Granada año a año

1981: El año del “¡se sienten, coño!” de Tejero y del “soy diputado y quiero entrar” de Vida Soria

Jara, con megáfono en mano, junto a los concejales del PSA Arturo González Arcas y Eladio Fernández Nieto Jara, con megáfono en mano, junto a los concejales del PSA Arturo González Arcas y Eladio Fernández Nieto

Jara, con megáfono en mano, junto a los concejales del PSA Arturo González Arcas y Eladio Fernández Nieto / G. A. A.

Está claro que el 1981 se recordará en todo el país como el año en el que el teniente coronel Tejero entró en el Congreso e intentó dar un golpe de Estado. El 23 de febrero el guardia civil de los gruesos bigotes entró pegando tiros y dijo aquello de "todo el mundo al suelo" y "se sienten, coño". Fueron muy pocos los diputados que no se movieron del asiento. La inmensa mayoría se tiró al suelo cuando el de los firmes mostachos empezó a dar tiros al techo. Pero en la memoria de los granadinos hay otra frase de las de baldosín de cocina que pronunció el diputado José Vida Soria, que estaba fuera del Congreso y cuando se enteró de que había sido asaltado se presentó en las puertas y les dijo a los guardias civiles que estaban en la puerta: "Soy diputado y quiero entrar". Los miembros de la Benemérita se quedaron extrañados de que todos los de dentro estuvieran deseosos de salir y el granadino deseoso de entrar. Pese a la resistencia inicial de los guardias civiles, al final le dejaron pasar y llegó a sentarse en su escaño con sus compañeros. Por supuesto unos lo tomaron como un loco y otros como un valiente. José Vida murió en enero de 2019 con todos sus recuerdos intactos. Tras fallar el intento de golpe de Estado, miles de granadinos se manifestaron cuatro días más tarde a favor de la democracia y en contra de cualquier intento de golpe de estado que quisiera acabar con ella. Faltaría más.

José Vida Soria durante un mitin del PSOE José Vida Soria durante un mitin del PSOE

José Vida Soria durante un mitin del PSOE / G. A. A.

En mayo de ese año el Ayuntamiento de Granada sufre la primera gran crisis de la democracia al quedar fuera del equipo de gobierno municipal seis concejales del Partido Socialista Andaluz. Éstos habían sido expulsados del partido debido a una crisis interna que se había iniciado con el cambalache que el PSA había hecho con las alcaldías de Granada y Sevilla. Sin los concejales andalucistas, el gobierno municipal quedaba en minoría: PSOE y PCE sumaban nueve concejales y podían contar con uno más, independiente de izquierdas, en total diez. Insuficientes frente a los once con que contaba UCD. Todo el mundo esperaba una moción de censura que echara a Jara de la alcaldía, pero dicha moción nunca llegó a presentarse. Según Ramón Ramos, el porqué de esa inacción "no tiene otra respuesta que el temor a la impopularidad de una iniciativa que en aquel momento tenía escasos precedentes y podría haberse vuelto en contra de UCD, el partido que ostentaba el Gobierno central". Durante este conflicto Antonio Jara se tiró el farol de presentar su dimisión, pero era parte de una estrategia que acabaría con la incorporación en su equipo municipal de centristas, a los que daría amplios poderes: cuatro de las grandes áreas y la presidencia de las principales comisiones. Hasta tuvo que transigir a que UCD le impusiera como primer teniente de alcalde a César Valdeolmillos, alguien a quien él no quería en su equipo de gobierno. Tras cerrarse la crisis, Jara se encaminaba a una gestión que para muchos analistas políticos ha sido de las más fructíferas de la democracia.

En 1981 hay muchos movimientos en las cumbres de las cajas de ahorro granadinas. En la Caja Rural es cesado el director general Federico Terrón, por razones puramente políticas y supuestamente relacionadas con créditos concedidos a determinados ayuntamiento de la provincia con alcaldes del PSOE. De todas maneras, la gestión de Terrón se alabó al máximo porque había cogido la entidad con muy poca capacidad de recursos y en un par de años consiguió duplicar su liquidez. En la Caja de Ahorros de Granada dimite también como director general Francisco Valverde Moya y sería sustituido por Julio Abad, que tantos titulares daría en los periódicos en los años siguientes. 

El autosecuestro

En Granada ha habido secuestros chungos y secuestros cutres, muy cutres. El más cercano en el tiempo es el de Maracena, donde el novio de la ex alcaldesa raptó (con pistola falsa incluida) a una concejala que tenía papeles comprometedores. Pero en 1981 hubo uno que llenó páginas y páginas de los periódicos y luego fue un bluf parecido al de Bartolín el concejal de la Carolina, que simuló que lo habían raptado los de ETA para obtener notoriedad. 'Bartolo, el que se secuestra solo', lo llamaron en el pueblo. La que se secuestró en 1981 a sí misma fue Madelaine Serrano, esposa de Reynaldo Horwitz, el cónsul alemán en Granada. Montó una trama en la que fingió que era secuestrada para cobrar 200 millones de pesetas que esperaba que pagara el gobierno alemán. No lo hizo para conseguir notoriedad como Bartolo, sino para hacerse rica. Al negarse el gobierno alemán a las exigencias de los presuntos secuestradores, la esposa del cónsul llamó a su marido desde Faro (Portugal) para decir que había sido liberada. Pocos días después, tras las investigaciones policiales, la mujer fue detenida e ingresó en prisión por simular su secuestro.

Ángel Díaz Sol, escoltado por guardias civiles en Güéjar Sierra Ángel Díaz Sol, escoltado por guardias civiles en Güéjar Sierra

Ángel Díaz Sol, escoltado por guardias civiles en Güéjar Sierra / G. A. A.

Otro 'secuestro' que salió en los periódicos ese año fue el que sufrió el diputado Ángel Díaz Sol en Güéjar Sierra. Unos 500 vecinos de esta localidad mantuvieron siete horas retenido al citado político en protesta por el proyecto de ley presentado por los socialistas en el Parlamento para la creación de un parque nacional en la cabecera del río Genil. Los vecinos pensaban que la iniciativa ponía en peligro la propiedad comunal de las tierras del municipio en la falda de la sierra, cosa que era negada por los autores del proyecto le ley. Las aguas, y nunca mejor dicho, volverían a su cauce tras el susto del diputado, que fue zarandeado e incluso agredido. Gajes del oficio, diría él después para quitarle hierro al asunto. Ángel Díaz Sol tampoco está en el mundo de los vivos desde hace unos meses.

En las elecciones a rector celebradas el 12 de marzo, Antonio Gallego Morell consigue el doble de votos que Nicolás López Calera para continuar en el cargo cuatro años más. Pero ese año la Universidad tendrá tantos y tan graves problemas económicos que emite un comunicado en el que advierte que la creciente escasez de los recursos "está cerrando toda posibilidad de enseñanza e investigación en condiciones de mínima calidad". Así mismo hace constar que no se puede "garantizar el funcionamiento de las distintas facultades para el próximo curso". Aun así, ese año, a través de un real decreto, se establece el título de Licenciado en Educación Física, que desembocaría en la creación del INEF un año más tarde. 

Uno de los problemas a los que se tuvo que enfrentar Antonio Gallego Morell fue a una huelga de profesores y personal del Clínico iniciada en mayo. Los catedráticos de Medicina dejaron de dar clases y los médicos  hicieron huelga y solo atendieron a las urgencias y a las operaciones quirúrgicas. Tampoco hubo actividad burocrática. Las reivindicaciones de los huelguistas se centraban en la petición de un reglamento interno, la clarificación de muchos de la situación laboral y profesional y la mejora de las instalaciones. ¡Ah!, y en pedir que no se derrochara tanto porque, según el comité de empresa, se estaban pagando grandes cantidades de dinero sin justificar a intermediarios, minoristas y proveedores del centro. O sea, que se iba el dinero y nadie sabía a qué bolsillos.

En ese mismo mes de mayo, más de cien personas de todas las edades se vieron gravemente afectadas durante los últimos días por un brote hídrico de fiebres tifoideas surgido en Moreda, a causa de una contaminación accidental de las aguas potables. Algunos de los afectados tuvieron que ser hospitalizados, en el Clínico precisamente.  

Reactivación de las tradiciones

Y es que Todo es posible en Granada, como dice el título de esa película que dirigió Sáenz de Heredia en 1954 y cuya nueva versión se filmó en 1981 en la ciudad de la Alhambra con Manolo Escobar como protagonista. El film se rodó en el Sacromonte, la Chumbera, la Alhambra el hotel Alhambra Palace y la Alcaicería. Un bodrio de película que solo sirvió para acrecentar la leyenda de que en Granada todo es posible. El artista estuvo un años después en el cine Aliatar en el estreno y dijo a los periodistas que era cantante, pero lo que en realidad le gustaba era la pintura. Y citó como pintores que le gustaban mucho a José Guerrero, Manuel Ángeles Ortiz, López Mezquita y Manuel Rivera. La presencia del artista en el estreno produjo tal aglomeración de personas que se tuvo que retrasar la proyección más de una hora. Manolo Escobar era por entonces idolatrado por las masas. 'Manolo I de España y V de Alemania', lo motejó Antonio Ramos, ya que el cantante se hacía casado con una alemana.

Cartel de la película 'Todo es posible en Granada Cartel de la película 'Todo es posible en Granada

Cartel de la película 'Todo es posible en Granada / G. A. A.

En Granada todo es posible como, por ejemplo, que se le cambie por quinta vez el nombre a la que por entonces se llamaba Avenida de Calvo Sotelo. En 1981 tomó el nombre de Avenida de la Constitución. Esa calle se llamó en el siglo XIX Real de San Lázaro, después Avenida Alfonso XIII y más tarde Avenida de la II República. Sin duda es la calle de Granada que más ha cambiado de nombre a lo largo de su historia. 

También 1981 es el año en el que reaparecieron los facundillos, esos niños que salen en procesión portando tocando las campanillas de Gloria con las que anuncian la Resurrección. A comienzos del siglo XX los granadinos mostraban su alegría porque había resucitado Cristo dando tiros al aire e incluso lanzando verduras y patatas a la calle, algo impensable hoy debido al precio que tienen esos productos. A mediados de siglo los facundillos portaban un farol, pero al reinstaurarse la tradición en 1981 empezaron a tocar unas campanillas. También a partir de 1981 se hace cargo de la organización de la cabalgata de los Reyes Magos en la capital el Ayuntamiento. Hasta ese año lo hacía el Centro Artístico, institución que lleva a gala haber sido de los pioneros en España en la organización de la cabalgata de reyes. La reactivación de muchas tradiciones se debe sin duda a que Antonio Jara contará en su equipo de gobierno a partir de ese año con el joven comunista José Miguel Castillo Higueras. José Miguel fue el primer concejal de la democracia de Urbanismo y el encargado de impulsar el primer Plan General de Ordenación Urbana de Granada, que se aprobaría cuatro años más tarde. Jose Miguel Castillo revolvió legajos y acudió a protocolos viejos para restaurar muchas de las tradiciones que se habían perdido en Granada. Tampoco José Miguel está ya con nosotros, desde aquella fatídica noche de enero de 2022 en que fue golpeado en una céntrica calle por un joven marroquí.

Después del éxito de Camelamos naquerar, José Heredia estrena en 1981 el espectáculo Macama Jonda, con el que se convierte en precursor de la fusión arábigo-flamenca. El 12 de mayo se recuerda con diferentes actos el 150 aniversario de la ejecución de Mariana Pineda y en septiembre se declara Bien de Interés Cultural el Palacio de los Patos. Fue construido por Francisco Giménez Arévalo para la familia Moreno-Agrela en 1890. Originalmente estaba situado en el extrarradio y rodeado de huertas. Como tienen una fuente en el centro con dos cisnes, fue conocido popularmente con el nombre de Palacio de los Patos, que es con el que se ha quedado y que hoy es un hotel de lujo.

En 1981 nacen en Granada dos grandes del espectáculo: Rosa López y David Fandila El Fandi, que tienen la virtud de esponjar el corazón de orgullo a muchos granadinos por ser sus paisanos. También nace Deifontes el dibujante Juan Manuel López (Juarma).

Así vinieron algunos daneses para firmar el armisticio a Huéscar Así vinieron algunos daneses para firmar el armisticio a Huéscar

Así vinieron algunos daneses para firmar el armisticio a Huéscar / G. A. A.

Pero sin duda, una de las noticias más curiosas que daría 1981 sería la firma de un armisticio entre la localidad de Huéscar y Dinamarca por una guerra que nunca existió. Resulta que Vicente González Barberán (fallecido el pasado mes de marzo), por entonces consejero de Bellas Artes y delegado de Cultura, encontró un viejo documento en el Ayuntamiento de Huéscar que notificaba que el municipio le había declarado en solitario la guerra a Dinamarca en 1809 por un episodio que sufrieron 13.000 soldados españoles enviados a aquel país, entre ellos algunos oscenses. Los soldados fueron abandonados a su suerte y dispersados sin posibilidad de volver a su país de origen. Cuando la noticia llegó a Huéscar, el ayuntamiento de este pueblo, ni corto ni perezoso, declaró solemnemente la guerra a Dinamarca. Con un par. Tras la derrota de Napoleón y el regreso de Fernando VII a España, los habitantes de Huéscar olvidaron que estaban en guerra con Dinamarca, mientras que en el norte de Europa ignoraban la existencia de la contienda. El asunto quedó enterrado, olvidado, hasta que fue descubierto por González Barberán. Para tratar de solucionar ese conflicto diplomático, el Ayuntamiento de la citada localidad celebró un pleno en el que aprobó iniciar las negociaciones de paz con Dinamarca, mientras que el embajador danés en España obtuvo la autorización de su Gobierno para participar en el paripé y firmar un tratado de paz con los representantes huesquerinos. Así, el 11 de noviembre de ese mismo año los representantes de Huéscar y Dinamarca firmaron en la localidad granadina el documento que ponía fin a un siglo y tres cuartos de hostilidades. Acudieron muchos daneses que vivían en la Costa del Sol que, para seguir la broma y para contribuir a una mejor ambientación, vinieron vestidos de vikingos, con sus cascos con cuernos, pieles en los hombros, espadas de madera y falditas cortas. La jornada constituyó una auténtica fiesta en la que más de diez mil personas entre daneses y oscenses brindaron por el fin de la guerra más larga y menos sangrienta de la larga historia bélica de España. Una guerra en la que no hubo muertos y una celebración de paz en la que hubo muchos borrachos. Como debe ser.

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