Macrobotellón

La Primavera, Granada altera

  • La celebración reúne a más de 21.000 personas en el botellódromo en una jornada que acabó con cuatro heridos, y en la que unos 400 agentes velaron por la seguridad de los asistentes.

Como cada año por estas fechas el botellódromo se convirtió en el epicentro de la fiesta y el alcohol en la ciudad. Unas 21.000 personas, según cifras del Ayuntamiento, llenaron el recinto situado junto al Hipercor para conmemorar la entrada de la primavera. Desde las doce del mediodía, cuando comenzaron a llegar los jóvenes, y hasta casi la madrugada, el goteo de personas procedentes de todos los puntos de las arterias que desembocan en la explanada fue incesante.

Y todo, pese a que el panorama de los primeros instantes no hacía presagiar que la de este año fuera a ser una de las convocatorias más multitudinarias. No en vano, a la una del mediodía apenas 1.000 personas se concentraban en la explanada de la Huerta del Rasillo. Un espejismo. El paso del tiempo y la llegada de la tarde convirtieron el lugar en un hormiguero humano de peligrosísimas características.

Cuatrocientos agentes de todos los cuerpos -unos 50 de la Policía Nacional, 190 de la Local, y el resto de la Guardia Civil y la Policía Autonómica- coordinaron el dispositivo de seguridad dispuesto para velar por que todo transcurriera con la máxima normalidad posible. A ellos hay que añadir unos 35 voluntarios de Protección Civil equipados con un hospital de campaña, tres ambulancias y tres 4x4.

En las primeras horas de la celebración, la Policía Local se afanó en avisar a los jóvenes de que no se podía ingerir alcohol fuera de los límites más estrictos del botellodrómo, algo que conforme avanzó la tarde se convirtió en tarea imposible.

Para cerciorarse de poder tenerlo todo atado, el Ayuntamiento dispuso sobre el terreno a una unidad de agentes de paisano. Estos se encargaron de que las miles de personas congregadas allí orinaran en los servicios portátiles repartidos a lo largo de la calle Cañaveral, no bebieran fuera del espacio habilitado y, en general, no cometieran ninguna infracción auspiciados en el anonimato o la ausencia de personal de seguridad.

Otras de sus competencias era la venta de alcohol no autorizada. Dos establecimientos fueron clausurados por comercializar bebidas alcohólicas a menores de edad. Uno de ellos por la mañana y el otro ya por la tarde. Además un camión provisto de viandas y carnes para hacer pinchitos y una barbacoa fue intervenido por los agentes, y su material requisado por no cumplir los pertinentes requerimientos sanitarios.

Las unidades de la Policía Local se personaron en el lugar de múltiples formas. Hubo patrullas con furgones, otras de control del tráfico y hasta algunas a caballo. En definitiva, se trataba de no dejar escapar ningún detalle que pudiera desestabilizar el clima revuelto, pero pacífico, de la Huerta del Rasillo.

El tráfico no se resintió durante las primeras horas del macrobotellón, aunque sí posteriormente. Hasta las cuatro de la tarde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no hicieron ninguna restricción. Sin embargo, a partir de entonces, el goteo incesante de jóvenes que bajaba por Méndez Núñez obligó a los agentes a cortar el Camino del Cañaveral primero y, posteriormente, todas las entradas a la autovía dirección Jaén y la propia Méndez Núñez.

Al cierre de esta edición se habían registrado 5 denuncias de tráfico (una de ellas por superar la tasa de alcohol en sangre permitida) y otras 19 por consumir alcohol fuera del botellódromo, además de 29 asistencias sanitarias (nueve de ellos menores): la mayoría por intoxicación etílica. De esas 29 personas 16 eran hombres y 13 mujeres. La Fiesta de la Primavera volvió un año más con la polvareda que ello conlleva. Para unos es molesta e indigna de una ciudad decente y seria como Granada. Todo un escaparate de los instintos más bajos de la juventud, que da una imagen de la capital lamentable. Otros, sin embargo, disfrutan bebiendo alcohol sin reparar en el impacto de imagen que ello pueda tener para la ciudad. Lo que no deja es indiferente a nadie. Pero lo peor llega ahora, toneladas de basura amontonada obligarán a los servicios de limpieza de la capital a redoblar sus esfuerzos. El coste económico puede ser importante. Aunque, como reconoció días atrás la concejal de Movilidad, Telesfora Ruiz, para el Consistorio de la capital lo más grave es el impacto social y de imagen para la ciudad. Cada uno lo ve desde su óptica.

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