Mar adentro

milena Rodríguez / gutiérrez

Redes sociales

EN el mundo en que vivimos, casi todos saben lo que son las redes sociales y lo difícil o extemporáneo que resulta quedarse o estar fuera de ellas. Vivir al margen de las redes sociales es casi como no vivir, o como vivir en un tiempo otro, ese tiempo viejo y caduco que ha dejado tranquilamente de existir. Nadie es si no tiene un perfil propio en cuanto sitio virtual se oferte (gratis, hasta ahora) en el mundo ídem.

El tiempo de hoy, el de las redes sociales, es un tiempo en que ya nada es como era antes. La vida empieza otra vez y todo tiempo pasado no sólo nunca fue mejor, sino que ha sido olvidado y clausurado, abolido. El mundo virtual es el mundo nuevo para el hombre (y la mujer) con perfil nuevo: ahí se cumplen todas las promesas, deseos, fantasías. Ahí se puede ser negro aunque uno sea blanco, o mujer aunque uno sea hombre, o cretino aunque se sea muy inteligente (hay fantasías para todos los gustos).

Algunos acontecimientos recientes, demuestran, sin embargo, que el mundo virtual y las redes sociales no son tan nuevos como se creía. O, al menos, que en ellos sobreviven restos del mundo antiguo. Como esas ruinas romanas o visigodas que aparecen donde no se espera cuando se excava en algunos lugares. O como esos actos fallidos en los que no nos reconocemos y en los que se hace, o se dice, lo contrario a lo que aparentemente se quería. Tal vez los habitantes del mundo nuevo virtual deberían recordar significados, palabras, sentidos, circunstancias, del mundo viejo. Recordar, decían algunos escritores e intelectuales del mundo viejo e invirtual, es la manera de no olvidar lo que somos, o lo que pretendemos ser.

Para empezar, quizás estaría bien recordar qué significaba la palabra red en el mundo viejo. En el diccionario de la RAE (ese libro antiquísimo) se lee, entre otros significados: "Red: aparejo hecho con hilos, cuerdas o alambres, y convenientemente dispuesto para pescar, cazar, sujetar". Y también: "Ardid o engaño de que alguien se vale para atraer a otra persona". O la última: "Conjunto de personas relacionadas para una determinada actividad, por lo general de carácter secreto, ilegal o delictivo". Y pone dos ejemplos: "red de contrabandistas, red de espionaje". Leer el mundo antiguo puede servir para andar mejor por el mundo nuevo. Porque aunque no se crea, todos los mundos, viejos y nuevos, al final, están también conectados, como en una red.

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