Debate sobre el estado de la comunidad

Galleguismos

  • El mapa financiero que la Junta y el PSOE habían trazado se ha roto con el 'harakiri' de Cajasur y el viaje de Cajagranada hacia el levante; pues depende, hay vientos contrarios

EL galleguismo es una ideología a medio camino entre el regionalismo y el nacionalismo,  aunque sea imposible averiguar hacia dónde avanza. Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta,  galleguista, votante de Felipe González en 1982, es el barón mejor colocado del PP. Galleguea, sí, pero es un analista que las clava: "A ver cuándo se acaba el derby madrileño", espetó a cuentas de las cansinas peleas entre Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre.  El lunes participó en el Foro Joly, en Sevilla, donde defendió dos asertos impecables, aunque contradictorios. Bueno, diríamos, que depende.

El primero: "No soy partidario de que los gobiernos ni los políticos dirijan las cajas de ahorros". Vale. Y el segundo: "Una comunidad autónoma no se puede quedar sin caja ni fusión porque sus equipos directivos no se pongan de acuerdo (...); los dueños de las cajas no son los directivos, son los depositantes". Conclusión: que las cajas las dirijan los sabios de las finanzas y no los ex presidentes de las diputaciones, pero las decisiones estratégicas corresponden a los políticos. Por eso él, se llevó a los presidentes de Caixanova y Caixa Galicia a su despacho, y allí los tuvo huérfanos de pan y agua hasta que acordaron su unión.

Las fusiones de cajas de una misma comunidad acarrean el grave problema del solapamiento de oficinas y de personal, pero no hay  dirigente capaz de permanecer impasible ante unas carambolas  que amenazan con fulminar la principal característica de estas entidades financieras: su arraigo al territorio. Ése es el argumento que emplean. "Gobernar es tomar decisiones, y entre la de que Galicia se quedase sin caja o la de tener una gran caja, opté por una gran caja", dijo Núñez Feijóo.

El presidente gallego llegó el pasado domingo a Andalucía llevado de la mano de Javier Arenas, y lo convirtió en una suerte de mensaje lacerante dirigido al presidente andaluz, José Antonio Griñán, al que le diría: "Mira lo que ha hecho éste en Galicia, y mira lo que te está pasando a ti, que no das ni una, Pepe".

Bueno, Arenas es difícil que se equivoque con lo  de las cajas, porque el PP ha jugado con tres o cuatro barajas,  pero lo cierto es que el diseño del sector financiero andaluz pensado por  Griñán se le está derrumbado como un castillo de naipes. "Los localismos son terribles", se quejó... Feijóo.

Si Chaves, primero, y Griñán, después, pensaron en una gran caja andaluza, y después en dos polos financieros centrados en torno a Cajasol y Unicaja, las decisiones del Cabildo Catedralicio de Córdoba en Cajasur y de la totalidad del consejo de administración de Cajagranada han impedido lo que ha sucedido en Galicia y Cataluña. Bien es cierto que ni el PNV ni el PSE lo han logrado en el País Vasco, aunque lo siguen intentando.

Lo de los sacerdotes de Cajasur ha sido una suerte de harakiri aunque el catolicismo rechace el suicidio: antes entregarla al Banco de España que fusionarse con los  demonios (básicamente, Unicaja; su presidente, Braulio Medel, y la Junta), un extremo que ha llegado a sorprender, no obstante, al anterior presidente de la caja cordobesa, el religioso Juan Moreno, tal como éste evidenció en la entrevista publicada el martes en este periódico. Y lo de Granada ha sido una suerte de refugio y fuga en el levante: una alianza con Caja Murcia, Caja Penedés y Sa Nostra, que se unirán en un  Sistema Integral de Protección (SIP), una fórmula que le permitirá mantener su marca y su consejo, aunque compartirán el riesgo y la estrategia en un banco con sede en Madrid presidido por un murciano.

El enfado con Granada en la sede del PSOE de la sevillana calle de San Vicente apenas se ha podido disimular. Un líder socialista lo explicó así: "Al final se ha demostrado que en el PSOE de Granada no mandaba ni Claret ni Jara (ex presidente y presidente de la caja), sino Cajagranada". En efecto, hay quien ha visto en la decisión de Granada e, incluso, en la de Cajasur la debilidad del PSOE, de  Griñán y del consejero del ramo, Antonio Ávila. La revelación de que el vicesecretario general del PSOE, Rafael Velasco, su secretaria de Organización, Susana Díaz, y el consejero Ávila se reunieron con los presidentes de Unicaja, Cajasur y Cajagranada hace dos semanas en la sede de San Vicente ha dado aire a esta tesis. En realidad, en esa reunión se analizó lo sucedido en Cajasur, y Antonio Jara, presidente de Cajagranada, no ocultó cuáles eran los planes levantinos de la entidad.

La Junta y el PSOE han optado por callar, o hacerse los gallegos. Estuvieron a punto de abortar la operación de Cajagranada, pero optaron por la prudencia. Ahora tratan de no mostrar cuáles son sus intenciones, aunque todo parece indicar que quieren caminar hacia la formación de una SIP o fusión en Andalucía, donde estarían Cajasol, Cajagranada y Unicaja.  También lo que quedase de Cajasur en caso de que la entidad malagueña presentase una buena oferta y al Banco de España no le ciegue aquella altivez que demostró con Medel y Griñán con motivo del intento de compra de la quebrada CCM. La SIP de Cajagranada, como todas, es reversible, se ha apuntado desde el PSOE.  Y según la Ley de Cajas de Andalucía, incluso una SIP debe contar con el informe vinculante de la Junta.

El viernes pasado, el presidente de Cajasol, Antonio Pulido, afirmó en Guadalajara, que después de la fusión con la caja de esa ciudad alcarreña, ni descarta ni contempla una unión futura con Unicaja. Que es otro galleguismo, pero que es mucho decir. Es posible que Braulio Medel también haga otro guiño en unos días. Otro guiño a Cajagranada. Que a lo mejor se anima.

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