Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Un terrible olor a gas

PARECÍA olor a gas. Pero era el hedor de tres cadáveres, el de una joven mujer de 26 años, su hija de cinco y su hijo de dos, muertos hace una semana a manos de su marido, de su padre; un maltratador, celoso, parado, que tenía por costumbre pegar a su mujer y sobre el que pesaba una orden de alejamiento que se saltó a la torera hace diez meses. Este drama ocurrido en Tarragona, con una familia marroquí, es moneda corriente en la España de hoy: la Administración calcula que 800.000 niños son testigos o víctimas directas de malos tratos, aunque sólo un 4% recibe ayuda. Cualquier noticia sobre ETA moviliza toneladas de información y tenemos otro tipo de terrorismo instalado en el corazón de esta sociedad, que no cesa.

Esta vez ha sido un sujeto violento, incapaz de admitir que su pareja mantuviera a la familia. Pero en lo que va de año han muerto por delincuencia doméstica 13 menores y 57 mujeres. Una cifra que ya es superior al total del año pasado. Hay un dato revelador: sólo una de cada cuatro mujeres asesinadas por sus parejas había presentado una denuncia por malos tratos, lo que significa que hay mucho trecho por recorrer en la concienciación de víctimas, vecinos y familiares.

En la asociación de vecinos del barrio, que compartía con la familia de Tarragona el mismo bloque de viviendas, cuentan cómo el marido no permitía que su mujer abriera la puerta a nadie si estaba sola, cómo restringía y controlaba sus movimientos. En el colegio de los niños destacan el carácter reservado y temeroso de la mujer.

En resumen, los vecinos relatan que las broncas en la casa eran habituales y acababan con el marido gritando, los niños llorando y la mujer agredida. La justicia intervino, en este caso. El maltratador tenía una orden de alejamiento que su propia esposa pidió que levantara, y el juez denegó la solicitud, pero el sujeto se las ingenió para instalarse otra vez en la casa y volver a las andadas. Y cada requerimiento de su mujer para que se marchara acababa en bronca. Conmueve el grado de generosidad e inocencia de la esposa, al admitir a su futuro asesino de nuevo en el piso. Un gesto desventurado e inútil. Y asusta pensar que un tipo puede incumplir impunemente una orden de alejamiento durante diez meses. El alcalde de Tarragona ha comentado que el sistema falla, que el alejamiento no es suficiente. Está claro que hay que denunciar todo maltrato que se vea o se oiga. Y que hay que mostrar la repulsa más firme y el mayor desprecio por este tipo de individuos.

En las fotos, el descansillo del piso muestra una puerta sucia, rayada; en un pared llena de desconchones y regolas sin cerrar, en las que se han encajado tuberías o cables. Un lienzo del tabique está en el ladrillo visto. El zócalo de la escalera está sin pintar. Pero no es lo que se ve lo que llamó la atención de los vecinos, sino un terrible olor a gas.

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