Crítica

Giselle De luz

  • El director traslada elocumentemente el Romanticismo de mediados del siglo XIX enEspaña inspirado por la obra de Gustavo Adolfo Bécquer

Un momento de la representación

Un momento de la representación / Jesús Jiménez / Photographerssports

Desde que se estrenase este ballet en 1841 en torno al gran ideólogo Théophile Gautier, crítico, escritor, poeta y artífice principal de la creación del ballet romántico francés, esta obra maestra no ha dejado de ser versionada por los más grandes e internacionales coreógrafos. Entre las más destacadas a posteriori se encuentran la versión coreografiada por Mats Ek (Malmö, Suecia, 18 de abril de 1945), estrenada por el Cullberg Ballet en Riksteatern en 1982, que sin duda supuso un original cambio estético dentro de una forma de movimiento que con mayor torsión corporal y fluidez enfrentaron a los bailarines ante un exigente lenguaje más orgánico. Y por supuesto, la versión más reciente de Akram Khan (1974) , coreógrafo y artista que procediendo de un lenguaje de la danza clásica hindú, se atrevió a crear la propuesta de Tamara Rojo para el English National Ballet en una versión más contemporánea, estrenada el 27 de septiembre de 2016 en el Palace Theatre de Manchester, alcanzando también un importante reconocimiento internacional, con una original partitura de Vincenzo Lamagna con reminiscencias contemporáneas de la partitura de Adam que evocaban el recuerdo de la original y que consiguió conmocionar al respetable.

Los mensajes de las obras coreográficas de danza, a veces incluso inconscientemente, siempre han sido reaccionarios y por tanto reivindicativos en su sociedad, sobre todo en la danza narrativa. La locura que sufre Giselle, tras descubrir su engaño, nos habla entre otras cosas del daño emocional y del sufrimiento, del dolor que puede provocarse entre seres humanos tras un desamor, que sumado a la inocente juventud pueda llegar incluso a provocarnos la muerte por tristeza o depresión profunda.

Por un lado, el ballet clásico es el legado de las obras maestras del pasado, heredado por el ballet europeo e imperial ruso, al que aún le cuesta adaptarse a la contemporaneidad del siglo XXI, y por otro no dejan de presentarse nuevas estéticas e ilusiones escénicas que nos reinterpretan los ballets clásicos en la actualidad inspirándose en la creación original de la obra.

Considerada obra maestra absoluta del Teatro de Danza del Romanticismo del que resume en síntesis todas las instancias técnicas, estilísticas y dramáticas, Giselle constituye todavía un punto principal en el repertorio del ballet mundial que supone un importante reto para cualquier coreógrafo que pretenda abordarla.

Un momento de la representación Un momento de la representación

Un momento de la representación / Jesús Jiménez / Photographerssports

De Luz, traslada elocuentemente ese Romanticismo al de mediados del siglo XIX español inspirado además por las Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, conducidos por la dramaturgia de Borja Ortiz de Gondra. Añade simbolismos y matices al ballet, como la mancha negra sobre el corazón del tutú romántico de las Wilis, que representan y se manifiestan como símbolo del hueco doloroso que les ha provocado su desengaño amoroso, concepto de la figurinista Rosa García Andújar, y le da un aire bolero al Pas de Paysans. Una escenografía que la CND ha adaptado magistralmente a nuestro singular espacio con sencillez y sentido común.

De Luz en su recreación, mantiene la estructura de este ballet en dos actos como así se dispuso desde su primer estreno en 1841, marcados claramente por dos mundos de evidentes diferencias: el terrenal y humano en oposición al de ultratumba y de espíritus que memoran la eterna duda del ser humano, qué nos espera después de la muerte, y que nos hace vagar por una supuesta imaginación de este momento histórico.

El primer acto, más interpretativo y actoral en el que se nos plantea la trama narrativa que nos introduce al siguiente, en el que los roles principales se nos presentan a un Hilarión entusiasta, vigoroso y transparentemente enamorado, interpretado por Isaac Montllor que encuentra el obstáculo de un Albrecht-Loys, galante embaucador y artífice del desengaño amoroso maravillosamente interpretado por Alessandro Riga, bailarín de técnica impecable y de bonitas líneas , que oculta hasta última instancia su compromiso con Bathilde, interpretada por Elisabet Biosca, como su verdadera identidad para conquistar a Giselle, la dulce, ingenua, pura e inocente adolescente que se ve atrapada por la ilusión de un amor verdadero, que interpretada magistralmente por Giada Rossi nos traslada a esa pura imagen de juventud entusiasta al descubrir la primera pasión amorosa de su vida. Se echó de menos tan solo aquí, la presencia de un cuerpo de baile más numeroso que recrease escenas campesinas y de vendimia multitudinarias llenando de esplendor el escenario.

En el segundo acto, además destaca la interpretación de Myrtha que interpretada por Clara Maroto como cabeza de las Wilis o muchachas que han fallecido sin desposarse, y que acepta a Giselle en su reino de espíritus del bosque. De Luz hace aquí una interpretación más fiel a la original de Jean Coralli y Jules Perrot, dejándonos en la retina esa clásica imagen de tutú romántico blanco antes los característicos cipreses de nuestros emblemáticos y más monumentales jardines del Generalife. Es un ballet de estilo romántico en el que los detalles, posiciones, líneas y transiciones son extremadamente importantes y deben suponer un minucioso trabajo. Concluye una buena función el ballet muy digno con la dualidad de Albrecht afligido por el daño causado a Giselle en su inconsciente juego.

Desde Carlota Grisi (versión original de 1841), Ana Laguna (versión de Mats Ek, 1982), Tamara Rojo (versión de Akram Khan, 2016), muchas bailarinas de diverso registro han interpretado este rol principalísimo como deseo interpretativo para cualquier primera bailarina que supone profundizar en estos grandes mitos, en los que los personajes femeninos pasan de la tradición a la transgresión en tan poco tiempo adentrándose en los valores humanos más conmovedores.

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