Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Campeones de la fe

Ha tenido que llegar el arzobispo para desactivar a la turbamulta, que ya se aprestaba a tomar el Triunfo

He aquí, oh Señor, el trío de campeones de la fe. Un diputado de Ciudadanos, Luis Salvador (De España). Un letrado de la Junta, César Girón, socialista en fuga que lidera la plataforma Juntos por Granada y que ha incendiado las redes con un discurso nacionalista y católico que bien podría haber suscrito en vida otro Girón (De Velasco). Y un concejal del PP, el inmaculado Ledesma, Francisco (ojo, no confundir con Ramiro). Poseídos por el espíritu de Pedro el Ermitaño, estos tres hombres públicos, en el más triste y amplio sentido de la palabra públicos, han estado a punto de desatar con su verborrea de cristianos viejos un enfrentamiento vecinal, una inquisición contra los musulmanes de Granada después de que un grupo de ellos celebrara una jornada de convivencia junto a creyentes de otras confesiones en el Triunfo. Los tres genios del cristianismo, los tres cruzados de la causa, empezaron a santiguarse, a propinarse golpes en el pecho y a entonar sin conocerla la Chanson de Roland tras llegar a sus oídos la noticia. Acusaron con distinta intensidad y palabras al alcalde o a los concejales socialistas de "insultar a miles de granadinos" por amparar el acto a los pies del monumento a la Virgen, como si toda la explanada fuera territorio sagrado y prohibido a los infieles. Y uno de ellos, Ledesma, recordó que Granada "juró admitir y defender la verdad teológica de la Inmaculada Concepción". Lástima que la Inmaculada de la que es tan devoto no lo inspirara en su gestión como responsable de la Economía local, que ha dejado la ciudad arrasada como si hubieran pasado por ella las huestes del mismísimo Solimán el magnífico.

Ha tenido que llegar el arzobispo, situado en otras ocasiones a la extrema derecha del padre de Roma, para poner paz, desactivar a la turbamulta, que ya se aprestaba a tomar ayer el Triunfo en acto de desagravio, y recordar que ningún cristiano debería sentirse insultado por la oración de los fieles de otras confesiones. Hay algo más que convendría recordar a estos campeones de la fe del carbonero. La ciudadanía no admite grados: los católicos no son ciudadanos de primera y los mahometanos de segunda. Si a unos se les permite, por respeto a sus creencias y costumbres, la más que discutible ocupación de la vía pública en decenas y decenas de actos procesionales, a los otros no se les puede negar un simple rezo colectivo. La ley no discrimina, ni debe hacerlo, por razón de sexo, de raza o de religión. O todos moros o todos cristianos.

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