Granada

Granada se pinta en verde y azul

  • La cerámica de Fajalauza ha llevado el nombre de la ciudad a todo el mundo con un estilo único La crisis de la construcción ha hecho mella en la industria

Si hay un producto cien por cien granadino y que identifique a la provincia en cualquier parte del mundo ese es la cerámica de Fajalauza. Sus piezas adornan desde la Alhambra hasta una cocina en las antípodas o a las placas de las calles de la ciudad. Una artesanía que se remonta a antes incluso de los Reyes Católicos pero que hoy, con la crisis de la construcción y la falta de ayudas a la fabricación, está casi en peligro de extinción.

Su nombre le viene precisamente del enclave donde se ubicaban las fábricas ya que se situaban junto a la Puerta de Fajalauza, uno de los seis accesos de la muralla del Albaicín, en la zona más elevada.

La fábrica de Fajalauza de la carretera de Murcia -por donde precisamente pasa la muralla- es el testigo del esplendor que fue pero también el vestigio que sigue quedando para mantener viva la cerámica granadina. Ya no hay encargos masivos pero se intenta sobrevivir con encargos puntuales de distintas partes del mundo y de extranjeros que se acercan para comprar productos específicos. Lo último que ha salido es un encargo para Hannover, en Alemania.

El alma de esta fábrica y ahora mismo el bastión que lucha por que se mantenga esta cerámica por su historia y su valor patrimonial es Cecilio Morales Moreno, que a sus 92 años relata con pesar cómo ha ido a menos la producción y cómo él con su pensión está manteniendo viva la fábrica, "por honor familiar y por que no se pierda este tipo de artesanía". No en vano, en 1.517 figura la primera referencia a la artesanía de Fajalauza, que generó en su tiempo todo un gremio de ceramistas que posicionaron a Granada en la primera línea de la artesanía junto con otras fábricas del resto de España. "Estoy haciendo un esfuerzo de granadinismo y nadie lo reconoce", asegura, pero no va a tirar la toalla. Porque él ha dedicado toda su vida a la fábrica y a la cerámica y ya antes lo hizo su padre, su bisabuelo, su tatarabuelo y así todas las generaciones de Morales.

La fábrica ahora está vacía. Sólo se mantiene Cecilio y una trabajadora. Pero en sus 5.000 metros y toda su maquinaria y productos aún almacenados se deja entrever lo que fue en su día. En el máximo funcionamiento de la industria llegó a tener 50 trabajadores y "había hasta colas en los hornos" para quedarse con las piezas. "Yo no había vivido nada como esto", relata con melancolía.

Ahora, es casi un museo en el que se puede todavía apreciar el proceso de producción de estas piezas, desde que se trata y prepara la arcilla hasta que se da la forma en los tornos o se realizan los azulejos con las distintas capas de pigmentos, selladoras y esmaltados.

Porque con esta cerámica se hacen todo tipo de productos: vajillas, juegos de té, de café, de gazpacho, de vino, fuentes, lebrillos, orzas,... El principio del fin de esta industria fue, como relata Morales, "la conversión de la cerámica de uso diario a suntuario", de decoración, asegura Morales, que también ha sido durante 34 años profesor de cerámica artística de la Escuela de Artes y Oficios de Granada.

Lo que diferencia a la cerámica de Fajalauza de otro tipo de artesanía o de otras 'escuelas' como la de Sevilla o Talavera son los colores y el relieve. La granadina utiliza los tonos azul, verde y marrón y va en esmalte sobre esmalte, lo que le da esa dimensión característica. En cuanto a motivos, la azulejería se basa en los trazos y dibujos de la Alhambra y los platos y resto de material de vajillas suelen llevar la granada o el pájaro con relleno de hojarasca.

Cuando a Cecilio Morales se le ilumina la mirada es cuando recuerda los trabajos que ha hecho por el mundo y las visitas y encargos más especiales. No todo el mundo puede decir que parte de la azulejería de la Alhambra ha salido de sus manos (como la de parte del patio de los Arrayanes) y también todo el zócalo del patio del Ayuntamiento. En el Parador de San Francisco también hay cerámica de Fajalauza y la piscina de la casa de Balduino y Fabiola en Motril (Villa Astrida) también está hecha de este material recreando el dibujo de los baños árabes. Después, se han hecho envíos a África del Sur, a Inglaterra (fundamentalmente para juegos de té en los años 40 y vajillas) y a casi todo el mundo. "Hasta Rainiero y Grace Kelly compraron cerámica de Fajalauza", recuerda. Otro envío reciente ha sido a Copenhague para la residencia del dueño de una conocida bodega o a Australia y Hawai para casas particulares.

El proceso sigue la tradición en materiales pero adaptado a los tiempos. Antes los hornos eran de tipología árabe -todavía se conserva uno en la fábrica-, después se pasaron a los eléctricos y ahora a los de gas, que son los que utilizan. Pero la materia prima es la misma: la arcilla, obtenida de la Rivera del Beiro y sometida a distintos y procesos para darle la consistencia final y poder trabajarla y dar la forma a la pieza ya cocida.

La pintura se hace a mano y después se van dando distintas capas de sellado y esmaltado para que no pierda propiedades con el uso.

En cuanto a los diseños, no están registrados porque unos son reproducciones de la Alhambra y como tal no se puede tener la propiedad y otros son composiciones de memoria, por lo que se va cambiando u modificando sobre la marcha.

Toda una tradición que ahora está en peligro de extinción y que hay que proteger para mantener un legado artístico tradicional granadino que requiere de ayuda urgente de las administraciones para reconocerle un valor que con el paso de las generaciones actuales puede acabar desapareciendo.

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