Crónicas electorosas

La quiniela del 79: Granada-Sevilla 2

  • El trueque de la Alcaldía por la de Sevilla arrojaría luz 40 años después sobre muchos de los agravios de la provincia en la comparativa con la capital administrativa de Andalucía

Los dirigentes andalucistas de la Transición: Alejandro Rojas  Marcos , Luis Uruñuela  y Miguel Ángel Arredonda

Los dirigentes andalucistas de la Transición: Alejandro Rojas Marcos , Luis Uruñuela y Miguel Ángel Arredonda / Archivo

"No fue Rojas Marcos; era Luisito Uruñuela, que se moría por ser alcalde de Sevilla". Años después del cambio de alcaldías que marcó la historia política de Granada desde la transición, un ex dirigente del PSA me trasladaba a aquellos días en que el andalucismo se empeñó en la decisión que teñiría en negativo su futuro a medio plazo. A Alejandro Rojas Marcos le incomodaba el recuerdo, cuando salía a colación el trueque Sevilla-Granada, tanto en público como en privado: "Sí, nos equivocamos. ¿Y qué?", me dijo un día en que, sin dejarme replicar, añadió: "¿Y el PSOE con la OTAN? Parece que fuimos nosotros los únicos que cometimos errores…".

La mañana en que se constituía el Ayuntamiento democrático de Granada, por primera vez desde la guerra civil, la militancia andalucista se había reunido en la sede del partido, en la calle Hileras. Se habían levantado con un mazazo inesperado: todo el trabajo anterior, que acababa de cuajar en el éxito electoral de la jornada del 3 de abril quedaba solapado por una decisión adoptada a sus espaldas que les dejaba sin Alcaldía porque la dirigencia apostaba por Sevilla.

No se discutió. No se rechazó. No se protestó. No se renegó del partido. El encuentro en aquella sede estaba acordado desde antes, una forma de 'quedada' para acudir todos juntos al caserón de la Plaza del Carmen. Solo que… lo que imaginaron una jornada tan festiva como histórica trocaba en mañana amarga. Cuando alcanzaron el salón de plenos y la pesadilla se hizo realidad en sus rostros se dibujaba el rictus de tristeza que incubaba la crisis que dos años después haría saltar por los aires a todo el andalucismo provincial.

El nuevo alcalde, Camacho, saluda el primer pleno de la democracia El nuevo alcalde, Camacho, saluda el primer pleno de la democracia

El nuevo alcalde, Camacho, saluda el primer pleno de la democracia / Libro de la exposición municipal 87

"Arturo González Arcas se acostó alcalde y se levantó concejal". Las altas 'cancillerías' del PSOE y el PSA habían decidido en Sevilla con nocturnidad entregar la Alcaldía de Granada a los socialistas, que en compensación cedían la de Sevilla al entonces Partido Socialista de Andalucía, "el del olívico verde" según la copla electoral acuñada por Carlos Cano. Con una sencilla frase, Antonio Ramos, en Ideal, resumía una decisión que planearía el corto y medio plazo de la política local y autonómica, con unos efectos inmediatos pero también retardados cuyas consecuencias aún colean y se proyectan sobre Granada.

La dietrología es una ciencia política muy practicada en Italia que pretende encontrar en el pasado explicaciones para los problemas de hoy. En el caso de Granada y sin proclamarme dietrólogo, el trueque de la Alcaldía por la de Sevilla, arrojaría luz, cuarenta años después y en plena era autonómica, sobre muchos de los agravios que soporta la provincia en la comparativa con la capital administrativa de Andalucía.

Los alcaldes de la democracia en Granada hasta la etapa de Torres Hurtado Los alcaldes de la democracia en Granada hasta la etapa de Torres Hurtado

Los alcaldes de la democracia en Granada hasta la etapa de Torres Hurtado / Javier Algarra

El martes, 3 de abril de 1979, se celebraron en España elecciones municipales. En Granada, la lista más votada fue la del partido del Gobierno, UCD, con José Sánchez Faba al frente. Una Alianza Popular depauperada ante el revés de las generales un mes antes, había renunciado a elaborar candidatura, cediendo todo el espectro de la derecha a los centristas de Adolfo Suárez, que aun así se quedaron en once concejales, a tres de la mayoría absoluta. Los segundos fueron los andalucistas con seis concejales, los mismos que el PSOE, si bien en la noche de escrutinio durante muchos minutos tradujeron su ventaja en siete y cinco ediles. El PCE recogió tres escaños y una candidatura independiente a la izquierda de los comunistas completó con un concejal los 27 que componen el pleno municipal.

En virtud del pacto de izquierdas, que flotaba en el ambiente desde antes de la cita con las urnas, PSOE y PCE apoyarían conjuntamente al candidato que más votos hubiera cosechado. Faltaba, no obstante, trasladar ese acuerdo a la periferia, que en el caso de Andalucía no presentaba sobre el papel grandes dificultades toda vez que los andalucistas se presentaban entonces claramente en las izquierdas: socialismo autogestionario según su definición ideológica; es más: a la izquierda de los socialdemócratas PSOE y también del PCE, después de que los comunistas aceptasen la bandera rojigualda y la monarquía como forma de Estado.

Pero en los días que transcurrieron entre las elecciones y la constitución de la corporación el PSA hizo cuestión de honor en la consecución de la Alcaldía de Sevilla, donde los andalucistas habían sido claramente superados por el PSOE. La dirigencia andalucista consideraba que la Alcaldía de la cuarta ciudad de España proporcionaba al andalucismo un escaparate privilegiado de proyección al resto de Andalucía y España entera. Los socialistas, reacios a ceder la ciudad de González y Guerra, enviaron a la negociación a un desconocido hasta entonces, Rafael Escuredo, el más verdiblanco que encontraron en la nómina del partido del puño y la rosa. Tal vez fue ahí donde Escuredo labró su futuro como inmediato presidente de la Junta preautonómica y autonómica posterior.

El andalucismo consideraba que la cuarta ciudad de España proporcionaba un escaparate privilegiado

La negociación se atrancó varias veces. La ruptura amenazaba las alcaldías de todas las capitales andaluzas y el PCE presionó. Los socialistas transigieron y en la renuncia a presidir el Ayuntamiento de Sevilla obtuvieron el doble premio de las alcaldías de Huelva –donde también les había superado el PSA– y Granada. El acuerdo cerrado de madrugada cayó aquí como una bomba. De efectos retardados: estalló dos años después. La agrupación provincial al completo fue expedientada y el grupo municipal expulsado.

Nunca volvería el andalucismo al Ayuntamiento de Granada, consagrando para siempre la percepción de un movimiento político limitado al occidente andaluz de escasa y menguante raigambre en la zona oriental. Muchos años después, otro dirigente andalucista, Miguel Ángel Arredonda, reconoció públicamente el error: en rueda de prensa y presentándose como uno de los que en 1979 apostaron por el trueque, aprovechó una comparecencia ante los periodistas para expresar sus excusas. Pero ya era tarde.

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