Cámara subjetiva

ángeles Mora

Primavera

EN este impasse en el que nos encontramos, sin atisbos de Gobierno, sin que veamos más que posturas inamovibles, echándose la culpa unos a otros y, como siempre, la tropa conservadora jugándosela a Podemos con toda la artillería, etc., resulta que la vida sigue, las estaciones se suceden, las procesiones esperan detrás de la esquina (y tal vez la lluvia). Resulta que el mundo se nos sigue cayendo encima parece que sin remedio… Y sin remedio nos refugiamos en nuestra cotidianidad pequeña y nuestros grandes deseos se esconden en el último resquicio de un corazón desajustado.

Pero el ritual no acaba nunca: "Ya es primavera en el Corte Inglés…", han vuelto a repetir los grandes almacenes, pretendiendo así lanzarnos a las nuevas compras. Aunque en Granada la primavera no la inaugura el Corte Inglés, porque para los granadinos la primavera comienza cuando abre sus puertas la heladería de los italianos. Ese es nuestro pistoletazo de salida primaveral, a la altura de San José, este año coincidiendo casi con el comienzo de Semana Santa. Así que ya estamos saboreando los primeros helados de la temporada. Además, para mayor ilusión, acabamos de recuperar algunos autobuses de los de antes, los rojos, los populares, los que unen a los barrios a través de la Gran Vía, que sudarán tras los empingorotados LAC hasta llegar justo allí, a la parada que rescatan a la vera de la mítica heladería.

Aunque la primavera también se inaugura de otra manera: nos trae su fiesta, el famoso macrobotellón con que los jóvenes la saludan alborozados. Este año prohibido en la capital y en el no menos famoso botellódromo y sustituido -ya veremos- por una 'carrera de colores'. "Ya hay más de 5.000 inscritos", pregonan contentos desde el Ayuntamiento. La ciudad está dispuesta a proponerle a los malacostumbrados jóvenes eventos saludables y alternativos a la bebida... A la propuesta hay que echarle ilusión y no escepticismo. Pero, por el momento, me acuerdo de Santo Tomás…

Y al llegar aquí, cierto resquemor de conciencia me hace sospechar que todo lo dicho no son más que divagaciones, ganas de olvidar. Porque, en realidad, solo pienso en otra primavera: la primavera negra, que van a sufrir los refugiados en los campos áridos de la Europa más injusta, cruel e inhumana que en estos tiempos ¿de paz? podríamos imaginar. Tanto orgullo europeo y parecemos verdugos que ni siquiera se ocultan bajo la capucha negra de la vergüenza.

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