Mar adentro

milena Rodríguez / gutiérrez

Momento cumbre

LAS fotos y titulares han recorrido el mundo y los periódicos. Por primera vez, Cuba asiste a una Cumbre de las Américas. Por fin, un presidente de Estados Unidos y otro de Cuba se reúnen después de 59 años. Fin de la Guerra Fría, declaran muchos (lo de la temperatura podría ser discutible; tibia a menudo en estos muchos años, mucho más que fría; caliente, otras veces, y la temperatura no siempre la han subido los del mismo sitio).

La foto de Obama y Castro II en Panamá, ya digo, ha sido portada en todos los medios de comunicación. La supuesta sintonía y hasta la exoneración que ha hecho el cubano a Obama, liberado de cualquier responsabilidad ante Cuba como presidente de USA, y hasta elogiado como "un hombre honesto".

Como suele ocurrir en estos casos, ese que podríamos llamar (nunca mejor dicho) el momento Cumbre de este gran evento, no ha dejado ver las fotos y letras pequeñas. Me refiero a los radicales desencuentros entre las dos sociedades civiles cubanas asistentes al Foro de la Sociedad Civil, organizado en Panamá como parte de la Cumbre. En ese Foro, la sociedad civil enviada por el gobierno cubano (para el gobierno cubano, lego en estas materias, sociedad civil no supone pensar por cuenta propia, sino que la constituye cualquiera que piense como ellos y que no vaya vestido, al menos de momento, como militar) arremetió contra la integrada por disidentes y opositores. Así, mientras Raúl Castro piropeaba a Obama, la "sociedad civil" gubernamental (entre la que se encontraba, por ejemplo, Abel Prieto, hasta hace poco Ministro de Cultura y ahora asesor de Raúl Castro) llevó a la práctica en Panamá lo que en Cuba se ha dado en llamar un acto de repudio; es decir, gritos, insultos y hasta golpes contra la sociedad civil por cuenta propia.

Hace falta que abran pronto las Embajadas en Cuba y en Estados Unidos, que levanten el embargo (o el bloqueo), y saquen a Cuba de la lista de países terroristas. Para que se hable entonces de lo que no se quiere hablar. Y se pongan los focos donde a nadie interesa ponerlos. En la sociedad civil cubana que piensa por cuenta propia y que vive despojada de todo derecho. Esa que necesita que se le reconozca, alguna vez, su honestidad o, al menos, su derecho a existir y a convivir en la diferencia, como parece harán los gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Una sociedad que merece también, desde hace mucho tiempo, su momento cumbre.

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