Granada

Plaza del Carmen, una herencia envenenada

  • El grupo político que consiga llegar el próximo jueves a la Alcaldía se encontrará con un panorama desértico: un gobierno en minoría, unas cuentas a punto de romperse y una moción de la censura en la recámara

Dicen que ningún mar en calma hizo experto a un marinero, pero las olas que azotan al edificio de la Plaza del Carmen amenazan con algún que otro revolcón al más pintado. El paisaje que se encontrará el partido político que el próximo jueves se alce con el bastón de mando dista mucho de ser un idílico oasis de aguas mansas. La situación va a necesitar de mucha vocación de servicio público, de mucho diálogo y de mucha imaginación para tomar las riendas del timón de una administración que anda desde hace algún tiempo con el agua al cuello.

Si quienes alcanzan finalmente la alcaldía son los 'populares', capitaneados por Rocío Díaz, el susto será menor. Su partido debe ser 100% consciente de la realidad que envuelve a un Ayuntamiento al frente del cual llevan 13 años. Si por el contrario el socialista Paco Cuenca consigue finalmente los 14 votos que le permitan ser investido alcalde, las sorpresas pueden ser mayúsculas. El pasado jueves el viceportavoz socialista, Baldomero Oliver, ya anunciaba que no tiene "ni idea" de las medidas que habrá que tomar en el futuro en la ciudad "porque no sé lo que me voy a encontrar". Eso sí, con lo que saben como oposición ya auguran que va a haber "sorpresas muy desagradables".

Como todos ellos son servidores públicos, a la ciudadanía no le queda más que confiar en que -estén en la bancada de gobierno o en la oposición- se guiarán estos tres años por el deseo de servir y de atender las necesidades de los ciudadanos poniendo a disposición de Granada sus capacidades con el único interés de contribuir al desarrollo de su ciudad y anteponiendo el bienestar de sus vecinos a cualquier propósito o interés particular. ¿Será posible?

Por el momento, la oposición en su conjunto (PSOE, C's, Vamos Granada e IU) cree que es prioridad sacar al PP del equipo de gobierno y tomar conciencia de la fatigosa situación económica a la que tendrá que hacer frente el equipo de gobierno. Luego, ya vendrán el resto de asuntos que llenarán de contenido la ciudad. Esta segunda fase tampoco se presenta fácil. Si el PSOE se convierte en el partido en la alcaldía tendrá que empezar a tomar decisiones en asuntos de vital importancia sobre los que ha sido especialmente crítico. ¿Qué pasos empezará a dar para conseguir el soterramiento del AVE; en qué plazo de tiempo volverá el servicio de teleasistencia, y cuándo cerrará el botellódromo de Granada? ¿Blindará las escuelas infantiles en su tramo conjunto de 0 a 6 años? ¿Sacará la LAC del centro de la ciudad? ¿Cuándo se comenzarán la auditoría urbanística y económica de la ciudad? ¿Y la Casa Ágreda... se revertirá el contrato de cesión a la Federación de Agencias Internacionales para el Desarrollo? ¿Cómo se reducirá el periodo medio de pago a los proveedores actualmente establecido en 81 días? ¿Y los presupuestos municipales de 2016, para cuándo estarán hechos?...

El volumen de trabajo es, sin duda, abrumador, y las complicadas posibilidades de conseguir soluciones con una mayoría simple, más. Sin conocer todavía el contenido del acuerdo que están cerrando PSOE y Ciudadanos, hay que recordar que Luis Salvador ya anunció que no era su intención darle la vuelta a la ciudad como si fuera "un calcetín"; sobre todo porque la ciudad votó el programa electoral del PP (no la supuesta corrupción...). Así que Ciudadanos entiende que habrá que determinar unos contenidos universales y beneficiosos para la ciudad que sean compartidos por la mayoría.

Al margen de todas estas cuestiones que atañen al futuro desarrollo de la ciudad, tanto PP como PSOE tienen por delante una tarea todavía más dura que cuadrar unos presupuestos imposibles: limpiar la imagen de Granada y devolverle a los ciudadanos la confianza en su Ayuntamiento.

Ese ensayo mediocre de diálogo en el que han convertido al Ayuntamiento durante el último año deberá perfeccionarse bastante a lo largo de lo que queda de mandato si los políticos quieren salvar parte de la escasa credibilidad que les queda. No les queda otra en un escenario político que parece haber dicho adiós para siempre a las mayorías absolutas de antaño.

Éste es uno de los mayores hándicaps que se le ha reprochado al PSOE, ¿cómo se puede gobernar una ciudad con 8 concejales? Pues igual que ocurre en Barcelona, donde Ada Colau (Barcelona en Comú) gobierna con 11 concejales y una oposición de 30 ediles una ciudad de más de 1,6 millones de habitantes. Mismo caso en Madrid donde Manuela Carmena (Ahora Madrid) llegó a la alcaldía de la ciudad con 20 concejales y el apoyo del PSOE. Enfrente tiene a 37 concejales de distintos colores para hacer andar una ciudad de más de 3 millones de habitantes.

Por su parte, desde las propias filas socialistas alegan que mejor 8 concejales bien avenidos que 11 'populares' divididos en dos bandos en un equipo en el que, además, el alcalde nunca asumió un área en concreto y en el que poco se supo de Sebastián Pérez a nivel municipal.

Con los votos cada vez más dispersos, merced a la voluntad ciudadana, la gobernabilidad de los ayuntamientos requiere anteponer esa definición de servidor público que hemos hecho unas líneas atrás a cualquier otro tipo de interés. Sólo así la ciudad conseguirá sacar la cabeza, ponerse a flote y recuperar la confianza que han perdido sus vecinos.

Conviene ir preparando grandes dosis de transparencia, honradez, lealtad y dignidad mezcladas con altas porciones de humildad a la hora de mirar a la ciudadanía. Tampoco deberá perder de vista quien se instale en la bancada de gobierno que la oposición, aún comprometiéndose a remar en pro del bien común, tiene un as bajo la manga que podrá utilizar en cualquier momento a lo largo de los próximos tres años: la moción de censura que finalmente no se llegó a interponer.

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