ayer y hoy

¿Fueron los apóstoles leales con el Maestro?

  • Pedro lo negó, Tomás dudó, Santiago y Juan se echaron a dormir y Judas lo traicionó. Fueron José de Arimatea, Nicodemo, la Verónica y las Tres Marías los que ayudaron a Jesús, según los escritos.

Giotto. El beso de Judas.

Giotto. El beso de Judas. / J.L.D.

Todavía se debate entre los estudiosos la veracidad de los Evangelios o al menos la de ciertos pasajes, sobre todo los relacionados con el nacimiento y la infancia de Jesús, de los que se tienen pocos datos o fueron escritos casi un siglo después. Más fiables son los que aluden al bautismo de Jesús y sobre todo a su pasión, crucifixión y muerte, dado que coinciden las distintas fuentes y eso les otorga cierta verosimilitud. De los cuatro evangelios son más creíbles los de Mateo, Marcos y Lucas, los llamados evangelios sinópticos, y deja más en la duda el de Juan. No se conservan los textos originales por lo que hay que echar mano de escritores no cristianos para contrastar los acontecimientos; los historiadores acuden a escritores judíos y grecorromanos como Flavio Josefo, Plinio el Joven, Tácito y Suetonio para por lo menos constatar la existencia de Jesús de Nazaret. El primero, en su obra Antigüedades judías, habla de un tal Jesús al que llamaban Cristo. Los demás, más o menos de pasada, hablan de los cristianos, seguidores de Cristo, y sus levantamientos reprimidos cruelmente por los emperadores Nerón, Claudio, etc. Aunque los escritos conservados son posteriores a los acontecimientos es verdad que entonces funcionaba con gran fiabilidad la transmisión oral de generación en generación para lo que se solía tener buena memoria.

Si hacemos caso de los evangelios nos llevamos ciertas desilusiones al comprobar el comportamiento de algunos de los llamados apóstoles, considerados amigos y seguidores de Jesús. En los momentos que más los necesitaba se debió de llevar varias desagradables sorpresas. Aunque ya parecía haberlo previsto: “Todos vais a fallar, como está escrito: “heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. (Marcos, 14, 27).

Duccio. El Descendimiento. Siena Duccio. El Descendimiento. Siena

Duccio. El Descendimiento. Siena

Pedro, el Simón Pedro, la piedra sobre la que se basaría la Iglesia, negó por tres veces conocer al Maestro. En Lucas 22, 34 se lee “Te digo Pedro, antes de que cante el gallo, dirás tres veces que no me conoces”. Cuando una criada se acercó a Pedro y le dijo “También tú andabas con Jesús el Galileo”. Él lo negó: ¡No sé de qué hablas”! ¡No conozco a ese hombre! (Mateo 26, 69).

Carl H. Bloch. La negacion de San Pedro. 1873 Carl H. Bloch. La negacion de San Pedro. 1873

Carl H. Bloch. La negacion de San Pedro. 1873

Mientras Jesús rezaba angustiado en el Monte de los Olivos, pidiendo que pasara pronto aquel trago de amargura y le chorreaba el sudor como goterones de sangre, levantándose de la oración encontró durmiendo tranquilamente a Pedro, Santiago y Juan; “estáis durmiendo, no habéis podido velar siquiera una hora” (Marcos, 14, 37).

La más sangrante traición la protagonizó otro de sus apóstoles, Judas Iscariote, el que vendió a Jesús por treinta monedas. “El que yo bese, ese es; prendedle” (Mateo, 26, 48). Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre? (Lucas 22, 48).

Verrocchio Cristo y Santo Tomás. Verrocchio Cristo y Santo Tomás.

Verrocchio Cristo y Santo Tomás.

Unos niegan, otros se despreocupan, otros traicionan y hasta dudan. Este fue el caso de Tomás el incrédulo que ha de meter la mano en la llega de su pecho. Perdonemos su incredulidad porque la escena de la aparición de un muerto es realmente increíble; por eso tal vez no aparece en los evangelios sinópticos, Mateo, Lucas y Marcos, y sí en el de Juan. Cuando los demás afirmaron ver a Jesús resucitado, tampoco Tomás se fiaba al tenerlo delante. “Dijo Jesús: trae tu mano y pálpame el costado” (Juan 20, 24).

Memling. Las Santas Mujeres. Memling. Las Santas Mujeres.

Memling. Las Santas Mujeres.

En los momentos más dramáticos de la pasión de Cristo no fueron precisamente los apóstoles los más diligentes. Mientras Jesús cargaba con la pesada cruz hacia el Gólgota, quien en realidad le asistió fue aquella Verónica que secó su rostro, Simón de Cirene que ayudó a llevar la cruz, y quien pidió autorización para su descendimiento fue José de Arimatea con Nicodemo; las santas mujeres, aquellas tres María, hicieron lo que pudieron rezando a los pies de la cruz, mientras los apóstoles quedaron más allá como posteriores pregoneros del cristianismo.

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