qué bien estaría que se pareciera también en otras cosas que nada tienen que ver con la forma de Estado!) al de países como Noruega, Suecia o Dinamarca.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque su inminente jefatura del Estado ofrece esperanzas a los muchos interinos de este país: alguna vez a vosotros os llegará también vuestro reino, viene a decirles el Príncipe.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque es una buena noticia que en la Corona española la tasa de reposición haya ascendido al 100 por ciento. Y porque cabe suponer que el verdadero gobierno de España tomará ejemplo y aumentará también la suya en todas las administraciones públicas, en las que ahora sólo se repone (ese es el verbo que el verdadero gobierno utiliza) al 10 por ciento del personal jubilado.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque por mucho que lo pienso no consigo imaginar a ningún presidente de la hipotética Tercera República de España con mejor imagen y que suscite mayor consenso: ¿Esperanza Aguirre? ¿José María Aznar? ¿Rodríguez Zapatero? ¿Cayo Lara? ¿Pablo Iglesias?

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