El Cuarto Real de Santo Domingo, la larga y tortuosa recuperación de un palacete nazarí

ADN Granada

Allí hubo un enclave real en el que pasaban temporadas la madre y la hija de Boabdil

Tras pasar por innumerables propietarios y sufrir toda clase de obras inconvenientes y actos vandálicos, lo compró el Ayuntamiento en 1990

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Zona exterior del Cuarto Real de Santo Domingo / Frncisco Neyra / Picwild

Durante bastante tiempo muchos palacios, instancias y monumentos granadinos estuvieron cerrados para los ciudadanos de a pie. Para visitarlos, había que pedir permiso a sus dueños. Paco Izquierdo, en su Guía Secreta de Granada cuenta cómo su abuelo, que era contratista de obras, fue reclamado por una condesa para que reparara el suelo de una habitación que tenía un impresionante artesonado árabe. Y dice que la condesa prohibió que los albañiles miraran el citado artesonado, que “solo dejaba ver a los profesores universitarios y a los extranjeros”. Creía la vieja dama que los granadinos no tenían la suficiente sensibilidad para admirar una obra de arte.

Es verdad. A primeros del siglo XX si alguien quería ver el Generalife o la Casa de los Tiros, por ejemplo, tenía que recurrir a los Marqueses de Campotéjar, que eran sus dueños; para entrar en el Alcázar Genil se necesitaba el permiso del Duque de Gor, propietario del monumento; para ver el carmen de los Mártires había que decírselo a mr. Meersmann; para ver el Palacio de Dar al Horra había que tener el beneplácito del Arzobispado… Y para ver el Cuarto Real de Santo Domingo, que es el monumento que nos ocupa hoy, había que pedírselo a doña Concepción Romero, su propietaria. Por eso todos estos monumentos –y muchos más– han estado durante décadas vetados a los granadinos.

El Cuarto Real de Santo Domingo es uno de los lugares que forma parte del ADN de Granada. Fue un hermoso palacio nazarí construido durante el reinado de Muhammad II sobre uno de los torreones de la muralla del llamado Barrio de los Alfareros. Se erigió pocos años después de que comenzara la construcción de la Alhambra, por lo que se considera que muchas de sus soluciones arquitectónicas fueron empleadas para el monumento nazarí por excelencia. Allí residieron durante largas temporadas, sobre todo en los meses del Ramadán, Aixa y Moraima, madre y esposa de Boabdil. Estaba la mansión rodeada de huertas o fincas reales. De la residencia real se conserva muy poco, solo el torreón adosado a la muralla en cuyo interior está la qubba o salón que se utilizaba para las recepciones.

Una de las salas interiores del Cuerto Real de Santo Domingo / Francisco Neyra / Picwild

Cuando los Reyes Católicos toman Granada, se hacen cargo de la finca (se la compran a Aixa y Morayma) y se la ceden a la orden a la orden de los dominicos, de ahí que se llame hoy día Cuarto Real de Santo Domingo. Los monjes transformaron la qubba en la primera iglesia de su convento y lo demás fue demolido para construir un palacio decimonónico si fuste monumental. Solo quedó la qubba. Los restos del jardín nazarí se encuentran bajo los actuales.

Desidia y abandono

El Cuarto Real de Santo Domingo, hasta llegar a ser propiedad municipal ha pasado por esos estados posibles que tienen que ver con el descuido, el abandono y la desidia por recuperarlo. Después de pasar los franceses por la ciudad en 1810 y ocupar todo el complejo de los dominicos durante unos años y tras la desamortización de Mendizábal, se lleva a cabo la subasta pública de algunos vienes de la citada orden, entre ellos el palacete nazarí con la qubba y gran parte de las huertas traseras del monasterio. Fue vendido a un comerciante llamado Mariano Valdivia. Luego pasó a Ramón Fernández de Córdoba y de Aragón y a la condesa Concepción Romero, hasta acabar en la familia Ponce de León, uno de cuyos miembros (Luis Fernando Dávila Ponce de León y Coello de Portugal), se lo vendió al Ayuntamiento en 1990. Las conversaciones para dicha venta duraron cinco años. Durante todo este tiempo, además de las inapropiadas obras que cada propietario hizo y los numerosos actos vandálicos que sufrió cuando allí no vivía nadie, casi nada quedaba del palacete nazarí, aunque se pensó que algo se podía hacer con la qubba, cuya casa adosada sufrió cambios en su aspecto. En el extremo oeste se sustituyó una terraza abierta por un mirador cubierto y, desde 1966, por una pérgola de hormigón. En fin, un desastre. Se sabe por los restos arqueológicos y por los grabados, que la vivienda original estuvo precedida por un pórtico de cinco arcos arqueados sobre columnas pareadas. En su frente había un estanque rectangular que centraba los jardines de las reinas musulmanas. Seguramente ahora la Inteligencia Artificial nos diga cómo era realmente aquel palacete que ocuparon la madre y esposa de Boabdil.

Una espectacular puerta / Francisco Neyra / Picwild

El Ayuntamiento, gobernado por el socialista Antonio Jara, tuvo que desembolsar un total de 450 millones de pesetas para iniciar un proceso destinado a rehabilitar el edificio y los jardines, que incluía además un parque público. Pero ese proceso se lleva a cabo tan lentamente que tuvieron que pasar diez años para que los presupuestos municipales destinaran 600.000 euros para la reforma, dando pie a los primeros movimientos y actuaciones en el monumento granadino y a nuevos enfrentamientos entre administraciones (la Junta también estaba dispuesta a pagar parte de la restauración). Las obras terminan en 2004 y en 2007 se abre temporalmente la qubba, que ha quedado realmente bien y que es la única referencia al pasado nazarí del edificio. En 2005 se inician unas excavaciones arqueológicas con motivo de determinar la estructura de la finca original. En 2010 el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía llegan a un acuerdo para financiar la reforma final del conjunto monumental, que no se iniciarán hasta el año 2013 y que concluirá 5 años después del acuerdo. Casi tres millones de euros más. En 2015 se abre al público, sobre todo para uso cultural porque allí se celebran presentaciones de libros, conferencias, conciertos y exposiciones. Había pasado nada menos que tres décadas. Hoy, el Cuarto Real de Santo Domingo es algo de lo que los granadinos podemos sentirnos orgullosos. Nuestro dinero nos ha costado. Ahora podemos pasar sin pedirle permiso a la condesa de turno.

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