Suspensos

En la naturaleza humana la fuerza del egoísmo, del yo, mi, me, conmigo, puede con todo

Cuando un estudiante viene a llorarme por la calificación de suspenso, y lo de llorar en ocasiones no es una metáfora, hace ya algunos años que comprendí que explicarle lo que estaba bien, regular o mal en su prueba iba, probablemente, a servir de poco.

En los test, pruebas objetivas por excelencia, te dicen que la pregunta estaba mal redactada, que no se entendía o que eran muy difíciles, o que miré la tenía marcada la correcta pero con los nervios me confundí.

En las preguntas de desarrollo, salvo que la pregunta esté en blanco, siempre hay razones para decir que allí está escrito lo que debe ser, aunque diga exactamente lo contrario. Por el camino de razonar por esa vía, les aseguro que suele ser inútil. Por supuesto que hay estudiantes juiciosos que admiten los errores y te dicen que en la próxima convocatoria vendrán mejor preparados, aunque lo habitual es el refuerzo de la idea, tópico entre tópicos, que el estudiante aprueba y el profesor y solo el profesor es responsable de los suspensos.

Y aún más allá, los hay que se deslizan hacia lo personal, y ahí llegamos a las lágrimas y al mundo de la actuación, del probable fingimiento y entonces, hace años que comprendí que en la naturaleza humana la fuerza del egoísmo, del yo, mi, me, conmigo, puede con todo. Es una fuerza arrasadora quizás fruto de los genes que nos impulsan a la supervivencia.

Y en ese momento dejo de razonarle al estudiante y le hago la siguiente reflexión: "No tengo ningún inconveniente en aprobarle para que usted no piense que soy injusto y que no comprendo sus razones, pero entonces yo seré muy injusto con el resto de sus compañeros que me han demostrado mejor que usted sus conocimientos; y probablemente también ellos tenían otros problemas. Le vengo a decir, estimado estudiante, que prefiero tener una duda de injusticia o error con uno de ustedes a tener la certeza de comportarme injustamente con todos los demás".

No diré que todos lo entiende, a la mayoría les sigue venciendo el ego y les importa un rábano los demás, pero alguno que otro comprende lo injusto que es regalar una nota inmerecida y de algún modo consigo activar los genes altruistas que todos tenemos en nuestro acervo. No me considero un profesor duro, más bien lo contrario, pero tan solo comprometiéndonos con la sociedad al formar a nuestros estudiantes podemos luego censurar la mentira y el engaño. Vale.

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