Pasado con presente incluido

José Ganivet Zarcos: el primer cura obrero

  • Junto con su hermano Manuel, fue uno de los protagonistas de aquel grupo de sacerdotes que en los años sesenta renunciaron a su sueldo para ponerse a trabajar y vivir con los más pobres. Tiene publicados doce libros de poesía

Por la mañana oficiaban la misa y después se iban a trabajar con los albañiles, a repartir pan o coger aceituna. Pretendían que la Iglesia no olvidara su papel de ayudar a los excluidos y marginados. Fueron llamados curas obreros. Desde los años sesenta hasta bien entrada la democracia, lucharon por las libertades democráticas y renunciaron a su salario porque no quisieron vivir de la religión.

Este movimiento tuvo una gran importancia en Granada, donde un puñado de sacerdotes optaron por cumplir aquello que marca el Evangelio: estar con los pobres. Estaban prácticamente sepultados en la memoria colectiva y un documental de Canal Sur los ha rescatado recientemente del olvido. Uno de los nombres más significativos de este movimiento en Granada fue José Ganivet Zarcos.

Nuestro protagonista de hoy tiene una sonrisa enigmática, de esas que se exhiben incluso cuando se da una mala noticia o cuando se cuenta algo grave que ha pasado en la vida. Es ordenado en las palabras y en la mente y parece ser ese hombre seguro de sí mismo que ha sabido elegir en cada momento lo que tiene que hacer o decir.

Eso, por supuesto, le ha causado algunos problemas y muchas incomprensiones. Pero ahí está: abierto en sus explicaciones, sencillo en sus planteamientos y humilde en sus circunstancias. "La vida me ha dado muchas más hostias que las que yo he repartido cuando era cura", llega a decir en un momento de la conversación. Eso sí, visto lo visto, pocas cosas cambiaría en su vida, quizás haberse dedicado más a escribir poemas, que es lo que realmente le gusta.

De lo primero que hablamos cuando llego a su casa es de su apellido. Él está convencido de que en su línea ascendente está el parentesco con el escritor Ángel Ganivet porque su abuela llevaba frutas al molino que la familia del célebre escritor tenía en Granada. "A veces he explotado mi apellido, sobre todo cuando un profesor me preguntaba su tenía algo que ver con el Ganivet escritor. Mientras se lo explicaba a él se le olvidaba hacerme más preguntas, jajajaja".

VIDAS PARALELAS

Con su hermano, en Salobreña Con su hermano, en Salobreña

Con su hermano, en Salobreña / Archivo

José muchas veces olvida el singular y habla en plural, y eso es porque tiene un hermano gemelo que se llama Manuel, con el que ha compartido gran parte de su biografía. Por eso en vez de decir "nací" dice "nacimos" y en vez de decir "ingresé en la escuela" dice "ingresamos en escuela". Debe de tratarse de un dualidad compartida a sabiendas de que su nombre es inseparable al de su hermano, lo mismo que Rómulo lo es de Remo o San Cosme de San Damián.

Así José me cuenta que él y su hermano nacieron en Santa Fe en 1942, en aquellos tiempos de pan de ración y de fiebres tifoideas en los que los niños jugaban en la calle con balones hechos de jirones de trapos o inventaban batallas con espadas de madera. José recuerda como un signo de pobreza ver como los niños más pobres les quitaban la onza de chocolate terroso a los niños más ricos.

-Se pasaba mucha hambre. Nosotros, mis cuatro hermanos y yo, tuvimos la suerte de caer en una familia en la que no faltaban las comidas básicas. Mi padre se dedicaba al campo y en mi casa había muchos animales. Y donde hay campo y animales, al menos no se pasa mucha hambre. Pero Andalucía estaba muy mal, con una burguesía insolidaria y una clase política muy sumisa. La gente comenzó a emigrar a Madrid, a Barcelona, a las provincias vascongadas… Se iba una familia y llamaba a otra para que se fuera porque aquí no había trabajo para nadie. "Ahorramos y volvemos", decían, pero nadie volvía. En Santa Fe llegó un día, al menos en mi calle, en el que siquiera un equipo de fútbol se podía formar entre todos los niños de la calle.

Como muchos niños de aquella generación, José se aficiona a la lectura a través de los cuentos del Capitán Trueno o el Guerrero del Antifaz. Me cuenta que su padre era un hombre tolerante que se preocupaba por su educación y de que nunca faltaran a la escuela. José y su hermano, empeñados ambos en ser uno la sombra del otro, ingresan en el seminario en 1955.

-Nos incorporamos 63 niños, todos procedentes de núcleos rurales e hijos de familias pobres aunque no de solemnidad. Mi padre no estaba convencido de que fuéramos curas. Recuerdo que siempre que iba a visitarnos al seminario nos decía: "si no os gusta esto, cogemos los colchones y a casa". Lo colchones es que eran nuestros pues todos los seminaristas tenían que llevar el suyo. Pero no, yo era buen estudiante que hasta conseguía becas para libros, por lo que mis estudios no fueron muy gravosos para mis padres.

Pero muy pronto se da cuenta de que él no quiere ser un sacerdote al uso, de aquellos que le metían miedo a los niños con el infierno o que explicaban lo buenos que eran los silicios para la salvación del alma. Tampoco de esos que estaban más con los ricos que con los pobres, que al fin y al cabo eran lo que más necesitaban a Dios. Él mismo explica, en un trabajo que escribió para el libro ‘Los curas obreros’, que nunca se sintió especialmente inclinado a expresiones ascéticas o místicas, pero que aprendió a valorar el silencio y la oración. "Las personas que muestran sus arrobos místicos sin pudor ante el público me producen desasosiego y vergüenza ajena. Los actores cobran por estas cosas".

En 1960 ingresa en el seminario mayor. Allí se interesa por la Filosofía y comienza a estudiar Magisterio como alumno libre. Después estudia Teología en la Colegio Hispanoamericano de Salamanca. Fue allí, dice, donde por primera vez en su vida se sintió tratado como un adulto y donde conoció a profesores con una línea aperturista en cuanto a la dialéctica de la Iglesia. Los veranos, eso sí, ayudaba a su padre en las tareas del campo.

-Yo era un obrero más que trabajaba de sol a sol. Recuerdo que una cosa que me desagradaba era que los demás campesinos me dijeran cuando terminaba la faena: "Anda, trabaja ahora que cuando seas cura no vas a dar ni golpe". Lo decían alegrándose, pero su crudeza me producía un tremendo malestar y la sensación de estar traicionando algo.

Para entonces José es un buen lector y no solo de los libros que recomendaba la Iglesia. Y se da cuenta de que el mensaje de Jesús de Nazaret quedaba enredado en una asfixiante maraña de citas bíblicas, tesis teológicas y textos dogmáticos que, con frecuencia, lo hacían irreconocible. No puede aceptar la tesis del Tratado sobre la Iglesia en la que se intentaba demostrar que ésta había sido concebida por su fundador como una monarquía absoluta. Como tampoco puede aceptar la teoría que afirmaba que nadie podía salvarse fuera de la Iglesia. Para él, la Iglesia tenía que ser otra cosa.

-En mi colegio algunos compañeros se reunían para reflexionar sobre la doctrina social de la Iglesia en los llamados grupos Jesús Obrero. Se me invitó a participar y en ellos tuve la oportunidad de entrar en contacto con la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica). También conocí a militantes de la Juventud Obrera Cristiana. Y a algunos militantes del Partido Comunista de España, estudiantes o profesores recién incorporados a la Enseñanza que me dejaron impresionados por su profundo conocimiento del marxismo, por el que yo me sentía atraído, no así por el comunismo, que nunca me atrajo.

LIBROS FUNDAMENTALES

Su madre le besa la mano tras ser ordenado sacerdote Su madre le besa la mano tras ser ordenado sacerdote

Su madre le besa la mano tras ser ordenado sacerdote / A. C.

Su indesmayable curiosidad intelectual le llevaría a conocer dos libros que serían fundamentales en su vida. El primero del sacerdote francés Godin, que escribió un ensayo muy polémico para la época en el que explicaba que los curas no debían ir a los barrios obreros descristianizados a exponer su verdad desde arriba, sino que deberían hacerlo desde abajo, compartiendo con el barrio una misma comunidad de destino, idea esta que sería el germen de los sacerdotes obreros.

El segundo libro estaba escribo por Jacques Loew, en el que se narraba la experiencia vivida por un grupo de sacerdotes que ejercían su apostolado en los barrios más deprimidos de París, ocupando viviendas iguales a las de los obreros y ganándose el sustento en trabajos manuales como ellos.

"Este libro me impresionó tanto que creí haber encontrado el tipo de vida que deseaba para mí y me comprometí a no parar hasta conseguir unir el trabajo de obrero con el parroquial. Había que cambiar la mentalidad y hacer que la gente no viera a la Iglesia como algo inalcanzable y por encima de todo, sino que la institución era capaz de estar con los más humildes", dice José.

José es ordenado sacerdote en 1967 y es enviado a Turón, donde se implica con los trabajadores del campo y en donde, a través de las charlas y homilías, anima a los mineros de aquella zona a protestar por las lamentables condiciones de trabajo que soportaban. De inmediato es tachado de la lista de las 'fuerzas vivas' del pueblo.

Tras su paso por tierras alpujarreñas, en donde daba clases a niños de cortijadas, es trasladado al barrio de la Virgencica, en la capital granadina, donde vivían cinco o seis mil familias pobres en casas prefabricadas. Allí estuvo ayudando como coadjutor a Antonio Quitián, el referente en Granada de aquel movimiento de curas obreros. Después es destinado como párroco a Almanjáyar.

Durante su época en Almánjayar Durante su época en Almánjayar

Durante su época en Almánjayar / Archivo

-Yo trabajaba en lo que salía. Fui jornalero en la recogida de aceituna, encofrador en varias empresas de construcción, pulidor de fregaderos… También, como había estudiado Magisterio, me dedicaba a dar clases. Renuncié al sueldo de cura, lo que molestó mucho al arzobispo Méndez Asensio y sorprendió a muchas personas. Aquello no cuadraba con la idea tradicional que se tenía de los curas. Por supuesto sufrimos muchas incomprensiones y nos acusaban de querer destruir la Iglesia desde dentro. Vivíamos en una situación complicada. El anterior arzobispo, Emilio Benavente, un hombre campechano y abierto, sí comprendió algo nuestra postura, pero Méndez Asensio no. Un día me llamó para decirme que tenía que dejar de trabajar. Pero yo tenía claro cuál era mi modo de vida y le dije que no. A partir de ahí todo fueron problemas. Así que un día, muy cansado de sufrir todo tipo de situaciones que me hacían sufrir, dejé de ser cura.

OTRA VIDA

Tenía José 41 años cuando deja el sacerdocio. Un año después se casa con Teresa, una licenciada en Económicas vietnamita exiliada por motivos religiosos en nuestro país. Trabaja desde entonces como profesor a distancia en la radio y catorce años en un colegio de Valderrubio. Hasta que le llega la jubilación. José y Teresa tienen un hijo con síndrome de Down que trabaja como becario en la Universidad.

Los últimos minutos de nuestra charla los dedicamos a hablar de la participación de los curas obreros en la huelga de la construcción de 1970 en Granada y en aquella famosa manifestación en la que murieron tres albañiles. José me cuenta que, efectivamente, ellos estaban detrás de aquellas movilizaciones tras la negativa de la patronal a aceptar las mejoras propuestas por los trabajadores de la construcción.

-Se convocó una manifestación a la que acudieron miles de personas, algo sin precedentes en Granada. Estuvimos todos los curas obreros en ella, pero yo no me enteré de la muerte de los tres albañiles hasta que regresé a casa y alguien me lo dijo. Fue un palo tremendo.

Ahora José, con 77 años, da por bueno todo lo vivido. "Globalmente estoy contento con mi vida", dice. Gran parte del día lo pasa escribiendo poesía, una de sus pasiones. Dice que compone poemas desde los 14 años. Machado, Lorca, Miguel Hernández, Fray Luis de León y todos los llamados poetas sociales, desde Gabriel Celaya a Blas de Otero, han sido y son sus fuentes de inspiración. Tiene ya publicados 12 libros de poemas y me comenta que le gusta la poesía que tenga ritmo, que tenga música, como la vida misma. "Sin la poesía mi vida sería menos plena y mucho más aburrida", dice el titular de una entrevista que le han hecho recientemente.

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