Los números no mienten. La estadística es fiel reflejo de lo acaecido en el encuentro de ayer, sobre todo en el apartado de los disparos a meta. La contundencia con la que los atacantes del Málaga terminaron sus jugadas contrasta con la inocencia con la que los pupilos de Fabri remacharon sus pocas opciones ante el arco de Willy Caballero (sólo cuatro tiros a puerta).

Es destacable el hecho de que el conjunto rojiblanco obtuviera buenos guarismos en lo que a llegadas al área se refiere, ya que en la segunda parte merodeó la zaga rival con cierta asiduidad. Eso sí, los acercamientos fueron siempre timoratos y con poca idea. El Granada CF ni asustó ni imprimió intensidad a su juego, a pesar de que, por ejemplo, sacó los mismos saques de esquina que el equipo local.

Los porteros tuvieron poco protagonismo ayer. Roberto paró lo que le dejaron en sus ocho intervenciones, y por su parte, Willy solamente se tuvo que emplear con firmeza en un disparo de falta lejano de Benítez. El resto del partido cumplió con solvencia en las tímidas intentonas del Granada.

No fue un choque violento, ninguna entrada a destiempo, a pesar de que cada equipo se fue con dos cartulinas amarillas. Los de Fabri cortaron más jugadas en la primera parte, cuando veían accesible el marcador, pero en la segunda bajaron un poco los brazos e hicieron menos faltas, con la desdicha de que una de ellas se convirtió en el tercer gol del Málaga.

Los defensas malaguistas hicieron uso de la falta táctica cuando vieron un ligero atisbo de peligro, por lo que al final del encuentro el equipo blanquiazul realizó más infracciones fruto de la concentración y la intensidad que demostró su zaga.

La Primera no perdona, y menos cuando tienes delante a un equipo llamado a aspirar a cotas altas. El desbarajuste de las líneas provocó que se les dieran demasiadas oportunidades a unos delanteros más que despiadados en el área.