Sergio Campos | Escritor

“La ‘Ostalgie’ es el equivalente a eso de que con Franco se vivía mejor”

Sergio Campos, escritor.

Sergio Campos, escritor. / M. G.

Sergio Campos (Soria, 1976), es bibliotecario en el Instituto Cervantes de Berlín y reside muy cerca de la Bernauer Strasse, uno de los puntos icónicos del Muro de Berlín Coautor del libro digital Aly Herscovitz: cenizas en la vida europea de Josep Pla y colaborador en el libro de Arcadi Espada En nombre de Franco: los héroes de la embajada de España en el Budapest nazi. Ha publicado numerosas ensayos, artículos y reseñas sobre temas literarios e históricos en Revista de libros, Turia, Orbis Tertius, Factual y Jot Down. Acaba de publicar En el muro de Berlín, la ciudad secuestrada 1961-0989 (Espasa, 2021).

–¿Por qué sigue fascinando la historia del Muro de Berlín 60 años después de su construcción?

–Porque es algo inaudito cercar una ciudad y que la gente que está dentro de ese cerco sea la que realmente estaba libre.Ylos que vivían extramuros hacían lo que fuera por entrar y ser libres. Es una isla en un mar comunista.

–Pero no es el único muro que aún hoy divide una ciudad europea. Ahí están los ejemplos de Nicosia o Belfast. ¿Qué caracteriza al de Berlín?

–Su extensión en el tiempo y la idea de símbolo. El Muro de Berlín es un punto de fricción entre las dos potencias mundiales de la segunda mitad del siglo XX y de dos modos de vida totalmente opuestos.

–El único punto donde los tanques de EEUUy la URSS estuvieron frente a frente durante la Guerra Fría fue el Checkpoint Charlie.

–Exactamente. Nos cuesta imaginar hoy en día esa tensión. Cualquier suceso en el muro podía llevar a una guerra nuclear.

–Han pasado a la historia las fotos del guardia Conrad Schumann saltando el muro o las de la gente descolgándose por la Bernauer Strasse. ¿Hasta qué punto la propaganda ha sido determinante en la construcción del mito del Muro de Berlín?

–Siempre que hay una guerra hay propaganda. La batalla de las trincheras va asociada indefectiblemente la de la propaganda. Pero en este caso, la propaganda occidental no necesitaba mentir. Toda la gente que arriesgó su vida para escapar es real.

–Y para imagen, la de Peter Fechter desangrándose.

–Efectivamente, desangrado en el muro sin que nadie se atreviera a rescatarlo. También pasó con dos niños que cayeron al río desde el lado occidental. Como las aguas eran orientales, los adultos no se atrevieron a rescatarlos por miedo a los disparos de los soldados fronterizos y los niños murieron.

–¿No sorprende la facilidad con la que cayó?

–Fue algo totalmente inesperado. Honecker había dicho en enero de 1989 que el muro iba a durar cien años más y en noviembre cayó. Eso hace que las últimas muertes fueran aún más dramáticas.

–Y fue por una pregunta en una rueda de prensa.

–No se sabe aún hasta qué punto fue preparada. Pero el Gobierno decidió abrir las fronteras por las protestas en el lado oriental. Hungría y Checoslovaquia ya habían abierto sus fronteras y los alemanes se estaban marchando en masa, en teoría para hacer turismo, pero en realidad para pasar. Cada vez que veo esa rueda de prensa se me ponen los pelos de punta.

–¿Sigue habiendo un muro entre las dos Alemanias?

–Sí. Los ciudadanos del este y del oeste tienen sus diferencias.No he visto odio más fuerte que el de los ‘wessis’ frente a los ‘ossis’. Y los índices de paro y pobreza en el este siguen siendo más altos. Incluso la iluminación de Berlín es mucho más pobre en el este que en el oeste.

–Quien pasee por Berlín de la Ku’Damm a Lichtenberg pensará que ha ido a dos ciudades diferentes.

–Son dos ciudades totalmente distintas.

–¿Esta brecha también explica el apoyo de la ultraderecha en el Este?

–Es que tras la caída del Muro hay casos de ciudades que se vacían. Las mujeres desaparecen para buscar trabajo en el oeste y los hombres se quedan solos, sin trabajo y alcoholizados. Y lo que les salva de eso es el populismo, que les vende el regreso a una supuesta vida cómoda del pasado. Es un tema muy serio.

–Películas como ‘Good bye, Lenin’ también suponen una reivindicación cultural de la vida del este.

–Es lo que llaman la Ostalgie, la nostalgia por el este. Es el equivalente a eso de que con Franco se vivía mejor. La vida era más tranquila y papá estado velaba por vosotros, sin que tuviéramos ninguna responsabilidad.

–Pocos de los que visitan la East Side Gallery de Berlín saben que es una reconstrucción. En 1988, nadie se habría atrevido a pintar el Muro en ese punto.

–Eso fue una asociación para usar ese lienzo del muro como expresión del fin de las fronteras. Pero eso ha hecho que lo visiten miles de personas que no saben que es uno de los puntos más fatídicos, donde murió mucha gente ahogada.

–Si uno quiere imaginar cómo era el Muro, ¿dónde aconseja que vaya?

–Aparte de la East Side Gallery hay dos memoriales en el Checkpoint Charlie y en la Bernauer Strasse. A mi modo de ver son fallidos. El Checkpoint Charlie se centra en los culpables de que eso ocurriera.Y el de la Bernauer Strasse es mucho más divulgativo pero oculta a los verdugos. No hay ni una explicación de quiénes fueron Walter Ulbricht, Erich Honecker o Erich Mielke, el gran asesino.

–¿Qué enseñanza nos deja la existencia del Muro?

–Si hay alguna enseñanza es que se pueden crear monstruos a partir de enfrentamientos políticos. Y merece la pena evitarlos. De hecho, los países occidentales, con Kennedy a la cabeza, se echaron para atrás y no hicieron nada para impedir que se levantara porque un enfrentamiento podía llevar a una guerra mundial.

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