REPOSO ABSOLUTO | CRÍTICA

Sustos de parque de atracciones

Fotograma de la película 'Reposo absoluto'

Fotograma de la película 'Reposo absoluto' / D. S.

Vuelta de tuerca a El bebé de Rosemary, en la versión española La semilla del diablo. Es decir, historia de una embarazada, en este caso con un mal precedente y un embarazo de riesgo que le obliga a guardar reposo, que tiene la mala idea de ir a pasar los últimos meses de su embarazo a un caserón poco amistoso en el que han pasado cosas terribles cuyos protagonistas, o las fuerzas que los impulsaron, tienen la mala costumbre de deambular por el escenario de sus fechorías.

El problema, aquí, no lo representan los adorables vecinos satánicos de Mia Farrow en The Dakota, sino esas presencias horrendas vinculadas a la propia casa. Y los mecanismos del miedo no son psicológicos y sutiles, como en la película de Polanski, sino los aparatosos, facilones y ruidosos pega sustos propios del cine para adolescentes. Que se quedan en pañales frente al desasosiego que aquella película creaba (por no referirme a la más horrenda y terrorífica utilización de un embarazo en toda la historia del cine: la que cierra ¿Quién puede matar a un niño? de nuestro Chicho Ibáñez Serrador).

Susto facilón de parque de atracciones, de escobazo del tren de la bruja o de muñeco saltando en el túnel del horror, es lo que Lori Evans Taylor, como guionista y directora debutante, ofrece en esta peliculita interpretada por Melissa Barrera, importada de la franquicia Scream sin ganar nada con ello.

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