CRÓNICAS ELECTOROSAS | MUNICIPALES GRANADA 2019

La ‘pinza’ en tiempos anteriores a la ‘pinza’

  • A finales de los 80 la política consistió en ir contra el PSOE, lo que en Granada alargó el debate sobre la Circunvalación

Vista aérea de la Circunvalación en el cruce con la Carretera de Málaga en su estado primigenio

Vista aérea de la Circunvalación en el cruce con la Carretera de Málaga en su estado primigenio / Archivo

Siete años antes de que el término 'pinza' entrase por derecho propio en la jerga política regional, mediante la 'tenaza' que ejercieron al unísono el PP por la derecha e IU por la izquierda contra el gobierno socialista de la Junta, el Ayuntamiento de Granada experimentó un fenómeno de similar o de mayor intensidad, ya que a los dos actuantes en el Parlamento andaluz en el caso municipal granadino se sumaba por el centro el CDS.

Fue entre 1987 y 1989, después de las elecciones municipales celebradas el 25 de mayo, en las que el PSOE, que en el mandato concluido había gobernado con una holgada mayoría absoluta, perdió su ventaja de 18 concejales hasta caer a 12. Aquel escrutinio marcó la noche más amarga de Antonio Jara, según confesaría cuatro años después, al aparecer ante los periodistas en su última comparecencia como alcalde la víspera de la investidura de Jesús Quero.

Jara siempre consideró que aquel mandato de la mayoría absoluta fue el más fructífero de su paso por la alcaldía. Se pusieron en marcha los grandes proyectos y se dotó a la ciudad de equipamientos hasta entonces no imaginados, al tiempo que la aprobación definitiva del PGOU ponía coto a los desmanes que habían marcado el urbanismo de la ciudad en las dos décadas anteriores. El revés electoral fue inesperado.

Porque Jara no contaba con el factor que había irrumpido con crudeza en la política española, que, por pirueta del destino, venía a coincidir con la cita electoral: el curso 1986-87 fue una continua protesta agitada en las calles de toda España y por diversos frentes de crítica que tenían como objetivo no tanto a los ayuntamientos como la política general del Gobierno de Felipe González.

La reconversión industrial y la protesta estudiantil marcan el pináculo de la movilización, de la que la figura del Cojo Mantecas destrozando un semáforo con su muleta se convirtió en icono de las manifestaciones. Y en ese escenario, los ayuntamientos anunciaban el declive lento pero inexorable de la hegemonía socialista.

La nueva Circunvalación estaba destinada a aliviar el tráfico de Camino de Ronda La nueva Circunvalación estaba destinada a aliviar el tráfico de Camino de Ronda

La nueva Circunvalación estaba destinada a aliviar el tráfico de Camino de Ronda / Archivo

En Granada, la caída de 18 a 12 concejales que registró el PSOE contempló en paralelo el ascenso de Alianza Popular, de 9 a 11, y la aparición del Centro Democrático y Social, el partido de Adolfo Suárez, e Izquierda Unida, con dos ediles cada uno.

La oposición reunía más que el grupo más votado pero la derecha y el centro no sumaban. IU pero tampoco el PSOE no discutieron una coalición o apoyo puntual que, por otra parte, ninguno de los dos contemplaban. Y Jara fue investido así alcalde en segunda votación.

El frente que se abrió en la política municipal arrancó aquella misma mañana. Al equipo de gobierno, sorprendido y desacostumbrado a la nueva situación, le costaba reaccionar, se lamentaba de episodios pasados que le habían llevado a desgastes gratuitos: “¿Qué beneficio nos daba traer a Ramoncín a pregonar el Corpus?”, escucharon decir a un peso pesado socialista de aquella época, en referencia al Rey del Pollo Frito, sin vinculación ninguna con Granada que pregonó la Feria de 1986 por empeño de Mariló Cotarelo, concejal de la cosa.

Maniobrar y sacar adelante sus iniciativas era misión imposible, mientras por el otro lado se llegaban a plantear propuestas al unísono como la de devolver el tráfico rodado a los espacios que tímidamente se habían ido ganando a la peatonalización en los años anteriores, con el sorprendente y retroactivo apoyo de IU.

Izquierda Unida apoyó de forma sorpresiva a los ‘anticircunvalantes’ junto a Alianza Popular y CDS

Paradigma de aquella nueva situación fue la Circunvalación. El proyecto antiguo de una vía rápida era una aspiración necesaria y compartida que en la parte que afectaba al Ayuntamiento había sido aprobada en el mandato anterior por unanimidad. En fase de alegaciones, agotó semanas de plazo legal sin una sola protesta en salones municipales y del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo.

De repente, en cuanto hubo que discutir las indemnizaciones de los terrenos sometidos a expropiación se reunieron fuerzas de lo más variopinto: la izquierda y la derecha política, la Granada ‘cultureta’ y los colegios de monjas, los colegios profesionales, empresarios y algún sindicato de clase... Todos ecologistas sobrevenidos.

Fue una herida abierta durante meses. Los quince concejales de la oposición impusieron a la minoría en el gobierno la formación de una comisión técnica, en la que se integraron diversos colectivos liderados por el Colegio de Arquitectos, encargada por el Pleno de elaborar una alternativa al proyecto del Ministerio, que sufragaba al cien por cien la obra.

Los ‘anticircunvalantes’, como se les denominó en términos coloquiales, abogaban por la apertura de un bulevar que evitase el impacto visual de la autovía proyectada, obligase con sus semáforos a una reducción de la velocidad que amortiguase la emisión de gases y, al discurrir en rasante, evitase los terraplenes que exageradamente endosaban a la carretera proyectada, la cual –como efectivamente se hizo– rozaba e invadía el lateral de la Huerta de San Vicente. Para el equipo de gobierno y el MOPU, la autovía constituía una barrera contra la invasión de la Vega y era una necesidad demandada por los ciudadanos, que aliviase el sobrecargado Camino de Ronda.

La Circunvalación de Granada se empezó a usar en los años 90 La Circunvalación de Granada se empezó a usar en los años 90

La Circunvalación de Granada se empezó a usar en los años 90 / G. H.

La protesta ‘anticircunvalación’, se centró con toda su crudeza en Granada, obviando el expansivo crecimiento de los pueblos del cinturón y, por paradoja frente al espíritu medioambiental que pregonaban los opuestos a la autovía, ignorando la masiva tala de árboles que en paralelo se llevó a cabo en el Parque de Huétor Santillán para la apertura de la A-92.

Y todo desembocó en el Pleno extraordinario de abril de 1987 en que se votó la alternativa elaborada por la comisión. Fue aprobada con los quince votos de la oposición. Entonces, Antonio Jara sacó de la manga su último as: aportó un decreto –validado por la normativa legal según la Secretaría municipal, redactado y a falta de su firma– por el que el alcalde cedía todas las competencias en materia de tráfico y ordenación de las vías afectadas por el proyecto de Circunvalación. Con el decreto encima de la mesa, la oposición enmudeció. Los tres portavoces –Gabriel Díaz Berbel, Francisco Ortiz de Saracho y Rafael Pedrajas– enmudecieron descolocados y terminaron por rechazar la oferta.

La alternativa ‘anticircunvalante’ implicaba reiniciar todo el proceso, revisión del PGOU incluida. Tanto el decreto de Jara como la nueva propuesta parecieron ir ‘de boquilla’. Tanto que el siguiente punto del orden del día, que consistía en la convocatoria de un referéndum a propuesta de AP para validar o rechazar la circunvalación, fue retirado por los promotores de la consulta. Y un simulacro de referéndum representó el macrodebate que organizó Radio Granada, sermómetro incluido, por el que los oyentes podían marcar número según ‘sí’ o ‘no’ para depositar su voto. Ganó el ‘sí’.

La polémica se fue apagando cuando días después trascendió que la propuesta alternativa de bulevar y atardeceres había sido calcada de un parque en una ciudad francesa. Y como ya en los finales de 1989 dos concejales de AP abandonaron el partido y constituyeron el grupo mixto, situación alentada por el equipo socialista de gobierno a cambio de apoyo plenario, Jara y los socialistas pudieron vadear obstáculos y culminar mandato sin el atosigamiento de la ‘pinza’ que años después retomarían Arenas y Rejón en el Parlamento andaluz entre 1994 y 1996.

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