Comercio

Emilio Carreño, el hombre que ha vestido a los hospitales y colegios de Granada

  • El empresario, conocido por los uniformes escolares y las ropas de sanitarios, no forma parte hoy de la empresa que fundó en los ochenta

Factura Emilio Carreño

Factura Emilio Carreño

Emilio Carreño Maldonado es historia del comercio local. Si desde hace dos meses no paramos de escuchar hablar sobre los famosos EPI y todo lo que tiene que ver con el equipamiento de los sanitarios, en Granada hay una persona que hace casi cuatro décadas ya vestía a todos los hospitales y centros de salud a la vez que despachaba uniformes a casi todos los colegios de la ciudad. En los dos pilares del Estado de Bienestar, salud y educación, fue cimentando desde abajo su pequeño imperio, la empresa familiar de Emilio Carreño que casi todos los granadinos de cierta edad conocerán por haber comprado alguna vez en su tienda del centro.

Su historia es la de muchos empresarios que empezaron desde abajo, eso que hoy se llama sin ambages como emprendedor. "Empecé a trabajar en Tejidos Vázquez (una referencia de la Granada de mitad del siglo XX) de empleado el 15 de enero del año 51", empieza a relatar Emilio Carreño sobre una historia profesional que comenzó siendo un 'chavea', como tantos en aquella época, un adolescente que iría progresando hasta ser dependiente y encargado.

Pero Emilio Carreño vio la posibilidad que tenía para el comerciante el estar en la calle. "Se hacía más negocio que dentro, pedí permiso para salir y me dijeron que sí", señala este granadino que iría poco a poco entablando relación con gerentes de hospitales y ganándose su confianza. Así, cuando vio que las cosas empezaban a ir mal en Vázquez, ya casado y con hijos decidió empezar la vida profesional por su cuenta tras 30 años y 15 días como empleado de los famosos tejidos.

"Con una mano atrás y otra adelante, sin indemnización", Carreño empezó su aventura en 1981 con un garaje de 21 metros de la calle Ángel, justo detrás de donde luego se pondría la tienda. “Empecé hablando con colegios y hospitales. No sé si por lástima o por quererme ayudar o por lo que sea me ayudaron y conseguí crecer todo lo que inicié”. De empezar repartiendo con un Seat 600 los encargos que iba recibiendo en los primeros tiempos a plasmar con los hospitales que se erigían entonces en la ciudad tales como ya el Antiguo Clínico o Traumatología.

Una tienda y pequeñas naves en la ciudad acabarían completándose con la compra de una factoría en el Polígono de Juncaril, en Albolote, de dos plantas con 300 metros cada una para un negocio que seguiría prosperando y que durante décadas llegó a dar trabajo a unas 200 personas. La clave para Carreño está en que siempre fui invirtiendo todo lo que ganaba en seguir aumentando el volumen. Y la estructura familiar que implementó.

Con orgullo, guarda en un marco la primera factura de una empresa que ya no le pertenece y de la que se siente forzosamente apartado por sus hijos que ahora la regentan, según cuenta. Hace ya cuatro años que el fundador no tiene vínculo con la empresa y por ejemplo en la descripción de la web no se hace mención directa a él. El único rastro es que se sigue llamando con él y hoy, explica, que vive días complicados en lo económico y en lo relativo a la salud. Hace dos años murió su mujer, en una situación de abandono y en el día a día lo cuida únicamente por su hija pequeña, Victoria, en paro y con dos niños quien tampoco forma ya parte de una empresa en la que estuvo 28 años.

Emilio Carreño está delicado de salud tras sufrir un ictus, varias neumonías, un trombo y además recientemente se ha roto la cadera por lo que apenas puede andar. De ahí que la pandemia esté siendo particularmente dura al llevar varios meses  sin salir, con desvelos y mucha dificultad para conciliar el sueño. Todo lo que levantó con ayuda de sus hijos ya no le pertenece y solamente los recuerdos físicos, las viejas facturas, la memoria de tendero que llegó a empresario de éxito y el apoyo de su hija Victoria le sirven para capear el temporal.

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