Mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

Esperando el cambio

15 de julio 2008 - 01:00

EL viernes, Raúl Castro, el nuevo presidente de Cuba (es un decir), poco aficionado a dar discursos (no quiere competir en un área que su hermano domina tan bien) advirtió en uno de ellos que vendrán tiempos más difíciles para la economía de los cubanos (ese es un anuncio que se repite en Cuba cada año desde hace 50). Esta vez, el nuevo presidente (es un mal modo de decir) anunció el fin del "exceso" de subsidios y de las gratuidades "indebidas" y el establecimiento de impuestos. Informó que el igualitarismo, practicado hasta ahora en Cuba, "es un modo de explotación"; que se retrasará la edad de jubilación de hombres y mujeres cubanos y que el gobierno estudia autorizar el pluriempleo. Llamó a filas a los maestros jubilados ante la crisis de la educación en el país. Y añadió, finalmente, que consultó su discurso con el Comandante en Jefe y que éste le dijo que "estaba perfecto".

Cubo de agua fría, han llamado los cubanos al discurso presidencial: no contiene ningún indicio de los muchos cambios esperados y medio prometidos. Nada sobre la eliminación de restricciones a los viajes al exterior, ni sobre la autorización a comprar y vender autos y casas. Nada, tampoco, sobre la eliminación de la doble moneda o sobre la autorización de negocios privados. Por supuesto, muchísimo menos hubo ninguna alusión en el discurso a esos otros cambios que, después de 50 años, los cubanos de Cuba ni siquiera se atreven a esperar (algunos, incluso, han olvidado o ni siquiera saben que esas cosas existen): libertad para los presos políticos, sindicatos independientes, libertad de expresión y de imprenta, pluripartidismo...

Hace poco tiempo, la Unión Europea levantó sus medidas restrictivas a Cuba por recomendación e insistencia de España. ¿Estuvo bien? Las medidas no dieron resultado en cuatro años, dijeron. Sin añadir que la falta de medidas tampoco ha dado resultado durante los otros 46. Sin mencionar cómo se proponen conseguir que el gobierno cubano libere a los muchos presos políticos que aún habitan en las cárceles de la isla. Sin explicar por qué el apartheid del gobierno de la isla contra los propios cubanos merece tan escasa condena moral en el mundo. La Unión Europea y España están velando por el presente y por el futuro, pero no por el de los cubanos, sino por el de sus empresas e inversiones en la isla.

A pesar del optimismo español y europeo nada pasa hoy en Cuba. O pasa lo mismo de siempre: la gente, en Cuba, en Miami, en España, sigue esperando lo que no llega nunca. Y a nadie, fuera de los cubanos, le importa.

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