Las empinadas cuestas

Amparo Rubiales

Denominación de los colegios profesionales

EL uso sexista del lenguaje es algo usual y cuando osamos denunciarlo somos objeto de burla generalizada; todas las cabezas bienpensantes del país -masculinas, por supuesto- nos dicen esas lindezas que tanto abundan en estos nuevos tiempos del neomachismo. Sin embargo, el lenguaje es muy importante por lo que tiene de simbólico; con él nos comunicamos y no debe de ser excluyente; aunque la Real Academia de la Lengua -integrada casi sólo por hombres- diga que el masculino nos incluye a todos y todas, no lleva razón; la humanidad la componemos hombres y mujeres, y así debemos ser denominados. No es fácil hacerlo, es cierto, llevamos siglos utilizándolo de una determinada manera y cuesta cambiar, pero hay cosas -el uso del genérico, por ejemplo- que son sencillas, si se intentara.

Un ejemplo de lo que digo son los Colegios profesionales; se llaman: de abogados, médicos, ingenieros, arquitectos, farmacéuticos… excepto uno, el de los enfermeros y enfermeras, que es de la Enfermería, aunque me apuntan que la Academia ha respondido, a una consulta sobre cuál debe ser su denominación, que debería ser "de enfermeros", lo cual es para morirse de risa o de pena, depende.

Es evidente que se llaman así porque cuando se crean no existían mujeres que ejercieran ninguna de esas profesiones, pero hoy ¿qué sentido tienen estas denominaciones cuando tenemos genérico tan fáciles como son los que sirven para designar la actividad que se desempeña? ¿Qué tiene de malo el que se llamen colegio de la Abogacía, de la Medicina, de la Arquitectura o de la Ingeniería? ¿No sería más lógico hacerlo así para que nos sintiéramos realmente incluidas las mujeres? ¿Por qué tengo que colegiarme en el colegio de abogados si soy mujer y lo que ejerzo es la abogacía? (Por cierto, el Colegio de Abogados de Sevilla tiene como patrona a la Inmaculada Concepción, y cada 8 de diciembre hace una misa solemne que también excluye a los que creemos que estas cosas son asuntos privados, que deben estar al margen de estas conmemoraciones).

¿Y por qué la Universidad hispalense, con un gran equipo rectoral y una estupenda unidad de vigilancia de género, mantiene la denominación de Escuela Superior de Ingenieros, y no la denomina de Ingeniería? Ninguno de estos cambios cuesta dinero, es sólo un problema de querer hacerlo, y como sola no podré conseguirlo, hago desde aquí un llamamiento a todas las asociaciones ciudadanas para que, como hemos hecho otras veces, logremos cambiar estas denominaciones excluyentes. A cambiar estas cosas os convoco, compañeras del alma… y compañeros.

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