pasado con presente incluido

Miguel Carrascosa, el maestro de los humildes

  • Dedicó su vida a erradicar el analfabetismo en Granada, fue asesor del Ministerio de Educación para desarrollar programas educativos en Sudamérica, y presidente del Centro Unesco de Andalucía

Sentado frente a mí en el butacón en el que echa la siesta y como fondo una ventana por la que se ve casi toda Granada, Miguel Carrascosa me mira inciertamente a través de sus gafas de metal. Es una mirada concéntrica y austera, que añade un matiz de incertidumbre en la conversación, como si el maestro que ha sido tuviese que hacer el examen de su vida y no estuviera preparado para conocer las respuestas. De vez en cuando se toca la cabeza, se agarra la barbilla y se mueve inquieto en el butacón porque se le agolpan las nostalgias. "¡Dios mío!, me apabullan tantos recuerdos", me dice de vez en cuando al responder a mis preguntas. Tiene aire de franciscano huido de un convento y a su lado está siempre está ese bastón que le ayuda a soportar su leve cojera. Enseguida se nota que dentro de aquella figura retrepada, que tanto ha luchado para que no haya analfabetos en nuestra tierra, no puede haber maldades ni dobleces y que por fuera se parece mucho a como es por dentro.

Este hombre, de noventa años recién cumplidos, tiene la sencillez como propuesta de vida y la educación, a la que se ha dedicado en cuerpo y alma, como objetivo para lograr un mundo mejor. Miguel Carrascosa es un maestro nacional -así le gusta que lo llamen- que también es licenciado en Filosofía y Letras y diplomado en Psicología y Ciencias de la Familia por la Universidad de Navarra. Fue director durante 16 años del Colegio Gómez Moreno -a dos pasos de su casa-, inspector de Educación y asesor del Ministerio de Educación en la etapa en que era ministro del ramo Federico Mayor Zaragoza. Ejerció como director de un programa de orientación de alumnos del mismo Ministerio y consultor de la Unesco para la educación permanente de alumnos en varias ciudades sudamericanas. Presidió desde su creación hasta el año 2012 el Centro Unesco de Andalucía, que tiene su sede en Granada. Tiene escritos alrededor de 20 libros, la mayoría sobre el Albaicín y La Alpujarra, dos lugares que han moldeado su existencia y que le han provocado esas emociones primarias que todo espíritu necesita. También tiene publicados varios libros de poemas. Considera una anécdota en su vida el formar parte de la lista de UCD en las primeras elecciones democráticas celebradas en 1977. Dice que se lo pidió su amigo Federico Mayor Zaragoza y que no podía negarse. En aquel tiempo un albaicinero gitano que vio su fotografía en los carteles electorales lo paró y le dijo: 'Don Migué, lo he visto a usté retratao con los señoritos".

Tiene escritos alrededor de 20 libros de la Alpujarra y el Albaicín, donde vive

Carmen privilegiado

El otro día, cuando asistí a un homenaje que le hizo el Centro Artístico a este hombre por haber cumplido sus primeros noventa años de vida, pensé que podría ser uno de los personajes que todos los domingos traigo a las páginas de este periódico, sección que se ha convertido en una especie de inventario de otoño. Sabía de él que además de haber sido un maestro vocacional había dedicado gran parte de su vida a la exaltación de su tierra y a la recuperación colectiva de sus gentes. Antes de empezar su homenaje le propuse un encuentro y él me citó el día que quisiera en su carmen del Albaicín. Así que el pasado jueves que subí al barrio moruno granadino, pensé que era una buena ocasión para visitar a Miguel Carrascosa, mejor dicho, a don Miguel Carrascosa, porque ese 'don' se lo ha ganado no porque tenga dos o tres títulos universitarios, sino porque así lo han decidido tantas generaciones de alumnos que han pasado por sus aulas.

El suyo es un carmen por donde reboza la madreselva y que tiene una puerta pequeña metálica negra que no hace justicia a lo que hay dentro. Está muy cerca de la placeta de San Miguel Bajo y cuando el tocayo del santo me abre la puerta, aparece su figura alegre y jovial invitándome a pasar a su vistosa vivienda, eso después de darme un abrazo y llamarme 'zagal', que es como llama a todos los que tienen menos edad que él. Nada más entrar en la estancia, a la izquierda, hay un mosaico que lleva escrito uno de sus poemas: Las fuentes del Albayzín/entre el ciprés y la rosa/han hecho canto el murmullo/del agua oculta que llora. "Es que aquí no tienes más remedio que ser poeta", murmura con cierta modestia cuando paseamos por el jardín que precede a la casa. El '¡ooohhh!' exclamativo está asegurado en cualquiera de los visitantes que allí acudan. En ese jardín se mezcla el herbolario de manera exquisita. Las macetas de geranios y aspidistras sirven de destellos a los jazmines y los árboles frutales que pueblan el patio. Identifico en mi paseo por el mismo un granado, un caqui, un cerezo y un membrillo. El carmen es lo que se dice un oasis, un privilegiado retiro donde el poeta se solaza a discreción viendo los paisajes de la vega, los amaneceres que vienen por la Torre de la Vela o el crepúsculo de un barrio que ama y con el que ha ensayado sus dotes poéticas. En una de las terrazas, don Miguel utiliza su privilegiada memoria para declamar un largo poema dedicado al Albaicín. Cuando termina me invita a conocer el resto de la casa, en cuyas paredes cuelgan cuadros al óleo de su mujer, retratos de sus antepasados y diplomas, que él llama 'vanidades'. El último piso lo ocupa su estudio, ocupado por estanterías rebosantes de libros y muebles antiguos.

-Mucha escalera para estas piernas tan viejas. Aunque el médico me ha dicho que no me viene mal subirlas a menudo.

Y allí empieza nuestra charla.

Las fatigas del pobre

Miguel Carrascosa nació en Torreperogil en 1928, cuando mandaba en España Primo de Rivera. Su padre, que había nacido en Torrenueva, llegó a ser maestro de escuela casi a los treinta años, pero antes había sido un extraordinario sembrador de habichuelas y boniatos en la vega de Motril. Este sembrador trasplantado a la escuela se casó con una campesina de Pitres y en el primer destino que tuvo como maestro, que fue Torreperogil, concibieron a Miguel. Nuestro protagonista no tenía un año aún cuando el padre fue destinado a Órgiva. Fue en esa localidad alpujarreña donde el futuro maestro y poeta pasó su pasó su infancia y en donde le pilló la guerra cuando tenía ocho años. Miguel recuerda perfectamente aquellos años de penurias de aquella España, que como dijo el otro día Esteban de las Heras en el homenaje que le tributó el Centro Artístico, "nos ha llegado en fotogramas en blanco y negro, con exceso de pana, de hambres y de boinas; con escasez de autos, bikinis y de asfaltos. Aquella época tan oscura como el pan negro y tan larga como las tardes sin merienda. Aquella época de hambre de pan y de saberes".

-Se pasaban muchas fatigas. Había muchas carencias. Mi padre me contaba que iba de Torrenueva a ver a su novia a Pitres en una mula. Tardaba un montón de horas. Y yo estuve pelando la pava en la reja casi siete años, hasta que el padre de mi novia me dio permiso para formalizar la relación. Igual que ahora, que los jóvenes se conocen y antes de que acabe a noche ya están en la cama. Eso no es normal, ¿no crees?

En Órgiva estudió Magisterio por libre y estuvo ejerciendo como maestro tras acabar la carrera en Tablones, Órgiva, Pitres y Pórtugos. Hasta que se presentó a las oposiciones en Jaén y, por una casualidad del destino, le dieron su primer destino en Torreperogil, donde él había nacido. Después, me cuenta, fue maestro volante en una campaña de alfabetización y ejerció en Campillo de Arenas, Iznalloz y Martos, donde decidió presentarse a unas oposiciones para director de colegio. Sacó la plaza en el Colegio Público Gómez Moreno, a donde llegó, como dijo Esteban de las Heras en su semblanza en el Centro Artístico, con su incombustible pasión por mejorar el mundo intacta y se encontró con una lamentable situación en el ámbito educativo, cultural y social y con el fantasma del analfabetismo aleteando entre los vecinos por la carencia de centros públicos para la población escolar. Esto le llevó a crear la Asociación de Padres de Alumnos denominada 'Amigos de una Escuela Mejor'. Ahí empezó su labor como promotor educativo desarrollando programas de actualización del profesorado e impulsando la construcción de nuevas aulas hasta llegar a los 850 alumnos matriculados. "La larga trayectoria educativa y de compromiso social con el barrio de Miguel Carrascosa ha dejado huella. Ha sido médico de memorias, voluntades e inteligencias", dijo Esteban de las Heras sobre él.

-Es que por aquellos años había un índice de un 65 por ciento de analfabetos y había que trabajar duro para conseguir rebajar esa cifra. Además, hubo momentos duros, como cuando tras las riadas de 1963 que dejaron a muchas familias del Albaicín y del Sacromonte sin casa y el Ministerio de Vivienda decidió que las escuelas públicas las ocuparan los afectados. Me planté ante el gobernador civil y le dije que debía de buscar otra solución porque no se podían quedar si escuela y sin comedor siete mil niños. Le dije que era preferible que esas familias sin hogar ocuparan la Catedral antes que los colegios. Yo tenía 35 años y era muy impulsivo. Otra vez fue uno de los organizadores de una huelga a nivel provincial para mejorar nuestro sueldo, el coeficiente como lo llamaban. Aquel lema de 'pasas más hambre que un maestro escuela' era cierto. Yo ganaba seiscientas pesetas y más de la mitad las gastaba en mi manutención en los pueblos a los que iba destinado. Así que me puse al frente de aquella reivindicación en la que participaron casi 2.500 maestros. Me metí en varios problemas de ese tipo y aún hoy no sé por qué no me detuvieron.

Un día hermoso

Después de 16 años al frente del Gómez Moreno se jubiló como inspector de Educación, actividad a la que ha dedicado su vida y de la que ha aprendido unas lecciones que las aplica como sentencias:

-El maestro tiene que querer a sus alumnos lo mismo que a sus hijos, y si no tiene que dedicarse a otra cosa. A los niños torpes no hay que enviarlos a un rincón y castigarlos, sino ponerlos en primera fila para que aprendan.

Durante nuestra conversación, Miguel Carrascosa me pide en varias ocasiones que, en lo que publique sobre él, tenga cuidado en no ponerlo como pretencioso o vanidoso porque, aunque le gusta contar lo que ha conseguido en el terreno de la Educación, no puede pasar por uno de esos pedantes que siempre están vanagloriándose de lo que han hecho en sus vidas.

-Lo que quiero es transmitir que me siento muy orgulloso de mis raíces humildes y siempre he sido un defensor de aquellos que vienen de abajo. En Órgiva mis amigos eran los mineros y en el Albaicín esos padres de familia para los que la vida era una cuesta arriba. Siempre he dicho que el trato de 'excelentísimo' e 'ilustrísimo' más que los políticos, los jueces o los catedráticos, se lo merecen, los albañiles, los campesinos, los mineros... He estado más a gusto con los de abajo que con los de arriba.

-Lo sé, Miguel, por eso no te preocupes. La prueba de que eres un hombre cercano es el homenaje que te organizó el otro día el Centro Artístico.

-Sí, es verdad. Después del acto estuve comiendo en el Juan Ranas con toda mi familia, con mi mujer, mis cinco hijos y mis siete nietos, a los que les leí una cosa que he escrito y en la que explico por qué me siento satisfecho con la vida. Fue un día hermoso.

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