Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Excelencias

VOY a incurrir en la osadía de opinar sobre la Universidad de Granada y el campus de excelencia internacional. Lo hago a sabiendas de que el veredicto del jurado será el que acomode la realidad a los deseos. Ya que el logro de la marca de excelencia se ha divulgado como una especie de concurso popular para premiar al mejor (sin explicar qué significa mejor ni con qué propuestas rivales se verá las caras el proyecto de nuestra universidad) admitamos que la fortuna de Granada en la última década y media en lo que se refiere a certámenes abiertos (es un decir) ha sido un desastre a excepción de la Universiada, ese artefacto menos deportivo que urbanístico, cuya conclusión parece ahora comprometida por un puñado de pistas para practicar algunos de esos deportes misteriosos de nieve y por la financiación de medio pabellón de hielo.

No, las candidaturas con las que esta ciudad se ha ilusionado, y en las que ha volcado si no su esfuerzo sí sus expectativas, han acabado de mala manera. Desde los quiméricos juegos olímpicos de invierno al primer campus de excelencia, pasando por chocarrerías populares como la elección de la Alhambra como décima maravilla. Ya sé que no es conveniente mezclar churras con merinas pero en este caso hay un hecho preponderante que une a todos los rebaños que han salido a de Granada a concursar al aire libre: el deseo de iniciar la regeneración de un ánimo maltrecho y vapuleado.

La Universidad de Granada ha ido a competir con otras 38 por el prestigioso sello del campus de excelencia y para lograr financiación para un proyecto académico y empresarial, el Biotic-Granada, modélico en muchos aspectos pero al mismo nivel, o por debajo o por encima, de los que ha presentado la competencia. Pero tengo la impresión de que los jurados que nombraron los ministerios de Educación y el de Ciencia e Innovación, además de los méritos intrínsecos, van a valorar también estrategias sociales, geográficas e incluso políticas. Granada, después del revés del año pasado, ha vuelto a presentar el proyecto anterior en solitario un poco más engordado. Las universidades de Málaga y Sevilla, por el contrario, ha formado un eje que han denominado de "vertebración andaluza" que constituye en cierto modo un hito en muchos terrenos, no sólo en el de la investigación sino también en la asociación de poder económico y de desarrollo. Admitámoslo sin ambages: Sevilla y Málaga son las dos principales provincias andaluzas y ahora, unidas, constituyen un núcleo decisivo.

Y en este punto paro de escribir. Tecleo la última frase y quedo a la espera del resultado del jueves. Suerte a Granada.

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