Crítica del Festival de Música y Danza de Granada

Isabelle Faust, cautivadora

  • El ciclo sinfónico continúa con dos citas ineludibles, la primera fue la noche del viernes con la orquesta alemana Güerzenich-Orchester Köln

Isabelle Faust, cautivadora

Isabelle Faust, cautivadora / Jesús Jiménez Hita (Photographers)

El ciclo sinfónico del Festival de Granada continúa este fin de semana con dos citas ineludibles. La primera de ellas es la orquesta alemana Gürzenich-Orchester Köln, que nos visita en la presente edición bajo la director de François-Xavier Roth. En una noche dedicada a uno de los grandes nombres del romanticismo contaron con la aparición en el escenario del Palacio de Carlos V de la violinista Isabelle Faust, una de las artistas con mayor proyección del siglo XXI.

El director François-Xavier Roth, que nos visitó hace tres ediciones con su orquesta Les Siècles y un programa impresionista, cambia diametralmente de tercio para ofrecernos dos obras destacadas de la producción de Robert Schumann, si bien inició su intervención al frente de la Gürzenich-Orchester de Colonia con una obra contemporánea: una fanfarria para instrumentos de viento del compositor York Höller, titulada Entrée für Blechbläser. Esta página fue comisionada por dicha orquesta para servir de comienzo esta temporada a uno de sus conciertos, junto con otras once que le acompañaron en este proyecto artístico. La breve pieza explora los recursos tímbricos de los metales en una dinámica reposada, con sonoridades muy suaves en la que contrastan ataques y motivos emergentes; los vientos-metal de la formación calibraron eficientemente esta escritura casi puntillista, en la que destacaban por momentos referencias a la música de Giovanni Gabrieli.

Como segunda obra del programa se interpretó el Concierto para violín y orquesta en re menor W. 23 de Robert Schumann, una página que, pese a ser menos conocida debido al olvido que sufrió durante décadas, merece ocupar un lugar de excepción junto a sus homónimos de Beethoven, Mendelssohn o Brahms. Para su interpretación entró en escena Isabelle Faust, cuya carrera es una de las más completas, coherentes y atractivas de las últimas décadas. En sus recitales y grabaciones ha abarcado gran parte del repertorio de concierto tanto en solitario como para orquesta; nos ha sorprendido con su revisión de las sonatas y partitas de Bach para violín solo, y nos ha impresionado por su riqueza de recursos en las grabaciones de los conciertos para violín y orquesta de Mozart, Beethoven o Berg.

Isabelle Faust cautivó con su interpretación de este concierto para violín; la violinista alemana está recorriendo el rico repertorio romántico para su instrumento, y la feliz llegada a la obra de Schumann nos reportó una interpretación excepcional. Su depurada técnica y su dominio del instrumento le permitieron explorar los múltiples matices de esta página, no siempre bien entendida, en un complejo diálogo con la densa escritura orquestal, que equilibró hábilmente Roth pese a la falta de potencia en las cuerdas. La violinista dominó en todo momento la puesta en atriles del concierto, con un discurso bien definido y con fuerza expresiva.

Los pasajes a dobles cuerdas, los arpegios y los attacca del primer movimiento no hicieron sino mostrar su virtuosismo y su perfecta comprensión de la partitura. Cabe destacar la belleza del lírico “Langsam” central, en el que Faust extrajo toda la esencia del violín y la puso al servicio de una línea melódica más poética, o el enlace sin solución de continuidad con el rítmico y animado movimiento final, de aires danzables y consagrado casi en su totalidad a la fuerza expresiva del instrumento solista. La prolongada ovación recibida persuadió a Isabelle Faust a ofrecer una pieza fuera del programa, una de las partitas de Bach que recientemente ha grabado con el sello Harmonia Mundi.

El programa, que en principio iba a incluir la quinta sinfonía de Bruckner, se cerró con la Sinfonía núm. 2 en do mayor op. 61 de Robert Schumann, un cambio de última hora que dotó de cierta coherencia la velada, pese a no tratarse de la mejor interpretación que el Festival ha escuchado de esta obra. François-Xavier Roth quiso imprimir brío y brillantez a su versión de esta densa página sinfónica, en la que el juego motívico entre secciones es muy rico y no siempre fácil de definir. Si bien Roth consiguió su objetivo de impresionar y agradar al heterogéneo público del Festiva, la interpretación por momentos mostró cierta descompensación entre los efectivos tímbricos. El motivo inicial del “Sostenuto assai” tuvo demasiado presente a los metales, evitando que las cuerdas crearan de forma orgánica su respuesta. No obstante, el primer movimiento fue monumental por la riqueza de matices que el autor derrocha en él, y que Roth al frente de la Gürzenich-Orchester Köln supo explorar. Le siguió un animado y humorístico “Scherzo-allegro vivace”, atacado muy vivamente por el director, quizás al borde del desajuste rítmico por momentos, pero manteniendo la tensión hasta el final. Mucho más acertado estuvo el “Adagio espressivo”, en el que pudimos disfrutar, en sonoridades menos expansivas, del delicado diálogo entre cuerdas y vientos-madera, para concluir finalmente con un exuberante “Allegro moto vivace”, una explosión de sonoridades conducentes a culminar lo que debió haber sido la apoteosis del romanticismo, si bien echamos de menos una mejor definición delos planos sonoros en la textura orquestal.

François-Xavier Roth se dirigió al público para agradecer su calurosa ovación, y aprovechó para recalcar su agradecimiento y el de la orquesta al Festival de Granada y a su director, Antonio Moral, en su apuesta por la música europea en tiempos de pandemia. La oportunidad que les ha brindado de visitar Granada debe verse como un símbolo de la reactivación de la cultura, labor que se ha conseguido no sin esfuerzos ni dificultades; iniciativas como ésta han mantenido vivo el mundo cultural, y vuelven a llenar auditorios como el Palacio de Carlos V con buena música y las mejores esperanzas.

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