La batalla
Sabor y tradición en el Campo del Príncipe
ROSSINI
En uno de los lugares más emblemáticos de Granada, el Campo del Príncipe, lleva 40 años abierto el Rossini. Es un lugar con encanto, fiel a si mismo y al espíritu de su propietario, Manuel Fajardo Leyva, un valiente que en el año 78 se lanzó a montar un pub con buena música a tope, semi oscuridad y copas, presidido por un retrato de Federico García Lorca. "Los padres les decían a sus hijas no entréis ahí", bromea. Él tenía 20 años y la mayoría de su clientela eran sus compañeros de la Facultad de Derecho. Después de tres años decidió dar un giro radical al negocio. De pub pasó a ser un bar con un sello también muy original. Servía tablas de quesos extranjeros, ahumados y patés franceses, todo muy chic y exquisito. Hablamos de una Granada donde casi nadie había probado el gorgonzola, el brie o el camembert, donde los grandes almacenes eran Galerías Preciados y Woolworth, una Granada muy diferente, mucho más ensimismada que la actual y donde Manolo fue rompedor también con la música. Sonaban Vinicius de Moraes, Medina Azahara, Triana…
El Rossini tiene dos ambientes. Una terraza exterior donde disfrutar de un estupenda perspectiva de la plaza, del Carmen Blanco y del Alhambra Palace y un interior de espíritu granadino con fuente, chimenea con leña de olivo, aspidistras, azulejos, cortinas de esparto y piano. El típico rincón íntimo y con encanto donde imaginar una tertulia entre Falla, Lorca, Barrios y otros intelectuales y artistas. A la hora de comer, ahora que empieza el calor recomiendo empezar con un tomate aliñao al estilo granadino, fresquito, que va estupendamente con la cerveza Alhambra. Después, probar el lomo de orza o el jamón para, a continuación, pasar a la famosa tabla Rossini. Es una tabla que combina equilibradamente y con gusto quesos, patés y ahumados. De postre, como no podía ser de otra manera, Cassatta o Tarta de Los Italianos, aunque últimamente se están animando también a hacer su propia tarta de tres chocolates (no la he probado). El Rossini debe su nombre a la banda sonora de La Naranja Mecánica y lo que hace de este lugar un sitio único es la personalidad de su propietario Manolo, de su hermana Mari y del camarero Antonio Benítez, tres personas que directamente te hacen ver que no has llegado a un bar cualquiera. Se presta a la tertulia, despierta el espíritu artístico de los clientes y entre las personalidades que han disfrutado en este rincón del Realejo se encuentran Ernesto Cardenal, Raúl Rivero y, por supuesto, el gran Enrique Morente que más de una noche se arrancaba a cantar entre amigos. En pocas palabras, el Rossini es único y siempre se vuelve.
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