"Granada me recuerda al nenúfar, una flor bellísima que se alimenta del fango"

Músico y político. Un incondicional de su ciudad, pero crítico. Su trayectoria personal y profesional le ha situado al frente de uno de los proyectos culturales más ilusionantes de Andalucía

05 de abril 2009 - 01:00

ME llamo Enrique Moratalla Molina. Nací en Granada en 1956. Alterné estudios en el Padre Suárez y Salesianos. Hice Psicología y Criminología. A los 17 entré en Manifiesto Canción del Sur. Estuve detenido en tres ocasiones. Manifiesto me dio la oportunidad de formarme correctamente en claves culturales e ideológicas. Aquella fue la 'rosa de los vientos' de mi vida que me orientó para siempre en muchos aspectos. Desde 1999 he grabado cuatro discos, el último sobre música de Astor Piazzolla. Este verano fui de gira por Argentina, Uruguay y México. Imagínate la osadía de un andaluz haciendo a Piazzolla, con un quinteto andaluz y programado en el Festival de Tango de Buenos Aires, pero tuve suerte: me dieron la medalla de oro de la ciudad. Uno se pregunta por qué, si ese premio se lo otorgaron a Pavarotti, Serrat o Sting, y yo no tengo ese nivel. Mi vida pública ha tenido un gran recorrido: funcionario del cuerpo superior facultativo, delegado de Cultura durante cuatro años, otros cuatro viceconsejero y los últimos cuatro meses, consejero de Cultura. Hace cinco años, verbalicé mi deseo de volver a la ciudad y el presidente de CajaGranada, Antonio María Claret, me ofreció coordinar y diseñar el proyecto de un nuevo centro cultural".

-¿Por qué abandonó la política activa?

-Entendí que dos legislaturas son más que suficiente. Me formé y aprendí, pero también dejé mucho en el camino. Abandoné proyectos vitales y personales, así que llegó un momento en el que agradecido y orgulloso de haber estado, tomé otro camino diferente al de la institución, por mi bien y por el de ésta. No quiero decir que quien decide perpetuarse en la vida pública lo haga mal, digo que consideré que mi vida no debía ir por ahí. Había perdido frescura en muchos momentos y las ideas y la ilusión no eran las mismas. Esto me permitió dedicar más tiempo a mi ciudad, a mi familia, que es muy importante para mi, a mi música, a mis amigos, a mi entorno, en definitiva, a ese espacio vital que todos necesitamos. No lo dudé ni un momento.

-¿Conocía el principio y el final?

-Sí. Desde el principio sabía que mis años en gestión cultural pública eran ave de paso y por tanto no consideré que tuviese que durar más. Llevo 30 años ligado al mundo de la cultura, he hecho proyectos importantes, con interlocutores distintos. Empecé con 16 años como cantante y durante tanto tiempo creo tener el cariño y el respeto de mucha gente, incluso en esta ciudad. Por el camino no he dejado ni muertos, ni heridos, ni enemigos.

-¿Qué diferencia hay entre Sevilla y Granada?

-No me gusta decir que viví en Sevilla, sino que trabajaba, porque es una ciudad donde todo parece muy accesible, aunque en realidad está detrás de una especie de metacrilato, porque al final ni lo hueles ni lo tocas, sobre todo si eres de fuera. Y Granada… ahí soy sectario por la relación de amor-odio que me une a ella. Granada es hermosa pero se deja abrazar poco. A veces me recuerda al nenúfar, una flor bellísima que se alimenta del fango.

-Hay quienes dicen que no les interesan los premios, pero suele ocurrir que son ellos los que no interesan a los premios…

-Eso es así. Igual que hay gente que los busca por dotación económica o relevancia pública que luego les hace un marketing fenomenal. Sin generalizar, los premios han llegado a formar parte del mercado, del paisaje de la comercialización de la cultura, del circo mediático. Hay quienes tienen mucho nivel personal y categoría artística y los ven con distancia, pero hay otros a los que les vienen de p... madre y los buscan con ahínco.

-¿No es curioso que le den la medalla de oro en Buenos Aires por un repertorio de Astor Piazzolla, un personaje odiado en su momento en Buenos Aires?

-Sí. Fue tan genial que no lo supieron entender, aunque después Argentina y todo el mundo se rindieron. Y no sólo está su calidad, era muy creativo, compuso unas 3.000 piezas.

-Ha mencionado al actor Isidoro Máiquez, ¿se muere aquí mejor que se vive?

-Ni lo sé ni espero comprobarlo. Pero si es cierto que esta es una ciudad peculiar en la que siempre se establece una relación amor-odio. Viniendo de Sevilla en cuanto veía la Sierra mi ánimo cambiaba. Allí se decía que los granadinos éramos los que más 'saudade' teníamos. Pero Granada también es una ciudad muy difícil, llena de tribus enfrentadas. Carlos Cano también hablaba de eso. Decía que aquí todo se atora y al final se ahoga.

-¿No es curioso que en Granada todo el que es una tribu se queje de las tribus? El ejemplo es el propio Carlos Cano, ¿no?

-Sí, pero él mismo era una tribu unipersonal. Quizá no se sintió bien recibido por algunas tribus de esta ciudad que lo querían poco. Es cierto que tenía un carácter difícil y se hacía poco de querer, pero a veces esas tribus marcan demasiado el territorio.

-¿Quiénes son?

-No se les puede poner nombre. Son muchos círculos concéntricos y a veces los más exteriores coinciden con los de otras tribus. Siempre hay núcleos duros y círculos a su alrededor. Yo me situé en esas intersecciones de conjuntos porque nunca quise estar en ningún núcleo duro. Siempre he intentado mantener una relación equidistante y cierta amistad con gente de todas las tribus.

-¿Cómo se gestiona la cultura en una ciudad de tribus?

-Cuando comencé en este proyecto sólo tenía un par de conversaciones y a partir de ahí todo comenzó a diseñarse, a pensarse y a crecer. Nos propusimos levantar la persiana en un par de meses y ahí están los contenidos. Agradezco la oportunidad que me dieron y creo que he sabido aprovecharla, a pesar de que en estos cinco años me haya salido alguna cana. Yo ya viví la gestión de fondos como delegado de Cultura y un ejemplo de que es posible fue la Casa de los Tiros cuando comenzamos a trabajar en las líneas que la llevaron a convertirse en máximo referente cultural. Eso fue porque compartimos, convivimos y dimos cancha a todas las tribus, porque en todas hay gente interesante.

-¿Qué tiene el Centro para que le hayan salido canas a usted?

-El Centro Memoria de Andalucía tiene casi 14.000 metros cuadrados. Desde fuera sólo se ve la Puerta de la Cultura, tan hermosa e impactante, pero Campo Baeza ha hecho un trabajo muy silente, porque en realidad tiene la misma altura de basamento que el Cubo. Semisoterrado está el Teatro Isidoro Máíquez; hay 3.500 metros cuadrados de Museo de la Memoria de Andalucía, novedoso e interactivo. Es tan completo que para verlo todo se necesitan varias visitas. Tiene talleres, mediateca… Sí, muchas canas por muchas horas de trabajo en un gran esfuerzo que parte de la voluntad política del presidente Claret. Ahora que está a punto de inaugurarse es un esfuerzo más compartido, pero los inicios fueron de soledad, porque se trataba de un reto enorme y difícil.

-Produce cierto desasosiego ver un Teatro tan espectacular con tan poco aforo (326 plazas), ¿por qué?

-Por concepto… Y todo va sumando. La parcela, generosamente cedida por el Ayuntamiento, es la que es. Las geometrías y el diseño del edificio, estaban hechas y hay que compatibilizar. La idea primordial es la de un completo Museo de la Historia de Andalucía dentro de un Centro Cultural, con mediateca, cafetería, restaurante y numerosos talleres desde especializados hasta generales de integración, para discapacitados o para inmigrantes. El espacio escénico será fundamental como apoyo a esos talleres, no nace con la vocación de ser un teatro para competir con nadie. Sólo es el teatro de un centro cultural, aunque traigamos cosas de fuera. Por ejemplo, para la inauguración vendrá el Ballet de Biarritz y en ciertos momentos habrá espectáculos señeros.

-¿Por ejemplo?

-El Ensemble de París. Y no digo más...

-¿Isidoro Máiquez es un nombre tan cosmopolita que no lo conoce nadie en Granada?

-Fue una idea muy acertada de Antonio Claret. Máiquez es un personaje delicioso. Estudió en París y revolucionó la escena, no sólo en la dicción, en los elementos, por ejemplo, importó la concha del apuntador. Murió en Granada en la indigencia y el olvido, después de haber sido uno de los grandísimos del teatro.

-¿Los mejores granadinos son forasteros?

-No, yo creo que la ciudad también da gente potente. He tenido la posibilidad de conocer la vida y la realidad cultural de las ocho provincias andaluzas, Granada las sobrepasa en la ratio habitante por acto cultural, en cantidad y en calidad. La gente es muy inquieta y pone mucho calor y corazón aunque las cosas se podrían hacer mejor y darles más inversión. ¿Y Sevilla? Pues Sevilla siempre es Sevilla y es el centro de muchas cosas. Pero muchas veces pasa como en Madrid: que todo el mundo es nadie y hay tantas actividades que nadie le echa cuentas. Lo que es más interesante es que Granada tiene una capacidad creadora increíble.

-¿La cultura oficial está desconectada de la calle?

-Sí. Por un lado está la cultura institucional, que sigue su camino, y, aparte, hay un submundo de creadores que no quiere saber nada de la cultura oficial. Deberíamos tener sensores capacitados para conectar con ellos y rescatarlos en el sentido de que las instituciones puedan canalizar su energía creadora.

-A nivel político, ¿interesa la cultura en Granada?

-Quiero pensar que sí. Quien no quiera entender la cultura en Granada se equivoca y hay ejemplos históricos del error que se produce cuando por ciertos motivos se jerarquizan otras prioridades y se olvida la cultura. La cultura no se puede elaborar como discurso y luego eliminarla cuando llega una crisis. Esto es una industria cultural, que da de comer directa o indirectamente a mucha gente. En una ciudad como Granada, de servicios y con un potencial como el que tenemos, el turismo cultural es una gran fuente de riqueza. Si cuidamos, potenciamos e invertimos en turismo cultural, dará puestos de trabajo y riqueza y dinamizará la ciudad.

-Woody Allen decía que la única ventaja cultural de Los Ángeles era que se podía girar a la derecha con el semáforo en rojo. ¿Ocurre eso aquí con el Camino de la Tapa?

-Puede ser. Ahora estoy a régimen y no me prodigo. Parece que ha funcionado bien esa promoción montada por los hosteleros y todo lo que aporte, bienvenido sea. Sin embargo, es verdad que en el diseño del turismo cultural debía haber un poco más de complicidad entre instituciones y empresarios. Los empresarios aquí son más timoratos y no es sólo por la crisis, siempre ha sido así. Para que funcione un proyecto hay que poner ideas, trabajo y a ser posible dinero y los beneficios son para el tejido empresarial. Es imposible que en momentos de crisis la teta pública sea la que vaya a tirar de todo, en primer lugar porque también están pasando por un mal momento y, segundo, porque son demasiados proyectos para colgarse de la misma teta y la vaca no da lecha para tantos.

-En Granada hay tres teatros: Alhambra (de la Junta), Isabel la Católica y Manuel de Falla (del Ayuntamiento). Estos dos no funcionan.

-Bueno, el Falla no funciona porque está en obras. Cada teatro debería tener su sello y el Isabel la Católica no lo tiene. El Alhambra tiene un público concreto: es un teatro vanguardista con una línea clara, y funciona perfectamente. El hecho de que el Isabel la Católica sea un cajón de sastre no es bueno. Podría pensarse que es una crítica a la gestión actual, pero antes era igual. No estoy en contra del circuito comercial, pero sí debería tener un programa estable para resolver este mal histórico que ayuntamientos de distinto signo no supieron solucionar.

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