Sandra Rodríguez Salas| Perfil

El activismo trans toca a la puerta del Ayuntamiento

  • Sandra Rodríguez Salas irrumpe como independiente en la lista para las municipales del PSOE de Francisco Cuenca con un perfil claro: la lucha por los derechos de las personas LGTBI+

Voz suave con maneras firmes y diálogo más que ágil, incontenible. Sandra Rodríguez Salas descuelga el teléfono y tras los 30 segundos de saludos y cordialidad la mente del otro interlocutor proyecta una imagen sin sombras: una mujer que ya ha tomado las riendas pese a tener una timidez que se deja entrever de cuando en cuando.

Nacida en el Virgen de las Nieves, “antiguo hospital Ruiz de Alda”, lo subraya porque huye de todo lo que arañe la memoria del franquismo, “de Graná, Graná” y de 47 años, es vicepresidenta de la asociación Arcoiris, profesora de economía y “mujer trans visible”.

Al otro lado del micrófono se presenta una de las mujeres que más ha trabajado por su colectivo en Granada –precisamente hoy es el Día Mundial de la Visibilidad Trans– y es una de las nuevas caras del panorama político granadino en este reloj sin horas de las precampañas electorales.

Rodríguez Salas se presentará a las municipales con el PSOE de Francisco Cuenca como número 12. “Un puesto de salida” que le podría valer un escaño como concejal en el Ayuntamiento. ¿Dónde? De darse las circunstancias, podría optar a varias carteras: activista por el movimiento LGTBI+, profesora de secundaria de economía en el Padul y muy vinculada a la cultura granadina. Esta mujer podría tocar el terciopelo rojo de las butacas del Ayuntamiento en varias ramas de revalidar el PSOE la alcaldía en mayo.

Reconoce que es un caramelo para el partido, “un perfil útil” y con una trayectoria vital bien exprimida. Asegura que la ambición política no le reconcome pero sí la vocación de sumar a un partido que ha representado el cambio transgresor respecto al colectivo LGTBI en una ciudad que ha tenido tradicionalmente unas 'sensibilidades especiales'.

Es cofrade, feminista, bisexual, profesora de economía de secundaria y mujer trans visible

Ella, que no es militante y se presenta como independiente en las listas, ha tenido una relación laboral con la actual edil de Derechos Sociales, Jemi Sánchez, lo que al cabo del tiempo le valió recibir la llamada del partido. Pero el sí quiero no fue inmediato, tuvo que pasar dos días pensándolo porque entrar en política significa “colorearse al 100%”.

No es profesional de la política, al igual que otros de los perfiles que Cuenca ha elegido para su candidatura, pero Sandra Rodríguez Salas puede representar, además de un gancho social, la caricia definitiva al ideario puro del socialismo, que para ella es la clave pragmática para conseguir el cambio. Pese a su no militancia, las siglas del PSOE no sólo no le vienen grandes si no que se siente como en su casa.

Pero Sandra, como toda personal normal, se aleja de las convencionalidades y los apellidos sobrevenidos del imaginario. Todos los adjetivos más reseñables de la candidata invitan inevitablemente al morbo: feminista, trans, bisexual, cofrade y bisnieta de un concejal socialista de la capital fusilado en la Guerra Civil. Creyente a su manera, no contempla un “Dios de barba blanca” entre nubes y califica la Sagrada Familia como la más diversa de la historia de la humanidad. Por eso, quien estrechando la mente defiende un modelo de familia único, ella les recuerda que “de toda la vida han existido muchos tipos de familia”.

Desde niña muy aplicada en los estudios, más bien “empolloncilla repelente” –participó en Pasapalabra–, comenta entre risas, ve en la economía el arma infalible para incidir en la sociedad ya que como recuerda, la economía es la “satisfacción de las necesidades humanas con recursos escasos”.

Su perfil invitaría a acceder a carteras como las de Derechos Sociales o Economía

Sus principales retos de llegar al Ayuntamiento son el trabajo trasversal por la igualdad. Su intención es “transmitir y defender a un colectivo –LGTBI– que tiene aún muchas necesidades”, se refiere a cuestiones de base como la inclusión laboral o la normalización en un mundo “donde se siguen haciendo chistes de mariquita” o los insultos estrella en los patio de colegio son “maricón, puta o bollera”.

Sandra, que prefiere el trabajo duro a la lucha, aboga por abrazar el feminismo como fórmula de cambio trasversal, ahora, cuando “corren tiempos turbios”. Ante la incursión del discurso de ultraderecha, cuando “se han quitado la máscara y hablan sin tapujos de homofobia o xenofobia”, sentencia que “la izquierda tiene que moverse”.

Cofrade y transexual, estos dos conceptos que conforman parte sustancial del total de Sandra, van de la mano. Miembro de la cofradía de la Aurora en el Albaicín desde hace más de 25 años, fue costalera del Cristo del Perdón y de la Virgen de las Aurora cuando era –o lo intentaba ser– un hombre. “Ya no salgo debajo del Cristo pero tengo allí mi casa” y reivindica que obtuvo “todo el apoyo del mundo” cuando decidió salir del armario.

En este punto huye de cualquier visión reduccionista y desmonta el prejuicio de que el universo cofrade sea retrógrado y machista. Al menos el suyo no lo fue y recuerda algo importante: “El Albaicín siempre ha sido un barrio muy guerrillero”. Su transición fue tardía, y su salida del armario es relativamente reciente. Cuando sintió que “se asfixiaba” decidió abrazar su identidad.

“Era una mujer intentando ser un hombre”, reflexiona ahora. Su historia es como la de otra mucha gente: nació en el 72 y en aquella época era impensable que una persona fuera transgénero y menos que lo fuera sin estar relacionada con los suburbios y la prostitución. Por desgracia, recuerda, este es un tema que sigue mordiendo los tobillos de una sociedad que quiere llamarse igualitaria: “Ahora mismo el 85% de las mujeres trans tienen que recurrir a la prostitución”.

Cuando pasaron los años –en las primeras edades hasta deseó que su lesión de cadera le valiera de eximente para jugar al fútbol– aprendió a ser la reina del crimen perfecto. Entre disimulos y descuidos cogía la ropa a su madre y a su hermana. “Cuando me pintaba los labios y me miraba al espejo sentía que todo estaba en su sitio”, agrega en este breve resumen. Huidas furtivas y siempre nocturnas vestida de mujer era lo que le regalaba el sentido de pertenencia con ella misma.

Pero su perfil no es el imaginado: veía la provocación y los juegos de ambigüedad de las trans que en su juventud salían por televisión y que, al fin y al cabo eran el único referente, y decidió que ella no quería ser así. Apostó por la normalización absoluta alejada de los espectáculos y etiquetas de circo. Con el tiempo, aunque con la fragua encendida de la necesidad identitaria, aprendió a disimular y llegó a otro punto común: “Me buscaré novia y se me pasará”.

Pero, naturalmente, eso no sucedió y fue entonces cuando comenzó su vida actual: amiga personal de la histórica activista Kim Pérez, tiene en su vocación docente la ‘excusa’ para ayudar al colectivo LGTBI a través de charlas. Ahora se ha metido en la piscina de la política para agitar la caspa de muchos y transformar sobre todo, desde la formación y la información.

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