Cine

Hollywood en la trama digital

  • Esteve Riambau analiza las repercusiones de la tecnología digital en la configuración del nuevo Hollywood de los conglomerados multimediáticos

Hollywood en la era digital. De Jurassic Park a Avatar. Esteve Riambau. Cátedra / Signo e Imagen. 440 págs. 20 euros

Hay cierto consenso para determinar que la irrupción de la tecnología digital ha supuesto una crisis en el desarrollo de la historia del cine equiparable a las desencadenadas con llegada del sonido a finales de los años 20 o la aparición de la televisión en los años 50 del pasado siglo: tres momentos históricos en los que una nueva tecnología incide de manera radical en la propia definición del hecho cinematográfico, así como en su estética, sus modos de producción y, por supuesto, en sus modos de difusión y consumo.

A mediados de la década de los 90, coincidiendo con su primer centenario de vida, el cine se veía sacudido por el triunfo de los efectos especiales generados por ordenador (Jurassic Park, Terminator 2), capaces ya de crear paisajes, figuras y formas virtuales nunca antes imaginadas con tal grado de fotorrealismo, por la aparición de una nueva modalidad de animación (Toy Story) íntegramente diseñada por programación informática, y por la proliferación de pequeñas cámaras digitales, comercializadas para el uso doméstico, cuyas texturas visuales y versatilidad tardarían muy poco en convertirse en un nuevo paradigma estético del cine independiente (de El proyecto de la bruja de Blair a los primeros filmes Dogma95) o abrirían el camino a formatos menores (el cine-diario, el cine-ensayo) que han alcanzado nueva carta de naturaleza en el seno de la institución cinematográfica. La paulatina implantación de la alta definición (HD) como soporte destinado a suplir industrialmente al viejo celuloide (o, como en los casos de Michael Mann y David Fincher, destinado a forjar toda una nueva estética), el auge del cine tridimensional (Avatar) en busca de nuevas sensaciones espectatoriales, el abaratamiento y la sofisticación de los procesos de rodaje, edición y postproducción y el desplazamiento de la exhibición hacia el hogar han determinado un nuevo panorama para cuya comprensión y análisis ya no sirven las herramientas de la crítica, la teoría o la historiografía tradicionales.

De todas estas transformaciones y de su incidencia en el Hollywood contemporáneo nos habla este libro de Esteve Riambau, un ilustrativo manual que, en la estela de un trabajo previo de Ángel Quintana (Virtuel?, editado en Francia, todavía a la espera de traducción), traza un muy completo mapa para entender el cine en los conglomerados multimediáticos, sus nuevas fórmulas del éxito, el funcionamiento de las nuevas Majors (viejas marcas para nuevas estructuras), y las inevitables sinergias entre el cine, la TV, el DVD (o Blu-Ray), los parques temáticos, el cómic, los videojuegos, el merchandising o internet.

Riambau analiza la sutil frontera que separa (y une) hoy al cine de acción real y al cine de animación, el retorno y la validez de conceptos como cine de atracciones o imagen-acción para explicar la deriva del blockbuster contemporáneo, la pervivencia del clasicismo (Eastwood), las resistencias de la modernidad (Gus Van Sant, Richard Linklater), las nuevas y alambicadas formas narrativas (Pulp Fiction, Traffic, Timecode), la modulación autoconsciente de los géneros (Melinda & Melinda, Forrest Gump, El curioso caso de Benjamin Button, Titanic, Moulin Rouge, Redacted, Charlie y la fábrica de Chocolate o Infiltrados), el remake como síntoma posmoderno (King Kong, Psicosis, Lolita, Lejos del cielo), el reciclaje del viejo héroe mitológico (La guerra de las Galaxias, El señor de los anillos) y el apogeo de los universos paralelos (Memento, ¡Olvídate de mí!, Cómo ser John Malkovich, El ladrón de orquídeas, El Club de la lucha, The Matrix, eXistenz, El sexto sentido, Yo Robot, Inteligencia Artificial) para cerrar su recorrido con un título, Origen, de Christopher Nolan, cuyos deslumbrantes efectos visuales, que imaginan y visualizan un inestable universo en permanente mutación, y cuya estructura narrativa, heredera ya del videojuego o la ficción cuántica, conforman el paradigma del filme del siglo XXI: repleto de "paisajes con destino a universos paralelos, ya sean evocaciones de la memoria o mundos oníricos o virtuales en los que todo es posible sin necesidad de ser, no ya realista, sino ni siquiera verosímil".

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