Mar adentro

milena Rodríguez / gutiérrez

Relatos salvajes

LO salvaje es uno de esos conceptos amplios, abultados, llenos de ramificaciones. Como confirma la RAE, el término salvaje puede tener, tiene, diversos significados; muchos de ellos, conectados entre sí, a menudo sinuosos, pero que poseen matices particulares. Varios de esos significados nos asaltan al ver Relatos salvajes, la espléndida película argentina dirigida por Damián Szifrón. Salvaje puede suponer en esta película aquello que no es doméstico y que puede llegar a ser feroz; pero también algo que es áspero, o rudo; o una situación o una actitud que no se domina o que se va fuera de control; o incluso, algo cruel.

La película la integran seis historias con personajes distintos y sin relación entre sí, pero atrapados todos en una situación límite, o en una circunstancia que se escapa de sus manos y que no consiguen controlar. Una circunstancia que termina, a menudo, siendo tan terrible como ridícula o grotesca y que se cuenta con un humor punzante y bastante negro. Más que de cuentos, se trata de momentos: cada historia es como una especie de flash que ilumina (o acaso mejor, oscurece) un acto, una conducta, un encuentro casual, un hecho significativo de la vida.

He leído críticas que afirman que el tema de la película es la venganza, pero no me parece que sea así. Aunque es cierto que hay venganza en varios de los relatos, lo principal está, creo, en otro sitio. Lo principal es quizás la falta absoluta de sentido edificante que nos transmite Szifrón. Y es que todo lo que podría considerarse edificante vuela por los aires (a veces de manera literal) en estos relatos: la resignación, la bondad, el control, la paciencia, la diplomacia, la comprensión o la aceptación del otro tal como es.

Todo eso que solemos llamar "conducta civilizada" está ausente de Relatos salvajes. Uno de los mecanismos que hacen funcionar la película es la apelación al lado bárbaro que todos llevamos dentro (bárbaro, ya sabemos, puede ser otro sinónimo de salvaje). Como dirían los griegos, la película provoca la catarsis en el espectador. Sus personajes hacen todo aquello que alguna vez hemos querido hacer todos, pero que en realidad no hemos hecho nunca para no dejar de llamarnos civilizados, para que no pudiera nadie nunca considerarnos salvajes. Y es ahí a donde apuntan estos relatos, que parecen decirnos: "¡Ah, civilización, cuántas represiones se comenten en tu nombre!".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios