La edición de las rebajas, el Fitur de las vacas flacas, la feria del ahorro... Nadie se ha equivocado al vaticinar que la crisis, que en 2009 pasó de puntillas por la feria de turismo, se palparía en el ambiente de esta edición en la que Fitur celebra su treinta aniversario. Desde luego, no está siendo una celebración por todo lo alto. Un ejemplo. Anecdótico, sí, pero claro. El primer avión de Iberia que salió ayer desde el Aeropuerto Federico García Lorca con destino a Madrid iba prácticamente vacío. Y no es lo habitual en una provincia donde el turismo tiene un peso vital.

Claro que hay indicios más gráficos todavía. Nada más pisar el pabellón de Andalucía, la sensación de amplitud extraña a cualquiera que haya estado más de una vez en Ifema para la misma ocasión. Y no se trata sólo de un cambio estético, aunque es cierto que este año la estructura de los stand de las ocho provincias andaluzas se ha reformado para conseguir expositores más abiertos y espaciosos, sino también de falta de público.

Menos profesionales, menos visitantes, menos políticos y también menos empresas. Este año, en el que faltan gigantes como Iberia, la mayoría de los pasillos laterales de los pabellones están completamente vacíos. Al igual que la mayoría de los stands, donde no reparten con la misma alegría de años anteriores el jamón, el vino al que cualquier habitual de Fitur se había acostumbrado.

De ahí que las palomitas que ofreció durante toda la jornada el Ayuntamiento de Granada, que se tomó muy a pecho aquello de centrar su promoción en el festival de cine Retroback, comenzaran a gozar de un éxito insospechado a media mañana, justo cuando las tripas empezaban a rugir después de dos horas de recorrer -sin ningún tipo de aprietos hasta que apareció el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán- los pasillos vacíos de Ifema.