Café con los candidatos a la Alcaldía de Granada

Antonio Cambril (Podemos-IU-Adelante): El articulista que quiere ser personaje de su obra

  • El candidato a alcalde de Granada por la confluencia Podemos-IU-Adelante pretende usar en política su habilidad para escuchar a la gente

Antonio Cambril (Podemos-IU-Adelante): El articulista que quiere ser personaje de su obra

Antonio Cambril (Podemos-IU-Adelante): El articulista que quiere ser personaje de su obra

Torres Hurtado, Jesús Quero o Paco Cuenca han sido personajes clásicos de su obra, un repertorio de cerca de 8.000 columnas periodísticas escritas y publicadas durante tres décadas de profesión que han hecho pensar, maldecir, cambiar de rumbo, esclarecer y reír hasta la lágrima. El secreto (muy mal guardado) de Antonio Cambril ha sido pisar la calle, tratar a la gente y escuchar. ¿Les suena? Es también el manual de un buen político, aunque está por ver cómo aterriza el periodista en los despachos, y si le votan.

A sus 61 años vivía cómodo, con algunos ahorros y los ingresos de sus colaboraciones periodísticas, se levantaba cuando se despertaba, comía cuando tenía hambre y leía en el sofá, tumbado con Vicky, su perra y compañera. También disfrutaba de la cocina (las mejores delicias, para ella) mientras escuchaba su enorme repertorio musical.

Pero llegó la llamada de la política. Y después de meses de insistencia (por parte de quienes lo acompañan), y de reflexión personal, decidió dar un salto que ahora lo ha traído aquí, a este otro lado de la mesa del café-entrevista, a ver su cara estampada por media ciudad y a depender de la voluntad de los votantes dentro de unos pocos días.

El encuentro con Cambril para este supuesto café, que dejamos en un agua, se convierte a ratos en una reflexión inevitable para los dos sobre el periodismo, que a su juicio, pasa por muy mal momento. Pero conforme avanzan las palabras descubro que este neófito de la política sólo pretende ahora escribir uno más de sus artículos; no en papel, pero sí sobre la vida de la gente, sobre las calles de la ciudad y sobre el mismo salón de plenos municipal. Podría ser el reportaje de su vida.

Café con Antonio Cambril. Café con Antonio Cambril.

Café con Antonio Cambril. / Carlos Gil

Antonio Cambril se presenta como cabeza de lista de una confluencia formada por Podemos, Izquierda Unida y personas independientes. Él aclara una y otra vez que forma parte de estos últimos, de los no afiliados, pero desde una posición clara de izquierdas que pretende hacer frente a la derecha.

Ahora bien, ni todos los de izquierdas son tan de izquierdas, ni a la inversa, matiza el candidato, que ha pasado años lamentando en sus columnas el postureo ideológico de quienes siempre han vivido de la política. “Esos podrían hacer carrera con el PSOE, con el PP, con Franco, con Primo de Rivera o con Isabel la Católica”.

Hombre muy leído, viajado y vivido, podría ver los toros desde la barrera y volver a hacer uno de sus famosos pronósticos electorales certeros para el domingo. Pero le falla la “locura” que le lleva a proponer cosas diferentes, como rescatar contratos a multinacionales o destapar de nuevo el río Darro por el centro de la ciudad. “Hay que tomar decisiones y hay que tener la locura del valor, y yo lo tengo. Me han roto muchas veces la cara porque siempre la pongo”, explica el candidato.

Con él en la ecuación, no cree que esta vez pueda acertar de pleno el resultado del 26-M, pero sí espera conseguir un resultado aún mejor que el de las pasadas generales en la capital, que le habrían dado 4 concejales virtuales a la unión de Podemos-IU. Admite que en estos comicios hay nuevos ingredientes y que el voto puede andar más disperso, pero confía en aglutinar gran parte del voto de la izquierda.

Los orígenes de Cambril están en la ciudad marroquí de Larache, donde nació y creció hasta los 5 años. Luego llegó a Motril, el lugar de la fábrica ‘Celulosa’ que dio trabajo a miles de familias, incluida la suya. “Monos o biquinis” era el dilema de la época en la Costa granadina.

Al pensar en su niñez inclina la cabeza y baja la mirada. La muerte de sus padres, hace unos años, ha dejado en él ese sentimiento de orfandad que no entiende de edades, porque “la casa paterna no son los muros, son las personas, y aunque tengas 80 años siempre piensas que si todo va mal hay un sitio donde puedes volver”.

Quisiera haber estudiado Filosofía o Historia, pero al final optó por Periodismo, “como podría haber hecho otra cosa”. La culpa fue de un profesor de literatura que tuvo en COU, prendado de sus redacciones. Y se marchó a Barcelona a hacer la carrera, aunque ya desde los 12 años había vivido lejos de su casa para estudiar con becas en universidades laborales. Eligió Barcelona porque le atraía aquella ciudad y su equipo de fútbol. “Fue mi primer amor y a lo mejor hasta el último”. Allí, en su segunda ciudad, la de su juventud, vendió periódicos en Las Ramblas a las 6 de la mañana y tuvo su primer acercamiento a la política en la Universidad.

Se le escapó el que podría haber sido uno de los mejores reportajes de su vida cuando aún estaba estudiando, porque estuvo más preocupado en decidir si se marchaba a Francia aquella noche del 23 de febrero de 1981. Cambril conocía a todos aquellos soldados que tomaron Valencia a las órdenes del capitán general Milans del Bosch porque sólo unos meses antes había aprendido con ellos a pegar tiros, a saltar con pasamontañas y a tomar ciudades.

Hizo la mili en aquella misma compañía y “durante un año estuvimos preparando el golpe de estado sin saberlo”. Por eso pensó que, si el alzamiento militar prosperaba, lo iban a llamar de inmediato. Era un especialista.

En Valencia trabajó algún tiempo como periodista, pero volvió a Motril, donde inauguró su larga lista de columnas con una serie en El Faro titulada Priorato fino. “No era muy bueno el nombre”, recuerda con el clásico inconformismo de los creadores.

Luego cambió Motril por Granada, ciudad que llegó a considerar como “la perla del sureste español” y que ha visto declinar durante décadas. Y culpa de la decadencia a los políticos, en especial a los “profesionales”, los que no han hecho nada notable, ni bueno ni malo, los que no saben vivir sin asesores y utilizan el “lenguaje gaseoso” que no significa gran cosa. Recuerda al “último gran alcalde” de Granada, Antonio Jara, cuando decía que en la política se está para quemarse. “¿Si no, qué pintas aquí?”, se pregunta Antonio en pleno revuelo de una cafetería cualquiera, llena de gente a media mañana.

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