Las confesiones a distancia y el sonotone de don Domingo

Crónicas del Confinamiento

Rafael Guillén rompe su promesa de no componer más versos y escribe un precioso poema sobre las calles vacías

La red recoge decenas de vÍdeos de animales salvajes que vuelven a esos lugares que les arrebataron los humanos

Las confesiones a distancia y el sonotone de don Domingo

Francisco Suárez, o el Padre Suárez, del que todos hemos oído hablar por el popular instituto que lleva su nombre en Granada, fue un importante filósofo, teólogo y jurista granadino que repartió sus doctrinas e ideas por todo el mundo. También un polemista importante porque estaba dispuesto a discutir por todo lo establecido que podía ser modificable. Una de sus ideas, que lo llevaron a rendir cuentas ante el Vaticano, concretamente ante Clemente VIII, fue sobre la confesión a distancia.

Él consideraba que se podían perdonar los pecados sin estar el confesor delante. He leído que en Italia ya hay gente que se confiesa on-line por esto del coronavirus. En Brasil un sacerdote celebra una misa interactiva. Pega en los reclinatorios las fotos de los fieles que no pueden asistir a la misa por el confinamiento y luego les lanza un sermón por internet. Dentro de poco existirán los confesionarios virtuales, si no existen ya. Por lo que el filósofo granadino del siglo XVI fue todo un visionario. Ahora todo se hace a distancia porque no permiten el contacto humano y las confesiones no iban a ser menos. Tú le podrás enviar al cura un audio por ‘guasap’ con tus pecados y él, por el mismo sistema, te podrá echar la penitencia y darte la absolución. De todas maneras, pienso que durante la cuarentena habrá pocos pecados de los que confesarse, a no ser el de la gula: un porcentaje muy alto de confinados están aprendiendo a hacer pasteles y pan con masa madre.

Siempre que veo un confesionario me acuerdo del padre Domingo, al que todos los que seminaristas acudíamos a confesarnos porque era sordo. Cuando llegaba el momento de decir que habíamos cometidos actos impuros, enredábamos nuestra lengua a propósito y decíamos: “Padre me acuso de que brbrbrbrbrbrbrbrpppp…puros”. Él ponía su mano haciendo en cuenca sobre el oído con la intención de captar nuestra relación de pecados, pero el pobre no lo conseguía, por mucho que se lo repitiéramos. De ahí que siempre nos echara la misma penitencia: un padre nuestro y una avemaría. Chupao. Hasta que un día que hacíamos cola unos diez o doce para confesarnos, vimos a Briones salir del confesionario compungido y echando reniegos. Le preguntamos qué le pasaba y nos dijo que el padre Domingo le había echado de penitencia 50 padrenuestros, 50 avemarías y lavarse las manos todas las mañanas durante un mes en agua bendita. “¿Y eso?”, le preguntamos todos anhelantes. A lo que él contestó: “¡El padre Domingo se ha comprado un sonotone!”. La cola se disolvió al instante, como un azucarillo en agua caliente.

EL POEMA DE RAFAEL GUILLÉN

No hay mayor excusa para que a un artista le dé por crear que un aislamiento. A falta de otras distracciones, pongámonos a pintar, a escribir, a componer… Eso me parece bien. Nuestro premio nacional de poesía, Rafael Guillén, había anunciado hace meses que no iba a componer más versos. Pero ahora rueda por las redes un precioso poema suyo titulado ‘Las calles vacías’. Le ha bastado a Rafael estar en cuarentena para componer uno de los versos más profundos de su carrera. Aquí va una estrofa:

"Gira y gira el vacío

sobre los campos y los mares gira

sobre las cordilleras, sobre las aldeas

y las ciudades, gira

sobre los cementerios.

Grita la humanidad y no se oye

porque grita hacia adentro"

El problema es que todos nos hemos creído que llevamos a un artista dentro y que tenemos algo que decir en tiempos de aburrimiento. Y nos hacemos fotos en Instagram. Y nos echamos vídeos diciendo o haciendo tonterías que luego colgamos en red. Como si todos tuviéramos algo importante que decir. Como si mereciéramos ese tiempo de atención de todos los que están recluidos en sus casas. Y ahí está el fallo. Los artistas siguen siendo artistas, aunque estén confinados. Los demás somos los demás. Si algo ha traído este virus consigo, es que nos está dando lecciones. Aprendámoslas y no hagamos más el tonto.

Las cabras montesas ocupan el que antes fue su espacio

ANIMALES LIBRES DE HUMANOS

Durante estos días he visto vídeos de caballos salvajes campando por sus anchas por Sierra Nevada, por la zona que antes ocupaban los esquiadores. He visto vídeos de cabras montesas bajar desde Cerro Gordo, en La Herradura, hasta la playa para jugar con las olas. He visto vídeos de ardillas corriendo por la plaza del Campillo, antes ocupadas por las terrazas de los bares. He visto el vídeo de una manada de jabalíes andando tranquilamente por un carril por donde antes pasaban todoterrenos. Los animales están disfrutando lo más grande del confinamiento de los humanos. No hacen ni más ni menos que volver a ocupar aquellos lugares que un día les usurpamos. Antes de una estación de esquí había un terreno agreste que era de los caballos salvajes que allí se crían. Y antes de construir urbanizaciones en la Punta de la Mona y en Cerro Gordo las cabras se paseaban por allí. Los animales vuelven a lo que antes era suyo. Deberíamos de pensar también en eso y de aprender esas lecciones.

Nosotros estamos pasando el miedo que siempre han pasado ellos. Está claro que es el miedo el que nos tiene atenazados en nuestras casas. El miedo es poderoso y siempre ha sido utilizado por el poder para mantenerse arriba. El miedo siempre ha sido nuestro peor enemigo y lo utilizan con mucha frecuencia los políticos para vender su política. Las sociedades asustadas son las más manejables. He leído estos días un montón de teorías sobre cómo ha llegado a nuestras vidas el coronavirus. Algunas de esas teorías apuntan a que ha sido inoculado adrede para manipular tendencias políticas o económica. Cualquiera sabe. Todo nos lo dirá el futuro.

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